Hoy os voy a hablar de espías españoles, y más concretamente, pilaristas. Si, habéis leído bien. Durante la Guerra Civil un par de jóvenes pilaristas dirigió una de las más importantes organizaciones de la retaguardia madrileña y, lo más importante de todo, con su actuación y su sacrificio salvaron gran número de vidas. Si estáis dispuestos a sumergiros en esta historia estoy seguro de que no os arrepentiréis.
Javier Fernández-Golfín
Pero vamos a empezar por el principio, es decir, presentando a los protagonistas de esta aventura.

Corría el año de 1900 cuando Francisco Javier Fernández-Golfín Bringas, -militar de carrera ya retirado y que, gracias a la herencia que le había dejado su primera mujer, disfrutaba de una posición muy desahogada- contrajo matrimonio con Joaquina Montejo. De este matrimonio nacieron siete hijos: tres niños –Javier, Manuel y José (Pepe)- y cuatro hijas –Carmen, Victorina (Vito), Joaquina (Quinita) y Pilar– aunque esta última falleció con dos años.

La familia se instaló en Madrid, en la calle Jorge Juan número 16 e inscribió a sus hijos en el colegio del Pilar, supongo que por cercanía a su domicilio. Javier, el mayor, era un excelente estudiante y son frecuentes sus apariciones en el Libro de Oro del colegio en sus años de estudio. También he comprobado que el mayor de los Fernández-Golfín consiguió ser admitido en la Congregación, en la sección de los medianos. Debieron ser años muy felices. Durante el curso, el chocolate con churros de las ocho de la mañana, por la noche el rosario en familia, y los domingos los paseos por el Retiro; en vacaciones, todos se trasladaban a un hotelito de Pozuelo de Alarcón, donde los chicos se dedicaban a jugar al frontón o al fútbol, y a montar en bicicleta con los amigos de la colonia. Así transcurrieron los años hasta que abandonaron el colegio: Javier, en 1920; Manolo, en 1926; y Pepe, en 1929. El primogénito, estudió la carrera de arquitectura obteniendo el título en 1929.
Para añadir un poco de contexto a la situación familiar diremos que Manuel Fernández-Golfín y Bringas, hermano del cabeza de familia, era Magistrado del Tribunal Supremo y vivía también en el barrio, concretamente, en Claudio Coello 43.

Vamos a centrarnos en Javier. Sabemos que poco después de licenciarse ya trabajaba como arquitecto y gozaba de una envidiable posición económica, puesto que en Marzo de 1931, aún no proclamada la República, le roban un automóvil en la Avenida de Pi y Margall, como se denominaba por aquel entonces al segundo tramo de la Gran Vía. Respecto a su trayectoria profesional hemos podido averiguar bastantes datos. En Octubre de 1934 la prensa se refiere a él como Arquitecto del Ministerio de la Gobernación responsable de las obras del nuevo Gobierno Civil de Soria y en Noviembre de ese mismo año presentó, junto a otros compañeros, un proyecto para la construcción del Hipódromo de la Zarzuela que no resultó ganador. También proyectó el edificio destinado a albergar el Gobierno Civil de Asturias en Oviedo y que en la actualidad lo ocupa la Jefatura del Cuerpo Superior de Policía, el del Gobierno Civil de Santa Cruz de Tenerife también en 1934, el de Palencia en 1935, y los de Santander y Soria, ya en 1936 con el gobierno del Frente Popular. Estos proyectos estaban enmarcados en un ambicioso plan de renovación de los edificios de los gobiernos civiles en el que participó otro ilustre pilarista, Luis Moya Blanco, de la promoción de 1919.

Como vemos, Javier, o Jave, como le llamaban sus amigos, estaba muy bien situado dentro del gobierno de la República y más concretamente, en el Ministerio de la Gobernación, órgano clave para desarrollar posteriormente su labor de espionaje. Durante estos años, en algún momento que desconocemos se afilió a Falange Española sin abandonar su brillante trayectoria profesional. A este movimiento también pertenecían otros amigos y compañeros suyos de promoción como Jesús García Noblejas y Brunet.

Ignacio Corujo
Abandonamos por un momento a Javier Fernández-Golfín para presentar a otro de los elementos clave en esta historia. Se trata de Ignacio Corujo y López-Villamil, nacido en San Martín de Anes (Asturias). Hijo del procurador ovetense Ignacio Corujo y Valvidares y de Ángela López-Villamil Alonso, y sobrino de Ángel Corujo y Valvidares, catedrático de Derecho. Tanto Ignacio como su hermano Juan José estudiaron en el colegio de El Pilar, perteneciendo el primero a la promoción de 1918 y el segundo a la de 1928. El matrimonio también tuvo otra hija llamada Manuela. Ignacio no debía ser tan buen estudiante como Javier Fernández-Golfín, pero en cambio destacó en la práctica del fútbol. Abajo le podemos ver, de pie en el centro, junto a sus compañeros de equipo en 1914.

