El libro “El Pilar. 100 años” nos cuenta de esta forma el nacimiento de la Congregación en 1910:
“Según los Cuadernos de Don Pedro, el día 28 de enero de 1910 se fundó en el Colegio del Pilar la Congregación de la Santísima Virgen integrada por 19 alumnos de los mayores del Colegio, con el P. Luis Pasco como Director. El año siguiente, el P. Bacquier se hace cargo de esta actividad, el 8 de diciembre de 1910 se imponen las medallas a los congregantes y en mayo se estrena la bandera de terciopelo azul y blanco, colores de la Inmaculada, con el escudo de la Congregación bordado. Las medallas se habían acuñado en casa Feu [1] y la bandera fue bordada por las religiosas reparadoras de Cádiz.
En los cursos siguientes, se fueron encargando de los congregantes los diferentes capellanes del Colegio: los PP. Eugenio López de la Torre, Francisco Martínez de Atristain, Carlos Kauffmann, Emilio Biron. Otros marianistas laicos, como D. Lorenzo Reca y D. Pedro Ruiz de Azua, estuvieron también al cargo de los congregantes.”
Por otro lado, en la revista Recuerdos del curso 1912-1913 encontramos una crónica que nos describe su funcionamiento y organización, así como una pequeña reseña de los primeros ponentes de las reuniones de la Congregación.
Espero que la disfrutéis.
Congregaciones de la Santísima Virgen.
Constituyéronse ya bastante entrado el curso, pues era preciso estudiar su organización y funcionamiento, teniendo en cuenta las nuevas circunstancias en que las colocaban el crecido número de congregantes, las del local destinado a las reuniones y otras.
Este período de estudio no les ha perjudicado en modo alguno, pues su vida ha sido próspera y los resultados, en cuanto es dado apreciarlos, beneficiosos en alto grado para todo el Colegio. Han llenado su hermosa y fecunda misión, siendo luz y calor por el buen ejemplo y la influencia de los Congregantes.
Existen actualmente dos Congregaciones: la de los mayores, formada por alumnos del 4.°, 5.° y 6.° año, y la de los medianos por los restantes alumnos de segunda enseñanza. La proyectada congregación de los alumnos de primera enseñanza que la dirección del Colegio aspira a organizar en breve plazo, no ha podido constituirse este año por dificultades que no era posible orillar.
¿Cuál es el fin de estas agrupaciones? El primero y principal es un fin piadoso. Constituyen una reunión de jóvenes, ganosos ante todo de llevar una vida cristiana intensa; su primera obligación es la oración seria, reflexiva, manantial de energías sobrenaturales que les mantengan en el cumplimiento exacto de todas sus obligaciones. Deben igualmente preocuparse de su vida interior, de la reforma de su carácter; deben realizar repetidos esfuerzos para su progreso intelectual y religioso.

Pero lejos de concentrarse en estas preocupaciones egoístas, quieren que su vida cristiana rebose de sus almas y se propague a sus compañeros; tienen la noble ambición de ser apóstoles, de contribuir al bien de cuantos los rodean. Su acción es discreta, modesta, oculta en general, pero no menos eficaz; practican el apostolado del buen ejemplo y de la oración, no echando mano de medios más directos al parecer, sino cuando atendidas las circunstancias así lo aconseje la prudencia.
Pero lo que da a las Congregaciones su caracter propio es que nacen y desarrollan su vida bajo los auspicios de María Santísima. Ella es la señora, la soberana, el todo de la Congregación; los congregantes constituyen un cuerpo selecto, una especie de caballería de la Virgen, de manera que la vida y la acción del congregante van compenetrados de este espíritu mariano.
Las reuniones se han efectuado durante el curso pasado con toda regularidad. Cada ocho días agrupaba a los congregantes una corta sesión en que después de los rezos acostumbrados, oían exponer algún asunto piadoso apropiado a sus particulares condiciones. «¿Qué son las congregaciones?» «¿Cuáles los deberes del congregante?» EI «trabajo», el «carácter», las «prácticas cristianas» y otros variados asuntos han sido expuestos y atentamente escuchados.
Para que la intervención de los congregantes fuera más personal y más eficaz el fruto de estas reuniones, los mismos miembros de la Congregación han sido invitados a estudiar algún tema piadoso y a exponerlo ante sus compañeros. El resultado de esta iniciativa bien dirigida ha de parecer beneficioso a toda persona sensata. Ya es una ventaja positiva el aprendizaje que se hace, con semejante ejercicio, del arte de acumular los materiales necesarios, ordenarlos, darles una forma correcta, clara, y a ser posible literaria, y adquirir el aplomo que requiere la palabra pública.
