En los anexos de la revista Recuerdos se incluían algunas composiciones literarias elaboradas por los alumnos de últimos cursos. Hoy comparto con vosotros una narración de un alumno de 5º curso:

EL LOBO Y LA ZORRA

URANTE uno de los días más fríos de Diciembre, sin preocuparse por el viento helado que soplaba fuera, una zorra preparaba su alimento, relamiéndose de gusto por el hartazgo que se iba a dar.

Se había quedado dormida al calorcillo de la lumbre, cuando despertó sobresaltada al oír que alguien se acercaba a su escondite, procurando amortiguar el ruido de sus pisadas. No tuvo mucho que esperar, pero, ¡oh horror!, el visitante que venía con tantos cuidados era nada menos que su más feroz enemigo, un tremendo lobazo de fuerzas hercúleas y con hambre atrasada, que me río yo de la pantera de Java.

Sin embargo, la zorra pudo dominarse y haciendo como si le agradase la visita, dijo, ofreciendo una silla al lobo:

-Buenos dias, señor lobo.

-Muy buenos los tenga usted, contestó el zorro con voz agria.

-¿Parece que hace frío por ahí afuera, verdad, señor lobo?, dijo la zorra mientras pensaba en algún medio para arrojar a aquel intruso.

-Si, contestó el señor lobo, al entrar aquí se nota calor y sobre todo un olorcillo…

-Como que tengo ahí dos hermosísimas gallinas, fruto de mis rapiñas de esta mañana, dijo la zorra. Por cierto que me han costado muy caras, pues el perro de la finca me ha dejado con un palmo menos de cola, de un mordisco.

-Sí, sí, pero el caso es que yo creo que ya deben estar a punto y que debíamos empezar a comérnoslas, repuso el lobo.

-Como usted quiera, señor lobo, pero como resultaría muy poco para los dos, podía usted organizar una pesca.

-No tengo inconveniente, señora zorra, sólo que no sé cómo vamos a pescar estando la laguna helada.

-No se apure usted por tan poco, de un modo muy sencillo: abrirá usted, que es fuerte, un boquete en la helada superficie del estanque por él introducirá usted la cola y cuando los peces acudan al cebo, usted la retirará prontamente.

Aceptó el lobo el plan de la zorra, sin comprender la malicia que encerraba y se dirigió hacia el estanque para comenzar la pesca. Una vez que hubo llegado, se puso a trabajar con ahínco para abrir el boquete, lo que consiguió a fuerza de uñas y de dientes.

Siguiendo las instrucciones de la astuta consejera, cuando dió fin al agujero introdujo por él la cola hasta que llegó al agua.

Ya se relamía de gusto, pensando en el festín con que se iba a regalar, cuando de pronto, en medio de las malezas que rodeaban el estanque, aparecieron dos cazadores que, al verle, se dirigieron hacia él a toda prisa.

Quiso levantarse para escapar, mas he aquí que por muchos esfuerzos que hizo no lo pudo conseguir, pues el hielo se había cerrado aprisionándole la cola.

Y entonces, los dientes que ya aguzaba para la comida de la zorra, tuvo que usarlos para privarse de su apéndice y huir.

Dibujo y composición de C. EIZAGUIRRE [1]

(5.° año B.)

Notas del Editor

  1. Carlos Eizaguirre Machimbarena (†1998): Promoción de 1919. Ingeniero industrial.