Hoy comparto con vosotros el sentido agradecimiento de un antiguo alumno al colegio del Pilar:

RECUERDOS DE UN ANTIGUO


Querido D. Luis: La distinción que me hace al pedirme unas líneas para los simpáticos Recuerdos, me confunde por ser yo el menos capacitado de los de mi promoción para hacerlo, pero en mi deseo de cumplir su encargo, lo intentaré con mucho gusto. Solo siento de todo corazón no sea mi trabajo lo bastante efusivo para manifestarle, de una manera más viva que lo pueden hacer estas torpes líneas, las gratas impresiones que conservo de ese Colegio.

Y puesto que de recuerdos se trata, allá van los míos.

He estado más de once años en medio de Marianistas y en todo este tiempo que es poco menos que el de mi vida -por lo menos racional- he podido apreciar su bondad y sus muchos merecimientos, y esta convicción ha aumentado todavía al separarme de ellos y me causa un sentimiento de gratitud y afecto que espero durará tanto como la vida.

¡Con qué alegría recuerdo las felices clases del Colegio San Felipe Neri en el que aprendí las primeras letras!

Allí, en el mismo Oratorio en que se juró la famosa Constitución del año 12 y después de la solícita preparación del R. P. Bacquier [1], hice solemnemente mi primera comunión, ese acto tan transcendental de la vida cristiana.

Aquí, en el Colegio del Pilar, cursé la segunda enseñanza con esos ilustrados profesores que tiene usted bajo su dirección. Salí bachiller como mis compañeros, no sin celebrarlo con una comida íntima en la que fraternizamos profesores y alumnos, en momentos tan gratos que no olvidaré.

He visto siempre en los Sres. Profesores a modelos del maestro infatigable, cuando se trata de la formación del alumno: explicando con sencillez y concisión, facilitando la labor con apuntes y ejemplos prácticos, usando de una paciencia inagotable y repitiendo sus explicaciones cuanto sea necesario para que penetren en las inteligencias rudas y aún aumentando considerablemente su trabajo con horas suplementarias para los que flojean en alguna asignatura.

¿Y los deportes y la gimnasia y los juegos? Parece que se transforman al salir de clase y olvidándose de sus años, jugaban con nosotros y nos estimulaban con simpatía para que nos dedicásemos al saludable ejercicio físico.

También recuerdo con gusto las clases prácticas que resultaban amenas y provechosas.

No tengo que hablar de la formación religiosa, que se hace no sólo en las pláticas y en el confesionario y en los consejos dados con interés y simpatía, sino en las mismas clases, en la enseñanza religiosa y fuera de ella.

Tan grata ha sido mi estancia al lado de los Marianistas que el único pesar que tengo, es haberme tenido que separar de ellos para cursar los estudios superiores. Por eso conservo con cariño los premios de mi primera enseñanza, así como las notas semanales y trimestrales que tanto miedo me daban con sus observaciones.

Y finalmente, con el respeto que inspira una reliquia, guardo la medalla de congregante de Ntra. Sra. del Pilar.

J. A. Núñez Palomino [2]

Notas del Editor:

  1. Padre Juan José Bacquier: Marianista. Hasta 1910 director del colegio San Felipe Neri de Cádiz.
  2. José Antonio Núñez Palomino: Promoción de 1917. General inspector del Cuerpo de Intervención de la Armada. Gran Cruz del Mérito Naval.