La cultura intelectual y literaria así adquirida, aunque está lejos de ser despreciable, no constituye sin embargo, desde el punto de vista que aquí se persigue, sino un resultado secundario. Lo importante, lo verdaderamente apreciable es la instrucción que el comercio con los libros piadosos, la reflexión sobre ideas religiosas y la meditacióin que supone el darles cuerpo para exteriorizarlas, procura al espíritu, y si el gran mal de nuestros tiempos es, a juicio de personas muy autorizadas, la ignorancia religiosa, claro está que la Congregación suministra, dentro de su modesta esfera de acción, el remedio más directo y más eficaz contra esta plaga social.
Tales son los motivos que han inspirado esta innovación. La realización perfecta de semejante plan tropieza con muchas dificultades, siendo la principal la incompetencia general en asunto tan difícil como lo palabra pública y más cuando versa sobre temas tan abstractos y tan hondos como lo son los religiosos. El orador camina entre dos escollos igualmente peligrosos: la oscuridad y la vulgaridad.
No diremos que los congregantes del Colegio hayan salvado siempre como consumados artistas y profundos pensadores estos inconvenientes, ni tan siquiera que se hayan revelado en toda circunstancia como oradores perfectos para quienes el manejo de la palabra no encierra secreto alguno, pero sí que en conjunto y sin que sea preciso extremar la indulgencia, han desempeñado airosamente su cometido y cosechado muy sinceras y entusiastas felicitaciones, iniciadas por el director del Colegio que ha querido realzar con su presencia estas modestas reuniones.
Así hemos oído al Presidente de la Congregación, Ricardo de La Cierva [2], exponernos con mucho orden, con claridad meridiana y con envidiable fluidez de palabra, el fin de la Congregación. Era asunto que a él correspondia de derecho y que por sí mismo iniciaba lógicamente la serie de conferencias que habían de seguir. Alberto Balseyro [3] disertó sobre el buen ejemplo y oyó merecidas enhorabuenas; sin embargo hubiera recibido su disertación mayor realce de tener más ordenada distribución de las ideas. José I. Vaillant [4] explanó la necesidad de reformar el carácter y los medios más adecuados para lograrlo; el plan fue lógico, la exposición clara y la acción oratoria apenas estorbada por una ligera excitación nerviosa muy comprensible en un primer ensayo.
También se había propuesto la Congregación de los mayores practicar la limosna corporal, haciendo una colecta en cada reunión, con cuyos productos se socorrería a alguna familia pobre del barrio, que señalara el señor párroco. Desgraciadamente los recursos así arbitrados han sido tan modestos que no han permitido llevar a la práctica tan hermoso y urgente proyecto.
No constituye esta confesión una crítica de la falta de generosidad de los congregantes, no; en las demás obras benéficas a que colabora el Colegio han dejado bien asentada su fama de generosos y caritativos. Si las arcas de la Congregación no encierran mayor caudal ni permiten ningún género de despilfarro, se debe a circunstancias ajenas a la voluntad de los congregantes, las que han sido causa de que se redujeran a dos las colectas efectuadas.
Notas del Editor:
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“FEU solía marcar su autoría en el canto de las piezas, se le conocen labores medallísticas de 1825 a 1998, tenía fábrica en Barcelona más abrió otra en Madrid realizando en ella medallas, dejando en la antigua ubicación solo troquelados de botonería, podían ser de su autoría algunas que no muestran marcas, en algunas medallas las ponía éstas en los cantos.” (Fuente: http://www.cruces-medallas.com)
- Ricardo de la Cierva y Codorniu (†Paracuellos del Jarama 7-11-1936): Promoción de 1913. Abogado y político, hijo del ministro de Alfonso XIII Juan de la Cierva y Peñafiel, hermano del ingeniero e inventor Juan de la Cierva y padre del ingeniero e inventor Juan José de la Cierva y Hoces (promoción de 1943) y del historiador y político Ricardo de la Cierva y Hoces (promoción de 1945). Al estallar la Guerra Civil Española fue capturado en Barajas por la delación de un colaborador, cuando trataba de huir a Francia para reunirse con su mujer y sus seis hijos pequeños. Encarcelado en la cárcel Modelo de Madrid, pasó sus días como recluso en pésimas condiciones hasta la fecha en que fue excarcelado para ser fusilado junto a otros cientos de víctimas en las matanzas de Paracuellos. Todo ello a pesar de las promesas declaradas por distintos mandatarios republicanos al cónsul de Noruega en las que se alegaba hacer todo lo que era posible para liberar al abogado, tal como cuenta Félix Schlayer en su célebre libro biográfico “Un Diplomático en el Madrid rojo”. Fuente: Wikipedia.
- Alberto Balseyro Gómez (†1921): Promoción de 1914. Oficial de infantería muerto en combate en el monte Arruit (desastre de Annual) en 1921.
- José Ignacio Vaillant Tordesillas (†1955): Promoción de 1914. Marqués de Candelaria de Yarayabo y marqués de Ustariz.
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