Hoy volvemos a viajar en el tiempo y el espacio de la mano de Fernando María Varela de Seijas y Aguilar. Antiguo alumno de la promoción de 1917, suyo es el relato que hoy os traigo. La redacción de Fernando, estudiante de 4º año, nos cuenta una breve historia de aventuras ambientada en el Egipto de los faraones. Espero que la disfrutéis.
Los hijos de Radón
¡Menfis, mansión de los dioses! A ti he llegado dispuesto a llevarme tus más recónditos secretos.
Vivimos en una casa que en cierto tiempo fue habitada por uno de los magnates del reino. Mi compañero, a la vista de estas maravillas, ha perdido la flema que le había hecho insoportable durante todo el anterior viaje.
A las tres de la tarde hemos ido a la biblioteca en ruinas que hay en las afueras, y allí nos hemos separado. De pronto un grito, uno de esos gritos que sólo los aficionados lanzan, hirió mi oído. Volvíme y vi pasar como una exhalación a mi compañero. Seguíle, y al llegar a casa le encontré leyendo y releyendo un papiro, cuyo contenido me prometió revelar.

Mi compañero ha cumplido su palabra y me ha contado que el papiro decía lo siguiente:
«Menfis 515. Bajo el reinado del Faraón Toutmes III.- Gastada por el actual Faraón toda su fortuna, pensó que la mejor manera de rehacerla era robar la suya a Radón, rico y acaudalado comerciante, lo cual le fue fácil gracias a su posición. Mas no había de quedar impune este latrocinio.
Radón, en el lecho de muerte, se lo comunicó a su hijo que estaba encargado de construir un nuevo laberinto, en el cual había de guardar el nuevo Faraón todas sus riquezas. El astuto arquitecto marcó la puerta del subterráneo con la serpiente real, cosa que a nadie podía extrañar.
Mientras sigilosa la araña tejía su tela, sus hijos habían caído en otra. La hija del Faraón se quería casar con el hermano del arquitecto; pero el señor de Egipto pedía como dote al pretendiente tal cantidad de dinero, que ni con mucho podía ser alcanzado por el patrimonio del joven. Pero conocido el secreto de la piedra, dirigiéronse entrambos hermanos al subterráneo y sacaron todo el oro que pudieron. Y no habiendo con todo logrado lo suficiente, tuvieron que volver al día siguiente.

Como no hay dicha completa en este mundo, el Faraón había notado el hurto y había mandado poner un enorme cepo para dar con los ladrones. Cuando éstos volvieron entró primero el arquitecto como de más edad, e íbale a seguir el segundo cuando un gemido que oyó le detuvo. Su hermano había sido aprisionado en el cepo. mas todavía tuvo el suficiente valor para exclamar:
-Como no podrás sacarme del cepo, me reconocerán y el deshonor caerá sobre nuestra familia. así que, córtame la cabeza y llévate con ella el oro que te falta para completar la dote.
Así me lo ha contado mi marido. -La Faraona.»
F. Varela de Seijas y Aguilar.
(4ºaño)
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