Al dejar el colegio, Ignacio empezó la carrera de derecho y en Abril de 1924 juró su cargo como procurador, al igual que su padre. Ya en 1926, aunque quizás desde algún año antes, tenía establecido su despacho profesional en la Avenida del Conde de Peñalver 15, en Madrid y se anunciaba en el Boletín de los Antiguos Alumnos del Colegio.

He descubierto que el padre de Ignacio Corujo ya conocía al general Mola antes de proclamarse la república como se desprende de un poder otorgado por el general al procurador en 1931. Esta relación pudo ser simplemente profesional o quizás pudo sentar las bases para una colaboración posterior a otros niveles. En cualquier caso, tanto Ignacio como Javier Fernández-Golfín terminaron militando en Falange. Aunque ambos se llevaban un par de años de diferencia, posiblemente se conocieran del colegio -tengamos en cuenta que antes de 1921 el colegio no estaba aún en el edificio de Castelló y el número de alumnos era mucho menor- y coincidirían en alguna reunión de la Asociación de Antiguos Alumnos.

Juan Francisco Jiménez
El tercero de los protagonistas de esta ecuación fue nuestro compañero Juan Francisco Jiménez Martín. Juan Francisco era el primogénito del matrimonio formado por el español Juan Francisco Jiménez y la señorita chilena Victoria Martín. Aunque Juan había nacido en Chile, donde su padre disfrutaba de una cómoda posición, quisieron que cursara los últimos años de bachillerato en España, en concreto en el colegio del Pilar, como Javier e Ignacio. Sin embargo, Juan Francisco era mucho más joven que los otros dos pilaristas ya que se graduó el año 1929.
Después de abandonar el colegio estudió medicina doctorándose a los 23 años con notas sobresalientes. Al terminar la carrera volvió a Chile pero cuando estalló la guerra regresó rápidamente a España ya que era también un entusiasta falangista. Por ahora dejamos aquí a este joven doctor, aunque luego volveremos a hablar de él.

Máximo Prieto
Otro de los pilaristas de los que quiero hablar hoy es Máximo Prieto Arozarena, hijo del General Patricio Prieto Llovera y de Blanca Arozarena, y natural de Madrid. Máximo era compañero de promoción de Juan Francisco. Sus hermanos, Joaquín -promoción de 1926-, Carlos -promoción de 1927- y Alfonso -promoción de 1940- también estudiaron en el colegio. No he podido reunir muchos datos de su vida, tan sólo que era Teniente de Artillería y desempeñaba el cargo de jefe de la Comandancia de Artillería de Vallecas. Su destino era, por tanto, fundamental a la hora de obtener información militar del Ejército Popular.
Fernando Colmenares
El último de los pilaristas de los que he tenido noticia que participaron en esta trama fue Fernando de Colmenares Espín. Natural de Madrid e hijo de Domingo Colmenares y de Ascensión Espín Rendós. Antiguo alumno de la promoción de 1922 y hermano de José María, Segundo y Julio, de las promociones de 1915, 1916 y 1918, respectivamente. Fernando, afortunadamente, no fue condenado a muerte. Sobrevivió a la guerra y desarrolló después su actividad profesional en el ramo de los seguros. En los meses en los que se produjeron los hechos trabajaba como cajero de la Junta de Espectáculos y estaba casado.

La organización
Javier e Ignacio, desde las primeras horas del Alzamiento se pusieron manos a la obra colaborando con la España nacional y a las órdenes de la jefatura de la falange clandestina en Madrid. Ignacio estuvo el 19 de Julio en comunicación desde Unión Radio con diversas capitales de provincia informando de la situación en Madrid. Por su parte, Javier empieza a tejer una red de contactos que le proporcione informes de vital importancia para el desarrollo de las operaciones militares. Aproximadamente, en Noviembre de 1936 los grupos de los dos pilaristas se unen dando lugar a la organización «Golfín-Corujo». Posteriormente, a esta sociedad se fueron sumando nuevos integrantes, algunos de ellos pilaristas como Juan Francisco, y se agregaron otros grupos, de manera que la organización fue ampliando sus objetivos. En Marzo de 1937 la estructura alcanza su mayor expansión siendo nombrado Javier responsable de toda la red de espionaje.
El grupo «Golfín-Corujo», se dividía en cuatro secciones. La primera y más importante de ellas, dependiente de Javier Fernández-Golfín, estudiaba los datos militares que tenían que llegar a Burgos, se encargaba de la coordinación de los enlaces con las embajadas, mantenía contactos con la cúpula de Falange, etc. La segunda, que dirigía Ignacio Corujo, tenía por objeto los asuntos jurídicos, auxilio a los detenidos y evasiones. La tercera, que dependía de Diego Martínez Sesé, se encargaba de los sindicatos y de la captación de nuevos integrantes. Por último, la cuarta sección, se centraba en acciones de «Socorro Blanco» -fundamentalmente ayuda económica a las familias de los encarcelados- y en la obtención de armamento, estando bajo la dirección de Gregorio Fernández Balaguer. La coordinación de todos los grupos y la cabeza visible de la organización era Javier Fernández-Golfín, quien además seguía trabajando en el Ministerio de la Gobernación en la construcción de refugios antiaéreos.

