Mi amigo Rafa, también pilarista, dice que últimamente los artículos son un poco ñoños y, como echa de menos las entradas sobre la Guerra Civil y la División Azul, que, todo sea dicho, son las que mayor número de visitas reciben, hoy voy a hablaros de una familia de pilaristas que entregó su vida por sus ideales. Me refiero a los hermanos Ruiz-Vernacci.

Fue un 17 de enero de 1917 cuando en la iglesia de la Concepción de la calle Goya contrajeron matrimonio Luisa Pérez-Bueno y Carratalá y Joaquín Ruiz-Vernacci y Carrascosa [1]. Fruto de este enlace nacieron Luis (promoción de 1935), Joaquín «Chipi», Enrique «Quique» (1939), Mario (1947), José Ignacio, Juan Antonio (1952) y Pilar, la única niña. Luisa, la madre de tan excelente pelotón, era hija del secretario personal de Joaquín Ruiz Jiménez, a la sazón, Ministro de la Gobernación.

Grupo en pie de Chipi, Luis, Quique y Mario Ruiz Vernacci.
De izquierda a derecha: Quique, Luis, Mario y Chipi Ruiz-Vernacci.

Viendo las fechas de graduación es fácil darse cuenta que, incluso los tres hermanos mayores, eran unos niños cuando estalló la Guerra Civil. Luis debía tener unos dieciocho años y los dos siguientes serían aún unos adolescentes. Sin embargo, algunos de ellos ya estaban afiliados en Falange antes de 1936. En palabras de su primo, el también pilarista, Fernando Sánchez-Dragó (1953) [2]: «Los tres pertenecían a la Falange. En su casa, la de mi tía Luisa, se había escrito, cuando ellos eran adolescentes, parte del Cara al sol.» [3]

En la investigación sobre El pequeño y valeroso Gaceo también hice referencia a la supuesta participación de Luis Ruiz-Vernacci en el asalto al centro de Izquierda Republicana en mayo de 1935. En aquel tiempo debería contar con diecisiete años.

Parece ser que la familia pasó la guerra en Madrid escondidos en alguna embajada como tantos otros refugiados. De esta forma pudieron salvar la vida y la familia Ruiz-Vernacci Pérez-Bueno milagrosamente sobrevivió a tan dura prueba.

Grupo sentado de Chipi, Luis, Enrique y Mario Ruiz Vernacci.
De izquierda a derecha: Luis, Chipi, Mario y Quique Ruiz-Vernacci.

Cuando en 1941, al iniciarse la invasión de la Unión Soviética, se organizó la División Azul, los tres hermanos mayores no lo dudaron un momento y se alistaron llenos de ilusión. Las imágenes que acompañan este artículo podrían corresponder a esos días previos a la partida.

Grupo tomado al natural de la familia de Ruiz Vernacci: Sra. de Vernacci, Chipi, Luis, Quique y Mario.
De pie, Chipi, y sentados de izquierda a derecha: Luis, Doña Luisa Pérez-Bueno, Mario y Quique Ruiz-Vernacci.

Estas fotografías están llenas de alegría pero tienen también un sabor a despedida. La forma en la que Luis, el mayor, aprieta con fuerza la mano de su madre parece expresar toda la emoción de la separación.

Su primo lo describe de esta forma:

«Tres primos míos –Chipi, Quique y Luis– se enrolaron en la División Azul con una centella en los ojos y la frente levantada. Tenía yo entonces cinco años, pero lo recuerdo muy bien. Eran altos, fuertes, generosos. Trigo limpio. Antes de irse me levantaron en vilo a la altura de los ojos y se despidieron de mí. Llevo ese adiós clavado en el alma. Dos de ellos no regresaron nunca. No eran amigos de Hitler, sino enemigos de Stalin» [4]

En la División Azul quedaron encuadrados en la bi-laureada 2ª Compañía Antitanques. En ella formaban también Vicente Gaceo, Agustín Aznar y los García Noblejas. Todos ellos compañeros del colegio del Pilar.

Retrato de Chipi, Luis, y Enrique Ruiz Vernacci, fotos hechas días antes de partir para combatir el frente ruso.
De izquierda a derecha: Quique, Luis y Chipi Ruiz-Vernacci.

Sin embargo, pronto llegarían los duros momentos en los que un hombre se convierte en leyenda.

