Hace unos días cayó en mis manos el sexto número del Boletín de la Asociación de Antiguos Alumnos del Colegio. Los antiguos habían empezado a organizarse apenas tres años antes y ya editaban su revista. Pero lo verdaderamente interesante de este número es que la portada aparece dedicada a Fernando Martínez de la Vega y Martínez de la Vega.

Fernando era hijo del general auditor Juan Martínez de la Vega y Zegrí, que había destacado por su participación en el Expediente Picasso que investigó las responsabilidades por el llamado Desastre de Annual y por ser el autor del manual «El Derecho Militar en la Edad Media»; y de Doña Consolación Martínez de la Vega y Aguilar. La familia la completaba su hermano Juan, que al igual que Fernando pertenecía a la promoción de 1913 del colegio. Juan se casaría después con Irene Pedrosa y serían padres del dramaturgo Juan Bautista Martínez de la Vega Pedrosa, pero esa es ya otra historia.

Retrato del General Juan Martínez de la Vega y Zegrí en 1930.

Fernando debió de ser un alumno brillante ya que consiguió ingresar en la Escuela y terminar con éxito la carrera de Ingeniero de Caminos. Pero no sólo se conformó con obtener este título, sino que también completó los estudios de Derecho. En el servicio militar llegó a oficial de Caballería y sirvió en África en un momento en que este destino era extremadamente arriesgado.

En 1926, cuando se realizó la entrevista, nuestro protagonista intentaba labrarse un futuro y adquirir una buena posición social, como corresponde a un joven profesional con sus estudios terminados. Así que, un día de Marzo, a la entrada de su casa en la calle Monte Esquinza 14, nos encontramos con Fernando:

Cinco minutos de charla con… Fernando Martínez de la Vega


«-Ante todo, querido Fernando, perdona este «atraco» a la puerta de tu casa: pero necesitaba verte con urgencia, porque en la imprenta esperan impacientes las cuartillas.

¡Por Dios, hombre! -contesta sonriente-. Nada de eso. Tú eres el que debe excusarme. Pero es que estoy agobiado de trabajo. ¿Tú sabes lo que son ocho horas de oficina?

-¡Por desgracia, sí que lo sé!

-Bueno, y tú dirás…

-No; eres tú el que tienes que decir.

-¿Yo? ¿Y qué voy a decirte? ¿De qué voy a hablarte, como no sea de mi trabajo? Me absorbe todo el día.

-¡Hombre! ¿Pues de qué ha de ser? De la Asociación. ¿Sigues con interés su marcha?

-Aunque, te repito que apenas tengo momento libre, me interesa mucho todo lo que con ella se relaciona; pero apenas si puedo cumplir como debía. ¡Ah!, ya verías, ya verías, si tuviera tiempo.

-Haremos votos por que lo tengas.

-Ya Ricardo La Cierva exteriorizó la causa de esta aparente apatía de los más antiguos. Estamos en una edad de lucha, de formación; trabajamos afanosamente por crearnos una posición, por situarnos.

-¡Y no es mal trabajo!

Portada del número 6 del Boletín de la Asociación de Antiguos Alumnos. Retrato de Fernando Martínez de la Vega.
Portada del número 6 del Boletín de la Asociación de Antiguos Alumnos. Retrato de Fernando Martínez de la Vega.

-Y respecto a la Asociación te diré que yo creo sigue un buen derrotero. Por lo que he leído en el BOLETÍN, vais bien orientados. La Asociación no debe ser ni un Casino, ni un lugar de reunión o cita. No, señor. No debe ser el trato, la amistad, el fundamento, sino el vínculo moral de la educación recibida, del compañerismo. Si alguien necesita de mí, yo le serviré con mi mejor voluntad, le conozca o no, le trate o no le trate; porque al atenderle, sólo veo que presto un favor a la Asociación, que ayudo a un asociado; esto es: a un compañero que se educó en mi Colegio. Por eso repito, no es necesario que todos nos tratemos, ni que todos seamos amigos.