La organización «Golfín-Corujo» enlazaba también con otros importantes grupos como el liderado por Juan Manuel de la Aldea Rui-Fernández. En él se incluían Félix Fernández Requés, Aníbal Ruiz Villar, responsable de las emisoras, y Alberto Arias Díaz, que gestionaba la libertad de los detenidos. Por último, también formaban parte de la estructura el grupo del capitán médico Eduardo Isla Carande y el llamado «grupo cívico-militar» del químico Tomás Bidaurre Elizalde, en cuyas filas se encuadraban los pilaristas Fernando Colmenares y Máximo Prieto. Como podemos observar la organización era realmente amplia y compleja, superando los doscientos efectivos infiltrados en todas las esferas del gobierno y la sociedad del Madrid de retaguardia.
En Agosto de 1936 entraron en contacto con los Servicios de Información del Bando Nacional, y bien a través de la Embajada de Alemania, bien por medio de agentes y evadidos al otro bando, o utilizando algunas emisoras de radio de la capital empezaron a transmitir información militar de gran importancia como datos precisos sobre las fortificaciones de Madrid, efectivos, armamento, ubicación de las unidades del Ejército Popular, redes de comunicación, planos sobre la situación de las defensas, los bunkers antiaéreos, las zonas minadas, los campos de aviación, los talleres de vehículos mecánicos militares o las baterías antiaéreas.
Por su parte, el grupo de Ignacio Corujo, gracias a sus contactos en los tribunales consiguió más de 300 absoluciones. También hicieron desaparecer un fichero de la Dirección General de Seguridad con más de 1.600 nombres de integrantes de Falange, lo que salvó la vida a muchos militantes que se encontraban en Zona Roja. Del mismo modo, proporcionaron protección a destacadas personalidades que se hallaban en las cárceles de Madrid como el General de Sanidad Militar Mariano Gómez Ulla, o el General Agustín Muñoz Grandes. También se obtuvieron y enviaron a la Zona Nacional fotografías de los asesinatos que se cometían a diario en Madrid. De esta forma, se difundía internacionalmente la realidad de lo que estaba pasando en la retaguardia republicana.

Otra de las gestiones que realizaban los miembros de la organización era ayudar a los refugiados en embajadas, y gestionar las evacuaciones y el canje de presos. En estas acciones participó el pilarista y doctor chileno Juan Francisco Jiménez, que colaboraba también con el cónsul de Noruega en Madrid, Félix Schlayer.
El doctor Jiménez se entrevistó en varias ocasiones con Raimundo Fernández-Cuesta y Melero, secretario general de Falange Española de las JONS, y con José Valdés Larrañaga. Fernández-Cuesta, preso en la checa de San Antón, y Valdés Larrañaga, encarcelado en la cárcel de Porlier, eran, junto a Leopoldo Panizo, los máximos responsables de falange clandestina en Madrid. Los objetivos de estas entrevistas eran los de transmitir las órdenes de la cúpula de la Falange a la Quinta Columna y, por medio de los evacuados, a la Zona Nacional. También se organizó el canje de Fernández-Cuesta por un hermano del ministro republicano Manuel de Irujo. Finalmente, el intercambio no se llevó a cabo, aunque Fernández-Cuesta siempre guardó una gratitud y un aprecio muy especial a Francisco Jiménez como él mismo reconoce en sus memorias: «Pocas personas encontré en la guerra más entregado a su ideal y más dispuesto a todo sacrificio por él, incluso el de la vida. Frágil de aspecto, pero de un espíritu gigante, no regateó riesgo ni trabajo por servir a la causa nacional. Siempre alegre y jovial, sus visitas a la cárcel traían un rayo de luz y de esperanza».

Creo que también merece una mención especial el papel jugado por Matilde Casañ Pablo de 21 años, novia de Javier Fernández-Golfín. «Mati», como era conocida por sus amigos, era actriz y trabajaba con el nombre artístico de «Matilde Llonellama«, ya que había vivido algún tiempo en Japón. Estaba afiliada a Falange desde 1934 y conocía a Javier desde hacía 6 años. «Mati» consiguió infiltrarse en Octubre de 1936 como secretaria del Director General de Milicias, Enrique Pérez Bolín, obteniendo por este medio importantes informes.
Como ya hemos mencionado antes, otra de las labores de la red era la de ayudar a las familias de los encarcelados, refugiados y huidos mediante el llamado «Socorro Blanco». Entre las familias beneficiadas de esta ayuda estaba la del pilarista Agustín Aznar.

