Como próximamente celebraremos el día de la Fiesta Nacional me ha parecido una buena ocasión para recuperar este artículo sobre la solemne jura de bandera del 8 de Abril de 1915. Ya publiqué un artículo parecido de Juan Ignacio Luca de Tena titulado La Patria. ¿Por qué tanto interés de los alumnos del Pilar por las juras de bandera? La razón es muy sencilla. Todo deriva de la decisión del entonces ministro de la Guerra, General Arsenio Linares y Pombo, quien a principios del siglo pasado ordenó que las juras de bandera de los nuevos reclutas se hicieran con toda solemnidad en Madrid contando con la presencia de S. M. el Rey y lo que quizás sea más importante, decretando que ese día fuera festivo en la capital. Este acontecimiento anual resultaba de lo más vistoso y atraía la lógica atención de todos los jóvenes alumnos.
Respecto al autor del artículo, Luis Careaga y Echevarría, poco puedo aportar de su biografía. Parece que murió en Florida (EEUU) en 1966. Fue diplomático y durante la Guerra Civil permaneció fiel al gobierno del Frente Popular como responsable del Consulado General en Nueva York. También era aficionado a la arqueología y participó activamente en la búsqueda de los restos del autor de la Celestina, Fernando de Rojas, en los años 30 del siglo pasado.

La jura de la bandera
Todavía lo recuerdo: uno por uno, descubiertos y silenciosos los futuros defensores España besan el paño gualda y rojo, emblema sublime de la nación, prometiendo ampararla, amarla y respetarla, y emocionados se retiran a sus puestos, mientras más hijos de España pasan a jurar la sacra unión de la espada y la bandera.

Luego desfilan a los vibrantes acordes de un pasodoble militar, pasando ante las masas que los vitorean y aplauden. Detrás siguen los pesados cañones, la artillería ligera, la caballería.

Un sentimiento de admiración y orgullos apoderóse de mí, también yo juraría… y al pasar la bandera entre soldados de vistosos uniformes y relucientes armaduras, acompañados del sonido marcial de los clarines, me quité el sombrero y exclamé para mí: «¡Viva España!»
Luis Careaga y Echevarría.
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