Ahora que estamos en pleno invierno nada más apropiado que recordar la excursión que hizo la congregación a Cercedilla en Abril de 1918:

Excursiones: 1, 2, 3, 4, 8.-Estación telegráfica de Carabanchel; 5, 6.-Central eléctrica madrileña; 7, 11.-Monumentos de Madrid; 9.-Cerro de San Isidro; 10.-Cercedilla;

 

Ningún otro lugar de excursión puede compararse en amenidad a esta hermosísima tierra, con sus famosos pinares, su aire salutífero, sus deportes de nieve que traen de cabeza a los escolares. Esto explica y no la falta de inventiva -¡pues son pocos en gracia de Dios, los atractivos que para los excursionistas tienen los alrededores de Madrid!- que los congregantes cuando se trata de pasar un día agradable, olvidando -¡con qué gusto!- las pesadas tareas escolares, no se imaginan siquiera que se pueda ir a otra parte. El Escorial, Aranjuez, Toledo, Alcalá, lo que ustedes quieran; sí son muy interesantes, encierran riquezas artísticas de primer orden, indudablemente, pero vamos que para un día de expansión de que uno puede disfrutar, es un poco cursi eso de echarse al brazo el Baedecker [1] y zapatear en bandadas por esas calles de Dios; estas peregrinaciones artísticas exigen mayor recogimiento, no el que puede dar de sí un centenar de muchachos bulliciosos que pretenden divertirse.

¡A la sierra! Eran las ocho de la mañana, cuando arrancaba el tren y ni un solo excursionista se quedó en el andén por no madrugar bastante, iVaya si les gusta la sierra! Si hubiese sido para asistir a clase, de seguro no se obtiene tanta puntualidad.

El tiempo espléndido por la mañana; de modo que la agria cuesta se salvó a paso de carga, con un fresquito que convidaba a apretar el paso. Nada de particular hasta después de comer. Entonces empezaron las batallas, la actividad de los trineos y skis. Pero el tiempo estaba de monos, como que no habíamos contado con él y casi lo habíamos desafiado, riéndonos del humor de perros que tenía el día anterior. Empezó a nevar y aunque no era cosa mayor, la previsión nunca está de más. 

A las cuatro estábamos en Cercedilla: allí nos aguardaba el coche que nos había traído por la mañana. No nos preocupamos de él, sin embargo, porque gracias a la amabilidad del Sr. Clot pudimos disponer de su hermosa finca, donde después de arrimarnos al reconfortante fuego que nos habían preparado, pudimos pasar muy divertidamente la hora y media que nos quedaba. Juan Clot hizo los honores de su casa con suma amabilidad, brindando a todos variadas diversiones, desde la guerra para los belicosos hasta los pacíficos discursos -y los hubo- o el amor de la lumbre que también tuvo sus partidarios.

Para terminar manifestamos al Sr. Clot y a su hijo Juanito nuestro más profundo agradecimiento, por cuanto hicieron por los congregantes durante todo el día. Gracias a ellos dispusimos de caballerías suficientes, de personal y de casa, todo cedido con el más obseguioso y cariñoso desprendimiento.

Nota del Editor:

  1. Baedeker: Famosas guías turísticas que aún siguen editándose.