Sería muy largo enumerar aquí todas las acciones que realizaron los integrantes de la Organización «Golfín-Corujo» y que tantas vidas salvaron durante la guerra. Para que el lector se haga una idea, la memoria de actividades que se encuentra en el Archivo General Militar de Ávila contiene más de 180 folios. Por ejemplo, en Noviembre de 1936 liberaron a un grupo de presos de la Cárcel Modelo y los refugiaron en la legación Argentina. Colaborando también con la misma embajada organizaron el traslado a Alicante y posterior evacuación de 23 militares, proporcionándoles documentación falsa. También participaron en acciones junto a las legaciones y consulados de México, Cuba, Perú (donde se encontraba refugiado José, el hermano menor de Javier Fernández-Golfín), Polonia, Rumanía, Noruega, como ya he comentado antes, y Chile.
La trampa
Sin embargo, como veremos a continuación, toda esta compleja estructura se vendría abajo debido a la traición de uno de los elementos. Una mañana de Diciembre de 1936 Ignacio Corujo se puso en contacto con el técnico de radio Alberto Castilla que se encontraba refugiado en el consulado de Perú. Ignacio quería pedirle su ayuda para instalar una emisora en el propio edificio de Príncipe de Vergara en el que se encontraba la sede diplomática. Este fue el primer encuentro de Castilla con la organización clandestina. Poco a poco éste fue ganando la confianza de Ignacio y sobre todo de Javier Fernández-Golfín.

En los primeros meses de 1937, cuando Castilla estaba ya completamente integrado en la Quinta Columna realizando labores de enlace, fue detenido por la Brigada Especial que dirigía el comisario Fernando Valentí Fernández, responsable de la lucha contra el espionaje de retaguardia en Madrid. Los agentes comunistas le amenazaron con fusilar a su padre y a su hermana si no colaboraba con ellos. Por el contraría, si se plegaba a sus exigencias, se comprometían a facilitarle una importante cantidad de dinero y la huida al extranjero. Juntos empezaron a preparar una emboscada con la que atrapar a la mayor parte de los miembros de la organización.
Las detenciones
El 4 de Mayo de 1937, fue el día escogido para cerrar el cerco sobre el grupo de falangistas. Después de un encuentro en la plaza de Colón en el que participaron Javier, Ignacio y Alberto Castilla junto a otros miembros de la red de espionaje, se iniciaron las detenciones en plena calle que se saldaron con casi un centenar de detenciones y decenas de registros.

Otra versión de los acontecimientos nos dice que primero apresaron a Fernández-Golfín en la calle Jorge Juan. Posteriormente, tras un largo y minucioso registro en su domicilio de Gran Vía 15, fue igualmente detenido Ignacio Corujo junto a su padre, también procurador y su hermano Juan. Todos son conducidos a la Prevención de la Dirección General de Seguridad del Colegio de los Salesianos de la Ronda de Atocha número 21, también conocida como «checa de Atocha» o checa de la «Brigada Especial Valentí».
Tanto en el registro como en la checa, miembros de la junta de gobierno del Colegio de Procuradores de Madrid intentan, sin suerte, obtener la libertad de los detenidos que eran acusados de conspiración organizada por Falange Española.
Por otro lado, la organización «Golfín-Corujo» iba a ser utilizada por el NKVD soviético -el servicio secreto de Stalin– bajo las órdenes de Alexander Orlov para deshacerse de uno de sus rivales. Javier Fernández-Golfín, instigado por el ya confidente Castilla, había dibujado en Abril de 1937 junto a su hermano pequeño Manuel, un plano milimetrado de Madrid donde se indicaban las principales defensas antiaéreas y minas terrestres. A través de Alberto Castilla este croquis debía llegar -tras pasar previamente por las manos de la cúpula de Falange clandestina y el SIPM (Servicio de Información Político-Militar)- al Cuartel General de Franco. Castilla, por indicación de Alexander Orlov, aprovechó este valioso documento para relacionar al POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) y a su líder, Andreu Nin, con los servicios de espionajes del bando nacional. Para ello escribió detrás del plano con tinta invisible un mensaje cifrado que contenía en mayúsculas la letra N, en referencia a Nin. Toda esta trama provocaría la ejecución de Nin y la persecución de todos los miembros del POUM. Pero esa es otra historia.

Las checas
En las checas los malos tratos, las torturas y las condiciones de los presos eran brutales, como dejó constancia Ramón Rubio Vicente, Tesorero de la Cruz Roja Española en Madrid: «los presos eran objetos de malos tratos, a las mujeres se las hacía declarar en cueros, y en la enfermería los enfermos estaban tirados en el suelo… Los calabozos de los pisos altos eran conocidos entre los presos con el nombre de calabozos de la muerte….». Gracias también a la declaración de José María Donoso Iribarne tomada el 4 de Mayo de 1939, conocemos abundantes detalles sobre el trato que se les dio a los pilaristas detenidos en la «checa de Atocha»:
«Vio un día, como al allí detenido Ignacio Corujo, abogado, que alocado por el dolor del martirio que le daban, echó a correr de junto a sus verdugos, con las uñas levantadas por las cuñas (uno de los métodos de tortura utilizados consistía en introducirles cuñas de madera bajo las uñas), sangrando por los hombros por el efecto del apaleamiento y se arrojó por el hueco de la escalera. Los chequistas, bajaron tras él empuñando pistolas y vergajos, y le sujetaron; Corujo, tuvo fuerza para, de un golpe, romper el brazo a uno de los guardianes. El padre de Corujo, que estaba preso en la misma checa y presenciaba los actos expuestos, corrió a abrazar a su hijo diciéndole «cálmate, son unos caballeros, no te pegarán más». Otro de los testigos presenciales de este hecho, fue el médico Don Juan Francisco Jiménez, que temiendo correr la misma suerte, en un arrebato de terror cogió un clavo y se rasgó una vena con propósito suicida. Con la sangre que manaba escribió en la pared de la celda: «madre, aquí cayó tu hijo». Fue conducido [Francisco Jiménez] en grave estado al hospital; no murió, y, cuando estaba convaleciente, era tal el horror que sentía al volver a aquella checa, que se tragó varios clavos tratando de suicidarse.»

