A lo largo de los casi seis años que llevo publicando este blog he observado que hay determinados temas que se repetían en los ejercicios escolares. «La descripción de un paisaje», «La fábula del lobo y la zorra» o, como en este caso, «El combate entre Horacios y Curiacios», eran temas habituales.

Hoy volvemos sobre el tema de los Horacios y Curiacios y el célebre: «divide y vencerás». Espero que disfrutéis del relato de Luis Bugallal Yravedra, de la promoción de 1915. Luis era hijo de Darío Bugallal Araújo y de María del Carmen Yravedra Pérez de la Reguera. Don Darío había sido elegido precisamente ese año senador vitalicio. Luis fue abogado como su padre, pero poco más sé de su biografía.

COMBATE ENTRE HORACIOS Y CURIACIOS


De pronto, la apiñada muchedumbre que ocupaba el campo destinado al combate se abre, dando paso a los combatientes que, silenciosos y cabizbajos, avanzaban entre los aplausos de la multitud.

El sol, en la mitad de su carrera, hacía brillar las relucientes espadas que, dentro de breves momentos, estarían tintas con la sangre que por amor a su patria derramarían gustosos aquellos héroes de la antigüedad.

Juramento de los Horacios cuadro de Jacques-Louis David.
Juramento de los Horacios cuadro de Jacques-Louis David.

Al cabo de unos instantes se oyó la señal que anunciaba el comienzo del combate, y Horacios y Curiacios, frente a frente, empuñando la espada e irguiendo su cuerpo, al par que protegían sus nobles pechos con los escudos, se dispusieron a comenzar la lucha.

Ni el más leve murmullo se escapaba de los labios de los espectadores que, prestando ávida atención, no perdían ni el menor movimiento de aquella lucha que los convertiría en señores o en siervos.

Al principio, los golpes eran inseguros y bien parados, mas poco a poco se hacían más certeros y la sangre que enrojecía la arena más abundante.

Batalla entre Horacios y Curiacios.
Batalla entre Horacios y Curiacios.

Del primer encuentro cayeron dos Horacios mortalmente heridos, quedando su hermano indemne, y en cuanto a los Curiacios, aunque los tres perdían sangre, sus heridas no eran mortales.

Al ver esto los Albanos prorrumpieron en gritos de victoria y alegría, mirando a los Romanos con altanería y menosprecio; éstos no levantaban la vista del Horacio indemne que, sintiendo que por la fuerza pronto sería vencido, recurrió a la astucia para ver si lograba mejor fortuna y, al efecto, de repente se dio a la fuga ante la extrañeza de los concurrentes.

Los Curiacios, sin perder momento, le siguieron, mas estando los tres heridos pronto se cansaron, quedando a desigual distancia según se lo permitían sus débiles fuerzas. El Horacio, súbito como el rayo, se vuelve y cae sobre el primer Curiacio, al que de un golpe de espada cercena la cabeza.

La lucha de los Horacios y los Curiacios, representada por el pintor Fulchran-Jean Harriet.
La lucha de los Horacios y los Curiacios, representada por el pintor Fulchran-Jean Harriet.

Un rayo de esperanza penetra en el corazón de los Romanos que, comprendiendo la astucia de su salvador, le aclaman estruendosamente. Animado el Horacio con estas muestras de simpatía con que su pueblo le halaga, se dirige hacia el segundo Curiacio y, tras breve lucha, consigue deshacerse de él. El único Curiacio que quedaba, sin fuerzas para levantar el escudo, proporcionó al Horacio fácil remate de su victoria.

Así quedó Alba Longa sometida al yugo romano, y así comenzó también la grandeza de este pueblo, que siglos después llegó a ser señor del mundo entero.

LUIS BUGALLAL.