-Y, en ese caso, ¿a qué debe limitarse nuestra intervención?

-A fomentar la idea de la Asociación, a hacer la propaganda por todos los medios que tengáis a vuestro alcance. Pero propaganda útil, eficaz. Y la mejor propaganda son los propios actos. Ayudarnos los unos a los otros y propagar esta ayuda para que el que nos necesite nos busque, sin recelo ni temor. Esa es la mejor propaganda: la ayuda recíproca.

-Y, en ese sentido, ¿qué opinas de la velada teatral que vamos a celebrar dentro de unas semanas para allegar fondos con que crear becas y premios?

-El proyecto me parece excelente. Con él alcanzamos dos fines: el caritativo, su próximo objeto, ya que por tal medio lograremos un ingreso con que poder atender a la creación y sostenimiento de esas becas, y, además, en esa velada tendremos ocasión de vernos, de saludarnos muchos que apenas nos encontramos ahora, de cambiar impresiones, de recordar nuestros tiempos de colegiales. Ya ves. eso está bien: verse de cuando en cuando; charlar un rato; evocar felices épocas…; todo eso me parece muy bien.

-Y, para terminar, Fernando; con toda franqueza: ¿tú eres optimista en lo que a la Asociación se refiere?

-¡Naturalmente! Ahora, que mi optimismo es reposado, paciente. ¿Comprendes? Creo que nuestra Asociación está llamada a jugar un importante papel en nuestra vida; pero que debemos dar tiempo al tiempo, dejar sedimentar los principios que la informan, cimentar sus bases. La Asociación prosperará poco a poco, sin desmayo, porque está llamada a socorrernos a todos y a cada uno con su ayuda; pero, no lo olvides: la mejor propaganda, sus propios actos… De la eficacia de éstos se desprenderá su utilidad…

-Gracias, Fernando, y que si tienes un rato libre…

-Prometo dedicároslo con todo entusiasmo.

Y Fernando Martínez de la Vega, el muchacho simpático y estudioso, que con gran brillantez ha cursado dos carreras, nos despide cariñosamente con un efusivo apretón de manos.»

Fernando Martínez de la Vega.
Fernando Martínez de la Vega.

Sin embargo, diez años después, al estallar la guerra, todo iba a cambiar radicalmente. Pero mejor que lo cuente yo, es que transcriba directamente el texto que se incluyó en el número extraordinario de la Revista del Colegio de Ingenieros de Caminos después de la guerra:

«Toda su vida profesional al servicio de la Compañía Telefónica, en contacto con obreros especializados, en los que tantos estragos han hecho las perversas predicaciones marxistas, pudiese creérsele víctima, como tanto otros, de una ruin venganza. No resultó así, y se fue librando de verse detenido durante bastante tiempo. Cuando cae en manos de la canalla, es con ocasión de ser detenido su padre, el general D. Juan Martínez de la Vega y Zegrí, que durante muchos años ha sido auditor, y se conoce en el mundo político su extraordinaria valía. Se niega el hijo a separarse de su padre y son encarcelados juntos. Al acercarse las tropas de Franco a Madrid, en octubre del 36, el Gobierno rojo elige sus víctimas; entre ellas está el prestigioso general del Cuerpo Jurídico. Fernando Martínez de la Vega no debía ser asesinado, pero quiere correr la suerte de su padre y sucumbe con él en Paracuellos. Este rasgo de piedad filial fue comentado entre los miserables asesinos.»

De esta forma, el heroísmo de Fernando le llevó a morir junto a su padre y a otros miles de inocentes en Paracuellos del Jarama el 7 de Noviembre de 1936, truncándose así una prometedora existencia.

Esquela de Fernando Martínez de la Vega y Martínez de la Vega en el ABC del 7-XI-1944.
Esquela de Fernando Martínez de la Vega y Martínez de la Vega en el ABC del 7-XI-1944.