En estos brutales interrogatorios participaban también miembros del NKVD, en calidad de asesores extranjeros, colaborando con los milicianos comunistas. Pese a la terribles torturas, fue especialmente heroico el comportamiento de la joven Matilde Casañ que en ningún momento reconoció su participación en la trama de espionaje ni delató a ninguno de sus compañeros.
Javier Fernández-Golfín compartió celda con su hermano Manuel, con el que tantas veces había jugado de pequeño. Ambos fueron detenidos casi al mismo tiempo, pero corrieron suertes diferentes. Manuel sería después condenado a trabajos forzados en una brigada de trabajadores y enfermó. Pero debido a una cardiopatía le dejaron libre y formó una familia después de la guerra.
De la «checa de Atocha» fueron trasladados semanas después a un campo de trabajo en Nuevo-Baztán. Y de allí a la cárcel de San Antón en la calle Hortaleza, donde permanecieron desde Junio hasta Agosto de 1937.
De esta forma escribía Javier Fernández-Golfín a su familia el 13 de Julio de 1937:
«Queridos todos; mi pensamiento y preocupación habéis sido vosotros y las complicaciones que de todas clases podía proporcionaros. Lo pasado, pasado; yo estoy contento, siempre he estado satisfecho, vosotros debéis estarlo de mi y por mi. Supongo que Manolo hablaría con vosotros y todo lo sabréis. A ti Vito que es la que más ha pasado, un abrazo muy fuerte y no pienses en nada ni te preocupes; poner la mirada adelante como yo lo hago sin que tengáis preocupación por lo que yo haya pasado, vosotros como yo, sabéis a Quién ofrecérselo todo. Nos veremos por las visitas normales. Recibid todos un abrazo muy fuerte de Jave.
P.D. A los amigos hacer extensivo este abrazo. Dadme noticias de Manolo y Pepe.»
Juan Francisco, desesperado, intentó sin éxito fugarse también de esta prisión. En Agosto los detenidos fueron entregados al Tribunal de Espionaje y Alta Traición, y trasladados el 17 de Septiembre a la cárcel modelo de Valencia y de allí partieron, finalmente, en Marzo de 1938, a la Prisión del Estado de Barcelona, ubicada en la calle de Deu y Mata en el barrio de Les Corts.
El juicio quedó visto para sentencia a finales de Abril y el fallo del tribunal se publicó en Barcelona el 12 de Mayo de 1938. Los pilaristas Javier Fernández-Golfín de 33 años, Ignacio Corujo de 36 años, Juan Francisco Jiménez y Máximo Prieto ambos de 24 años, fueron condenados a la pena capital. Otros compañeros de su grupo, como Fernando Colmenares de 29 años, fueron milagrosamente absueltos.

