Hoy comparto con vosotros otro artículo escrito para la sección «Ecos de los antiguos». En este caso, trataba de alertar a los futuros estudiantes universitarios de los peligros de dejarse llevar por la libertad y los placeres del régimen de la universidad. Espero que los disfrutéis:
LO QUE OS ESPERA
Sí, amigos, futuros abogados, allí, rodeada de puestecillos de libros, circundada de estrechas calles, os espera impasible, destartalada, la simpática Universidad.
¡Oh, libertad, libertad; cómo imperas en los corazones de los pollos universitarios…, cómo te rinden tributo!
Pero no temáis, amigos, no importa llegar tarde, no quitan puntos… ¡que van a quitar, si ni se enteran si vais o no! Aun no es hora de entrar, vamos al café vecino… ¡Santo Dios! ¿No véis quién está allí?… ¿No os acordáis de aquel Antonio, que alcanzó tan buena fama en el Colegio del Pilar?
Pobre diablo, ¿pues no se está jugando las perras al tresillo [1]? ¡Qué desilusión: oíd los antecedentes que nos dan del pobre!… ¡Ah!, pero no extrañéis, ocurre esto muy frecuentemente; el pobre alumno antiguo del Pilar, estudioso quizá, piadoso de seguro, ha dado oídos a las lisonjeras palabras de sus compañeros, cierra los libros, no acude a clase, y consigue ser desconocido por completo del catedrático.
El tiempo se desliza silencioso. solemne, ante los ojos de Antonio, que cegado por sus tresillos, billares, amigos, no observa cómo se acerca el terrible examen.
Vaya, menos mal, que quizás sin ninguna intención, un amable compañero, ha tenido la cortesía de susurrarle al oído, estas palabras:
«Piénsalo, Antonio, mira que vas a un cate seguro».
Cuestión grave, gravísima, que termina por ser la pesadilla de nuestro amigo.
¡Con lo suaves que se deslizan en el colegio los exámenes!… en cambio aquí, tendrá que matarse a estudiar los días que le quedan.
Vida nueva, a costa de grandes sacrificios, pues que no es fácil meterse en la cabeza hermosos libros, cuyas hojas no han sido abiertas.
Vaya hombre, buena ocurrencia, visitas a tus antiguos profesores; todos comprendemos tu vergüenza, al pasar por delante de aquel hermoso emblema, de aquellos cuadros, que diariamente te saludaban con una mirada; pero en fin, ya has llegado al principal… clac, ha sonado con su chasquido peculiar, la puerta de la capilla; y cosa rara, os acordáis que a principios de año, su única ambición era la libertad, y su enemiga mortal, la terrible disciplina, pues admiraos, y escuchadle con cuidadito, pues que lo dice muy bajo:
«Madre mía, virgen del Pilar, que tantísimo has escuchado mis súplicas de colegial; para que me defiendas de esta funesta libertad, que terminará por darme un buen disgusto: Dios te salve, reina y madre…»
José Luis de Campos [2].
Notas del Editor:
- Tresillo: Juego de cartas muy habitual en España durante el siglo XIX.
- José Luis Campos y Salcedo: Promoción de 1917. Abogado del Estado.
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