El 17 de octubre de 1941 le llegó la hora del sacrificio a Chipi Ruiz-Vernacci:

«El primero cayó en octubre; cayó herido el capitán de una Compañía del Regimiento de Infantería; le metieron en una casucha, acompañado del Capellán y del médico; cayó un mortero sobre ella y ardió y al salir el capellán y el médico; Chipi, sargento de Falange, se fue allá, mas cayó otro mortero y mató al capitán y a Joaquín Ruiz Vernacci, ambos fueron enterrados juntos y fue Vicente Gaceo quien cumplió con este último acto de piedad y camaradería.» [5]

Continúa la narración:

«Quique con Aznar y otros camaradas, fue a relevar en la posición a Luis Ruiz-Vernacci y otros. Los dos hermanos se besaron, pero el beso no llegó a cuajar porque tropezaron los cascos de ambos guerreros. Con Quique se quedó en la posición Enrique Sotomayor y dirigiéndose a él, Luis le dijo: «Enrique (por Sotomayor) cuídame al niño» y Luis no volvió a ver a su hermano.» [6]

La madrugada del 4 de diciembre era Quique quien entregaba su vida:

«Quique, como primer proveedor de una pieza antitanque actuó heroicamente. En una acción quedaron heridos todos los sirvientes de la pieza y Quique quedó muerto. Sotomayor fue en su auxilio y cayó también y Agustín Aznar , Mariano Fontes y Colín Salgado recogieron ambos cadáveres.» [7]

Recordatorio dé Joaquín y Enrique Ruiz Vernacci.
Recordatorio de Joaquín y Enrique Ruiz-Vernacci.

Os incluyo también otra versión mucho más heroica de estos sucesos, escrita por mi amigo Juan Manuel Cepeda:

«Llegamos al 4 de diciembre. De madrugada, Enrique desde detrás de la coraza de su pieza antitanque, observa como Quique, el pequeño de los Ruiz-Vernacci, salta del parapeto y avanza contra una posición enemiga. Al poco, cae abatido, no le da tiempo ni a gritar un último «Arriba España», su cuerpo queda inerte sobre la nieve, Sotomayor le llama, no quiere creer que Quique ha caído para siempre.

La noche oscura casi no le deja ver, no importa, Sotomayor salta de detrás de su pieza y corriendo se acerca al cadáver de Quique Ruiz-Vernacci, intenta subirlo a hombros, solo quiere recuperar el joven cuerpo roto de su camarada para llevarlo al calor de sus trincheras azules, pero un rafagazo de ametralladora le deja sin aliento. Una bala le perfora la cara; con sus últimas fuerzas consigue agarrar de la mano a Quique, allí quedan entrelazados dos Camisas Azules, dos antiguos estudiantes del SEU, dos falangistas, dos españoles.

Por toda la línea de trincheras se corre la voz de que han caído los dos camaradas, Enrique Sotomayor y Quique Ruiz Vernacci, los sargentos y los pocos oficiales que quedan en pie, casi no pueden contener a multitud de camaradas que quieren ir a recoger los cadáveres, de pronto se escucha un enérgico himno, toda la posición canta el «Cara al Sol» en honor a los camaradas caidos.

A las pocas horas, Agustín Aznar, su antiguo Jefe de Milicias en la Falange de Madrid, recompensado con la «Palma de Plata» por el propio José Antonio, sin requerir el apoyo y ayuda de ningún otro camarada, salta de la trinchera, se dirige hacia los cuerpos de los dos Enriques, ambos están cubiertos con una fina capa de hielo, lo que no impide que en sus rostros parezca adivinarse una sonrisa. El hercúleo Agustín consigue hacerse con ambos, después de un esfuerzo titánico, los sube a sus hombros y los devuelve a tierra defendida por españoles, por falangistas, que es la forma más exacta de ser español.»

Recordatorio dé Joaquín y Enrique Ruiz Vernacci.
Recordatorio de Joaquín y Enrique Ruiz-Vernacci.

La última carta de Chipi, escrita instantes antes de morir, ha llegado hasta nosotros como póstumo testimonio de estos valientes:

«Queridos hermanos: Cuando ya os había escrito este papel adjunto y os quise mandar por medio de un camarada de vuestra unidad, empezó el tomate. Días que no olvidaré nunca. Me tocó la papeleta de desenterrar y trasladar los cadáveres de Javier García Noblejas y otros cinco camaradas.

Cayó muy cerca de mí y acababa yo de estar con él. Era el mejor. En los últimos días de su vida ha hecho cosas magníficas, como era él. Ya tiene José Antonio con él al mejor camarada. Otro ser muy distinto a todos nosotros, muy superior. En fin, vosotros también le conocíais.

Y los canallas rojos han acertado con él cuando pudimos haber sido cualquiera de los idiotas que estábamos allí. También cayó el nieto de Narciso Martínez Cabezas, un flecha formidable.

Os juro con toda mi alma que sacrificaré toda mi vida y mi ideal falangista y que mis ejemplos serán José Antonio y Javier.