Los intentos de liberación
Antes incluso de la publicación de la sentencia ya se había iniciado una carrera contra reloj para intentar salvar la vida de los condenados. El 10 de Mayo se emite una nota desde el Estado Mayor del Cuartel General del Generalísimo en Burgos pidiendo se incluyeran en los próximos canjes a Javier Fernández-Golfín y a Máximo Prieto. Según relata José Escuder en sus memorias sobre el POUM, se había acordado ya el canje de los diez presos falangistas por otros tantos presos de la zona Nacional. Las negociaciones las llevaba personalmente José Giral y se habían acordado incluso la localidad en la que tendría lugar.
Sin embargo, pese a no estar en el orden del día, los dos ministros comunistas, aprovechando la ausencia de algunos otros ministros, llevaron al Consejo de Ministros la votación sobre la ejecución de la sentencia. Seis ministros votaron a favor del fusilamiento y cinco en contra. Según José Escuder, la verdadera motivación de los comunistas habría sido el impedir que Fernández-Golfín pudiera declarar en el proceso iniciado contra el POUM y dejar en evidencia la falsificación del mapa por parte de los hombres de Orlov.
El 24 de Mayo, Fernández-Golfín volvía a escribir a su familia, manteniendo aún la esperanza:
«Querido hermano Manolo; he recibido vuestra carta del 17 y por primera vez desde hace un año se me han saltado las lágrimas. Tú que eres bueno, que tienes buen carácter, encuentras de qué arrepentirte, comprende lo que yo encontraré en mi y la pena de no haberos hecho más felices, en particular a los padres para los que constituimos sus únicas ilusiones. ¡Este sino mío que después de haberles proporcionado disgustos, les tengo que proporcionar éste mayor que los demás!
Como contrapartida; pensad, cómo yo, en que era un poco pingo y quien sabe en qué momento me hubiera sorprendido el final, y desde luego más hecho, más preparado, más arrepentido, nunca.
Si tuviera suerte me encontraríais cambiado, hasta el carácter se me ha dulcificado.
A Quinita, la pobre, no la veo, y casi lo prefiero, comprendo los ratos que pasará y más si sabe que se nos puede ver a diario por los familiares; ¡los pequeños conflictos que tendrá!
Estamos una docena separados, así que no veo al Peque. Yo me encuentro perfectamente, mucho mejor que cuando me examinaba. Nuestra situación aún puede prolongarse unos días. Sé que Pepe está haciendo lo que puede y yo tengo aún esperanzas no sólo por lo de é1, sino por todo, tenedlas vosotros también.
Otra cosa tengo que deciros ya que hay que hablar de todo. Tener en cuenta el dinero adelantado para la casa de Jorge Juan que figura en mis libros y que conoce Vidal. Están sin cobrar los honorarios de proyecto y dirección. Asimismo están sin cobrar los correspondientes a los proyectos de Gobiernos Civiles, así como los de dirección de la parte de obra ejecutada a partir de las subastas.
Y nada más por hoy, mañana o pasado volveré a escribiros; a los padres hoy les mando una postal. Recuerdos a Maruja y para vosotros, queridos hermanos, mucho ánimo y un abrazo muy fuerte de vuestro Jave.»

También se luchó por obtener la libertad de Ignacio Corujo. Como ya hemos comentado anteriormente, el Colegio Oficial de Procuradores de Madrid se movilizó desde el primer momento en favor de la familia Corujo. Gracias a estas gestiones del decano Eugenio Ruiz Gálvez los detenidos pudieron ser trasladados a San Antón y se consiguió la puesta en libertad del padre de Ignacio. Una vez conocida la sentencia de muerte los miembros de la junta directiva se desvivieron en sumar apoyos de distintas autoridades civiles, militares y judiciales para conseguir un indulto que a la postre les sería negado recibiendo por respuesta de una alta instancia republicana: “la dureza de la guerra no daba cuartel para el enemigo, y las sentencias de los tribunales de la República habían de cumplirse, no sólo para sanear el régimen sino también nuestras propias vidas y las de nuestros hijos”.
En un último intento, el padre de Ignacio Corujo solicitó a la junta del Colegio Oficial de Procuradores de Madrid un documento de descargo de responsabilidades en el que se expresara la índole especial del contrato de mandato y que los procuradores representaban a quienes les honraban con su confianza sin tener en cuenta el matiz social o político del cliente. La junta emitió el documento el 23 de Junio, pero tan sólo un día después Ignacio Corujo López-Villamil era fusilado en los fosos de Montjuic.
El caso del médico Juan Francisco Jiménez, al tratarse de un súbdito chileno, motivó una intensa acción diplomática. Se intentó realizar un canje con otro médico francés detenido en Zona Nacional para lo cual se realizaron gestiones diplomáticas por parte del embajador chileno en Londres, Sr. Edwards, a petición del Presidente de Chile, Arturo Alessandri Palma. Fruto de estas maniobras se consiguió el compromiso personal del Ministro de Estado del Gobierno de la República, Julio Álvarez del Vayo, de votar a favor del canje en el Consejo de Ministros. Sin embargo, Álvarez del Vayo no tuvo ningún reparo en traicionar su palabra y votar a favor del fusilamiento. Esta felonía originó una airada reacción por parte de la sociedad y la prensa chilenas.

Las ejecuciones
La decisión del Consejo de Ministros se les comunicó al anochecer del mismo día. El director de la Prisión de Estado de Barcelona, el socialista Vicente de Vicente Sánchez, reconocía posteriormente que uno de los condenados le confesaba: «Si hubiéramos querido fugarnos como los otros tres, hubiéramos podido hacerlo. Fíjese usted: hay aquí un pedazo de pared completamente hueco, cubierto con un delgado tabique. Era sin duda una puerta que comunicaba con la antigua capilla del convento. No hemos intentado evadirnos porque confiábamos en la promesa de canje.»
Tras fracasar todos los intentos de liberación, el 24 de Junio de 1938, día de San Juan fueron ejecutados los principales miembros de la organización. Volvemos a recurrir al testimonio de José María Donoso Iribarne en la Causa General, quien nos narra las últimas horas de los sentenciados:
«El declarante estuvo con ellos en capilla toda la noche precedente a su fusilamiento hasta las seis y media de la mañana en que lo sacaron para la ejecución. Los diez reos mantuvieron constantemente un espíritu ejemplar. Ignacio Corujo, al despedirse de su padre, le dijo: «muero por Dios y por la Patria, mira que tranquilo voy». Todos manifestaban que morían satisfechos en el día de San Juan y de Corazón de Jesús y que pronto estarían sobre los luceros en presencia de Dios. Les vio morir el abogado de Valencia, D. José Cano Coloma, quien refirió al declarante, que los ejecutados antes de recibir la descarga se dirigieron al piquete diciéndoles que «les perdonaban en nombre de Dios y de la Falange» y cayeron gritando «¡Viva Cristo Rey! y ¡Arriba España!».»
Resulta casi imposible contener la emoción al leer las cartas de despedida de los condenados a sus familiares y amigos. Como la de Jave a su familia que, gracias a la cortesía de sus sobrinos, podemos reproducir íntegramente:


«Stª Dª Victorina Fernández-Golfín.
Jorge Juan n° 16.
Madrid.
Barcelona 23 Junio 1938.
Queridos padres y hermanos; para vosotros todo mi cariño en estos momentos, los últimos de mi vida. Que os sirva de consuelo el saber que estoy completamente tranquilo y quizá hasta contento con mi suerte, que es la de los elegidos. Aceptad esta pena y sacrificio que os impongo y ofrecérsela al Señor como yo se la ofrezco, con la seguridad de que nunca podría sorprenderme la muerte como en estos momentos. Perdonadme de todo cuanto os puedo molestar, en particular a ti padre mío que tantos disgustos te he dado y que añado este final . Todos los afectos se quedan pálidos ante la fuerza de vuestro cariño y la única pena es ésta, el disgusto este irreparable, pero podéis tener la seguridad de que un día nos veremos juntos porque yo os espero.
A ti Pepe te diré que seas honrado y que trabajes, cuando tu voluntad se sienta flaquear piensa en mi.
A ti Manolo, que seas siempre como ahora y que pienses que al faltar yo, tú quedas de principal sostén de 1os viejos.
A vosotras hermanas queridas: a ti Vito que tanto me has acompañado y tanto has sufrido, a ti que llevas estampada esta misma sangre mía, que tu recuerdo sea doble porque dobles son las razones. Tú Carmen, resignada y discreta, apartada de todo y que a pesar de esto te llega la desgracia, acéptala con resignación y si puedes con alegría, cuando te mire desde un lucero, a donde marcharé esta madrugada, no quiero verte con la cara triste.
De Quinita me he despedido hace unas horas, hasta éste consuelo he tenido. Pensar que estoy contento, que ni una arruga ni una lágrima aparecerá en mi rostro.
A vosotros padres queridos; para vosotros, estas flores rojas de mi pecho que son de vuestra sangre para que con vuestro sacrificio se las ofrezcamos juntos al Señor que ha dispuesto de ellas. Pedid por mí, que yo no os olvidaré y recibid todos nu abrazo con toda el alma y con todo el cariño del corazón de vuestro hijo y hermano. Javier»
Otro testimonio que nos expresa los altos ideales de los diez jóvenes que fueron fusilados en esa mañana de Junio es la carta que dirigió Juan Francisco Jiménez a Raimundo Fernández-Cuesta o «Rayo», como cariñosamente le conocía, y que éste siempre conservó como una reliquia:


«Barcelona, 23 de junio de 1938. II Año Triunfal.
Queridísimo Rayo:
Cuando recibas estas líneas habré tenido el honor y el orgullo de morir por la Patria. No lo lamento. Jamás podía imaginar gloria mayor, y caigo contento y alegre, satisfecho de mi destino glorioso y de morir por la Falange y por España. Cuando España, esta recia y sangrante España, dolor y sangre nuestra, recobre su áspero y duro corazón de Península andante y no sean los ríos sobre su piel largas cadenas de plata y por los cielos enteros de la Hispanidad rujan su canto guerrero las águilas del Imperio, proclamando la alegría eterna del yugo y las flechas, entonces dedicadme un recuerdo a quienes la primavera trajo rojas rosas para sus haces. Nos vamos a los luceros, formaremos en la inmensa legión de los caídos por un futuro próximo de gloria; vamos juntos al Ausente, y esto nos enorgullece y nos conforta.
Dos cosas tengo que rogarte: una particular, que escribas a los míos. Otra en nombre de todos: que no se ejerzan represalias, que no se derrame más sangre española por nuestra causa.
Nada más.
Recibe nuestro agradecimiento infinito por todo lo que habéis hecho. Un recuerdo cariñoso para todos; para ti… ¿qué he de decirte? Camarada Jefe: ¡Arriba España! A tus órdenes, vuestro:
Juan Francisco, Tomás Vidaurre, Carlos de Alfaro, Diego Martínez Sesé, Javier F. Golfín, Félix Fernández Reques, Máximo Prieto, Luis García de Paadín, Julio Benavides, Ignacio Corujo.»

