Después de un largo paréntesis en el que he estado sin publicar ninguna entrada, volvemos a la revista Recuerdos del curso 1914-1915 para terminar la serie de artículos sobre la práctica literaria. Esta serie la iniciamos con Práctica Literaria en el curso 1914-1915 (Cuarto año), continuando con Práctica Literaria en el curso 1914-1915 (Quinto año)

El autor de las feroces críticas a sus compañeros es el malogrado poeta Ramón Álvarez Serrano. En la mayoría de los casos ya he dedicado otras entradas a los alumnos citados, por lo que he incluido enlaces a otros artículos que pueden añadir más información sobre ellos. Espero que disfrutéis de este pequeño resumen.

Sexto Año.

Para hacer una composición literaria empezamos por trazar el camino que hemos de seguir, bosquejando, por decirlo así, las ideas generales, y constituyendo de este modo el esqueleto de la obra.

Pero estas ideas generales no han de presentarse solas, escuetas, sino que han de ir acompañadas de otras secundarias, entre las que podemos introducir algunas de nuestra propia cosecha, procurando establecer la debida proporción entre ambas clases de ideas, dando mayor extensión a las esenciales e insistiendo menos sobre las secundarias.

De esta manera habremos formado lo que llamaremos el cuerpo de la composición; réstanos infundirle vida, lo cual se logra comunicándole nuestra propia personalidad por medio de la forma literaria. Ésta puede ser interna, o sea el modo ameno, agradable, poético de animar las ideas abstractas, y externa, que consiste en el léxico apropiado y abundante con que las exteriorizamos.

He aquí trazado a grandes rasgos el camino que se ha de seguir en la elaboración de toda composición literaria. ¿Se puede concebir cosa más sencilla?

Pero… dirán algunos, es que para escribir se necesitan ciertas aptitudes innatas que yo no poseo. Error crasísimo; el escritor no nace, sino que se hace, y se hace con la lectura de las obras maestras de las principales glorias literarias, que afortunadamente abundan en nuestra patria.

Tomando algo del estilo de cada uno de ellos y reflejándole lo característico de nuestro espíritu, llegamos a constituir un estilo propio, de la misma manera que la abeja libando el néctar de multitud de flores lo transforma en deliciosa miel.

Y después de estas breves indicaciones me metamorfoseo totalmente, y al desaparecer el compañero que mira benévolamente los actos de sus compañeros, surge el juez severo que, con faz adusta, coloca en un platillo de la balanza de la justicia los méritos, y en el otro, las deficiencias de las obras literarias de los alumnos de sexto año.

Perdonadme, pues, queridos compañeros, si la balanza se inclina del lado de los defectos, y no me carguéis con la responsabilidad, pues la pesada se hará con la mayor precisión y las cantidades se apuntarán con la más perfecta exactitud.

Y tras de estas palabras, que tienen para mí el valor de un seguro sobre la vida, continúo.

No en vano se ha dicho que los últimos serán los primeros, y para demostrarlo voy a comenzar por dedicar una palabra a los peorcitos para detenerme en las lumbreras (léase flor y nata) literarias de la clase. He dicho una palabra y así es con toda propiedad, pues no voy a reseñar composiciones escasas de concepto y pobres de expresión, ni siquiera otras más meritorias y hasta buenas, pues ni el espacio me lo consiente ni tendrían por qué agradecerlo sus autores. Paso, pues, inmediatamente a las que han tenido el honor de conservarse en el Cuaderno de Honor.

Bachilleres del curso 1914-1915. De pie en la última fina de izquierda a derecha: José María Cubillo de León, Gaspar Sanz Tovar, Luis Bugallal Iravedra, Manuel Echenique Márquez, Juan Petit de Ory, Ramón Pastor Mendivil, José Rosado Mayoralgo, José Luis Tovar Bisbal y René Petit de Ory; de pie en la segunda fila:
Ramón Álvarez Serrano, Carlos Gil-Delgado Armada, José Antonio Uhagón Ceballos, Francisco Lozano Marín, Antonio Fernández-Figares Méndez, Luis Gabilán Pla, Francisco Martínez Ruano, Antonio López-Cordón Araquistain, José Manuel Azpiroz Azpiroz e Ignacio Santos Cía; sentados: Alfonso Gordón Rodríguez-Casanova, José María Gomez de la Torre y Villa, Rafael Careaga Echevarría, José María Colmenares Espín, Saturnino Santos Gutiérrez, Ignacio Fiter Claver, José Manuel Zuloaga y Rodríguez-Avial, Roberto Madrid Roberts y Luis Careaga Echevarría.

Entre ellas figuran algunas de L. Bugallal, quien padece algunos ataques de gandulitis, enfermedad crónica en muchos estudiantes. En un momento de alivio ha escrito las siguientes líneas, con la sencillez, la precisión y la propiedad que le caracterizan:

«Durante la guerra de Cuba de 1898, dos bizarros soldados españoles, transmisores de una orden verbal para un jefe de columna, fueron, a pesar de sus precauciones, sorprendidos por las tropas insurrectas que los condujeron a presencia del general Maceo. Pretendió éste arrancarles la orden de que eran portadores, mediante halagadoras promesas primero y con amenazas de muerte después.»