Dad un abrazo a Agustín, Dionisio, Colín, Alfredo y demás camaradas, y recibid uno muy fuerte de vuestro hermano que está orgulloso de vosotros. Arriba España, Chipi.

P.D. Escribidme siempre que podáis y yo lo haré también. A papá decirle que estamos juntos y perfectamente.» [8]

Luis Ruiz-Vernacci con uniforme de la División Azul.
Luis Ruiz-Vernacci con uniforme de la División Azul.

El 13 de junio de 1943 se inauguraba el Monumento a los Caídos y el Teniente General Agustín Muñoz Grandes recordaba a los dos pilaristas caídos en Rusia:

«Conozco el temple de los alumnos del Pilar. He visto a un Vernacci que había perdido dos hermanos en Rusia y cuando al que vivía lo reclamó su madre no quería venir. Yo me impuse y él me dijo: yo no puedo presentarme a mi madre dejando aquí a dos hermanos. El valor y el saber morir: eso lo tenemos los españoles y no siempre se nos reconoce en el mundo»

Durante muchos años, en una de las galerías del segundo piso hubo una fotografía de los dos hermanos junto a un pequeño pedazo de la bandera que cubrió sus cuerpos en las estepas de Rusia. Hoy, por supuesto, ha desaparecido cualquier vestigio que pudiera recordar a los alumnos del colegio que hubo un día en que los jóvenes españoles se lanzaron a morir en esa empresa loca que se llamó la División Azul.

Antes de marchar a Rusia con la División Azul aparecen en esta fotografía: Javier García-Noblejas (promoción de 1925) a la derecha con la camisa azul, el corpulento Agustín Aznar (promoción de 1928) a la izquierda de Javier, junto a Agustín aparece Alfredo Jiménez Millas (promoción de 1928) vistiendo una guerrera y en el extremo de la derecha con la cara cortada por la fotografía aparece Vicente Gaceo (promoción de 1931). Fuente: Juan Manuel Cepeda.
Antes de marchar a Rusia con la División Azul aparecen en esta fotografía: Javier García-Noblejas (promoción de 1925) a la derecha con la camisa azul, el corpulento Agustín Aznar (promoción de 1928) a la izquierda de Javier, junto a Agustín aparece Alfredo Jiménez Millas (promoción de 1928) vistiendo una guerrera y en el extremo de la derecha con la cara cortada por la fotografía aparece Vicente Gaceo (promoción de 1931). Fuente: Juan Manuel Cepeda.

Por último, comparto con vosotros la poesía que Dionisio Ridruejo dedicó a la madre de los Ruiz-Vernacci:

Ante la madre de un camarada muerto

Vengo sin él, pero su noble carga
pones sobre mis hombros
ahora que unge tu débil mansedumbre
el reproche indecible.

Lo miro con tus ojos. Sí, lo veo;
era el más puro, el solo;
era tan niño como tú lo llevas
de nuevo en las entrañas.

Vengo sin él. Y maternal, sencilla,
generosa, lo buscas
con la ciega esperanza acongojada
sobre mi pensamiento.

Me turba tristemente la riqueza
de que estoy revestido:
Él nutriendo mi fuerza y moribunda
tu sangre en mi palabra.

Su muerte son mis labios: soy su muerte
brava, serena y dulce.
Y su vida también, esa que acoge
la duda en tu sonrisa.

Perdóname si vivo, si se yergue
mi entereza doblada
mientras llena el despojo de tus venas
un cielo resignado.

Perdóname si soy la galería
donde duerme el soldado entre la nieve
y el muro que interpone su dureza
entre su mansedumbre y tu consuelo.

Vengo sin él. ¿Inquieres? ¿Adivinas?
¿Acaricias? ¿Alcanzas?
Y al fin el alma se me extiende, lenta
como un paisaje, a tu dolor de madre
[9]

Notas del Editor:

  1. ABC, 17 de enero de 1917, p. 12.
  2. Fernando Sánchez Dragó es hijo de Fernando Sánchez Monreal y de Elena Dragó Carratalá, prima hermana de Luisa Pérez-Bueno Carratalá, madre de los Ruiz-Vernacci.
  3. Sánchez Dragó, Fernando, Cara al sol en la nieve, El Mundo, 27 de febrero de 2012. https://www.elmundo.es/blogs/elmundo/dragolandia/2012/02/27/cara-al-sol-en-la-nieve.html
  4. Ibidem.
  5. Labor, 3 de marzo de 1942, p. 3.
  6. Ibidem.
  7. Ibidem.
  8. Ibidem.
  9. Ridruejo, Dionisio, Hasta la fecha, Poesías Completas (1934-1959), Madrid, Aguilar, 1961, p. 307 y 308.