El 24 de Junio de 1940, acabada ya la guerra, llegaron los restos de Javier Fernández-Golfín a Madrid y fueron homenajeados por sus compañeros del colegio de arquitectos. Ignacio Corujo, descansa también en el cementerio del Salvador de Oviedo junto a sus padres. Allí reposan los cuerpos de estos valientes jóvenes junto a sus familias a la espera de la Resurrección. Como tantos otros pilaristas, ellos no dudaron en arriesgar sus vidas por defender a Dios y a España.
Quiero expresar mi agradecimiento a la familia Fernández-Golfín, por el material aportado, por su cortesía y amabilidad, y especialmente, por saber valorar «el ejercicio del valor, la humanidad y la caridad en momentos de tribulación» que manifestó su tío Jave.
Fuentes Consultadas:
- «Javier Fernández Golfín, rentista» por Asunción Mateos. Publicado en La Voz de Pozuelo.
- «Javier Fernández Golfín, contable del Casino de Pozuelo». Publicado en La Voz de Pozuelo.
- «Javier Fernández Golfín» por José María García de Tuñón Aza en la Gaceta de la Fundación José Antonio Primo de Rivera, nº 103, del 23 de febrero de 2016.
- Revista Nacional de Arquitectura, Año I, números 10 y 11.
- Causa General, legajo 1539, expediente 1.
- Plano de Madrid incautado a Javier Fernández-Golfín. Causa General, legajo 1564, expediente 13.
- La Libertad, 13-III-1931, página 2.
- Noticiero de Soria, 22-X-1934, página 3. (Biblioteca Virtual de la Prensa Histórica).
- La Prensa de Santa Cruz de Tenerife, 13-XII-1934, página 3. (Biblioteca Virtual de la Prensa Histórica).
- El Diario Palentino, 30-XI-1935, página 2. (Biblioteca Virtual de la Prensa Histórica).
- La Región, 6-V-1936, página 1. (Biblioteca Virtual de la Prensa Histórica).
- Boletín Oficial de la Provincia de Soria, 13-IV-1936, página 3.
- Jura como procurador de Ignacio Corujo, «El Sol», 26-IV-1924, página 6.
- Poder otorgado por Emilio Mola Vidal a Ignacio Corujo Valvidares, Causa nº 1776/1931 del sumario nº 295/1931 del Juzgado de Instrucción del Distrito del Hospital de Madrid contra Emilio Mola Vidal.
- Declaración de D. José María Donoso e Iribarne. Causa General. Folio 1494 y Causa General Legajo 1503, expediente 3, folios 136 y 137.
- «El comisario Valentí, un Sherlock Holmes para la policía republicana«. Publicado en Guerra en Madrid.
- «Testimonio de un espía en el Madrid republicano», por el Dr. Antonio César Moreno Cantano.
- El Colegio de Procuradores de Madrid durante la Guerra Civil, por Julián Caballero Aguado. Revista del ICPM nº7, 2008.
- Sobre Juan Francisco Jiménez Martín, ver «Un asesinato más», ABC de Sevilla del 30-VII-1938.
- «Testimonio, recuerdos y reflexiones», por Raimundo Fernández-Cuesta y Melero.
- «La quinta columna y el cuerpo diplomático en la Guerra Civil española», por Sara Núñez de Prado Clavell y Javier Rodríguez Abengózar
- «Quintacolumnismo y Guerra Civil en Madrid: la trayectoria del falangista Juan Manuel de la Aldea», por Antonio César Moreno Cantano. Universidad de Alcalá de Henares.
- Expediente Informativo del proceso contra el grupo «Fernández Golfín». Archivo General Militar de Ávila C.2870, 11.
- «La Quinta Columna» de Alberto Laguna Reyes y Antonio Vargas Márquez. La Esfera de los Libros 2019.
- Memorias de José Escuder. Páginas 236 a 241.
enero 17, 2022 at 21:15
Interesante artículo. Me pregunto si d. Javier Fdez. Golfin tiene alguna relación con d. Fco. José Pérez y Fdez. Golfin, primer obispo de Getafe.
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diciembre 31, 2022 at 12:34
Si, efectivamente. Era hijo de Doña MARIA LUISA FERNANDEZ-GOLFIN Y GUERRERO. Nacida en Madrid el 18 de Abril de 1.894 y casada con Don Julio Pérez Aubá, Profesor del Magisterio Técnico del Ministerio de Hacienda, quien falleció el 27 de Abril de 1.925. Doña Maria Luisa falleció el 12 de diciembre de 1.986. Por tanto, la madre (Maria Luisa) del Sr Obispo era prima del Padre del fallecido Jave. El sr obispo solia usar el apellido de Fernandez Golfin pero su verdadero apellido era Perez Fernandez-Golfin. Todos los Fernandez Golfin son familia, mas o menos, directa (es una familia pequeña) e, incluso, hasta parte de los Fernandez de Cordova, de quienes procede el «Fernandez».
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febrero 19, 2023 at 12:40
Sobre ello se habla en el libro Los presos de Madrid en 1936, editorial Renacimiento. Y de otras cosas, lo recomiendo.
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