M. Echenique [1] sabe y puede, aunque no siempre quiere, ponerse en el asunto. Para demostrarlo copio estos párrafos en que hace hablar a un representante de la raza ratonil:

«Nos atracamos comiendo de todo y bebiendo los mejores vinos del país, cuando cierto extraño ruido interrumpe nuestro festín; se abre una puerta y aparecen tras ella cinco grandes y asquerosos perros, que ladraban furiosamente tratando de darnos caza. Buscaba yo alguna salida lleno de azoramiento, pues sentía el aliento de mis perseguidores, y de vez en cuando sus blancos y afilados dientes rozaban mi piel, helándome la sangre.»

Al verle expresarse en estos términos cualquiera le creería perteneciente a la numerosa familia de los roedores.


S. Santos [2] sabe describir con verdad y sin términos rebuscados ni extraordinarios. Y como el dibujo es un arte bello, añadiré que a sus aptitudes literarias, que no son vulgares, añade las de dibujante que, aunque no extraordinarias, le han valido para ilustrar cada composición con un dibujo apropiado al asunto. Bien es verdad que algunos de ellos necesitan explicación y no precisamente porque sean modernistas.


Las composiciones de L. Careaga se distinguen por la originalidad, el buen gusto y la precisión del estilo. Emplea pocas palabras, pero las suficientes para expresar con fuerza las ideas que ha querido trasladar al papel, como puede juzgarse por el siguiente trozo:

«Abrí aquel desventurado papelote, futura víctima de mis iras, y di un brinco cual potro que siente la espuela por vez primera. Un suspenso de tamaño mayúsculo apareció ante mi estupefacta mirada; no podía soñar, no; allí estaba, parecía burlarse de mí y, ante mi vista, aquellas letras parecían aumentar de tamaño.»

¡Lástima que se encuentre Sherlock-Holmetizado (apuntad la palabreja), y que sea partidario del menor esfuerzo!


José Luis Tovar, cuya imaginativa es inagotable así como su facultad de expresión, nos traslada a los remotos tiempos en que la Corte de España no lucía, ni con mucho, su actual esplendor:

«La villa del oso y del madroño, residencia de la Corte, no parecía construida para la estancia de una majestad real; más bien se asemejaba a un poblacho de malas costumbres y peores condiciones materiales que, no sabiendo qué lugar ocupar en nuestro mapa, habíase agrupado alrededor de un palacio, gloriosa morada de Carlos V.»


José Maria de Colmenares se distingue por su frase limpia, correcta y llena de viril energía, cualidades adquiridas en una asidua lectura de las mejores obras castellanas.

A los Apéndices me remito para comprobar este aserto.


Boda de Ramón Pastor Mendivil el 12 de mayo de 1932 en la capilla del colegio.
Boda de Ramón Pastor Mendivil el 12 de mayo de 1932 en la capilla del colegio.

Y, por último, Ramón Pastor que cuenta con el mayor número de composiciones en el Cuaderno de Honor (diez), figurando, por consiguiente, en el primer puesto como literato -si la abundancia es criterio seguro en achaque de letras-; se distingue por la originalidad de sus escritos, la propiedad de las palabras y la construcción armónica de las frases, viniendo a concentrar en sí las cualidades de los anteriores. Si bien se le puede achacar algo de ampulosidad (todo no había de ser bombo), nada supone esto comparado con las buenas cualidades que posee… como literato…, no me quiero meter en su vida privada.


He aquí, en resumen, el trabajo literario realizado por los alumnos de sexto año en el presente curso, que ha tenido la pretensión de criticar su compañero

Ramón Álvarez.

Por un rasgo de modestia del autor de las anteriores líneas, no ha incluído en ellas la crítica de sus excelentes composiciones. En éstas, además de la novedad, se nota sobre todo una extraordinaria facilidad de estilo que le permite hacer tan pronto un delicado soneto como la reseña de una corrida de toros.

De los primeros no tenemos a mano ninguno de los pocos que su gandulería (y ustedes perdonen la manera de señalar) le ha permitido escribir. Pero de sus composiciones en prosa, sirva de modelo la que va en los Apéndices, que vale más que los elogios que yo pueda amontonar.

¿Qué me dicen ustedes de su conato de parodia de Don Juan Tenorio», titulada «Lucha de boletines»? No carece de «vis cómica» en algunos de sus pasajes.

Citamos al acaso estos versos, que no pretendemos sean clásicos, puestos en boca de uno de sus personajes, todos los cuales parecen algo más que ficciones de la fantasía:

Pues si así os empeñáis
y ni en un átomo cejáis,
contaré la vida mía:
«Desde mi más tierna infancia
a hacer el bruto empecé,
ni una lección estudié
de la edad de la lactancia
a los años que ahora tengo
lo cual señor le prevengo
por si no lo sabe «osté».
Yo dije diez mil burradas
y también mil otras cosas
a cual más disparatadas.
Yo obtuve mil boletines,
y creo soy el más grande
de todos los adoquines.»

Ramón Pastor

Notas del Editor:

  1. Manuel Echenique Márquez: Promoción de 1915. Jugador del Real Madrid la temporada 1918-1919 como defensa.
  2. Saturnino Santos Gutiérrez: Promoción de 1915. Nacido en Zamora. Arquitecto. Hijo de Saturnino Santos Ruiz-Zorrilla, diputado del partido liberal por Toro-Fuentesaúco. (Heraldo de Zamora del 4-VII-1929)