Queridos lectores, hoy os traigo una composición literaria perteneciente a la revista Recuerdos del curso 1913-1914, obra del pilarista Francisco Sánchez Gómez, de la promoción de 1914.

Desgraciadamente, no he podido descubrir qué trayectoria siguió este incipiente literato. Pero, en cualquier caso, merece la pena apreciar una erudición y unas dotes para la redacción que hoy en día, me atrevo a afirmar, son imposibles de hallar en ninguna revista colegial. Espero que disfrutéis de este relato mítico de los tiempos de la antigua Roma.

COMBATE ENTRE LOS HORACIOS Y CURIACIOS

(Reinado de Tulio Hostilio: siglo VII, antes de Jesucristo.)

Juramento de los Horacios cuadro de Jacques-Louis David.
Juramento de los Horacios cuadro de Jacques-Louis David.

Entre las filas de los ejércitos enemigos, y animados por los gritos de la muchedumbre, avanzan paso a paso los Horacios y frente a ellos los Curiacios.

El Sol, dirigiéndose al Poniente, hace brotar rayos de las armaduras de aquellos guerreros que en breves minutos se van a cubrir de sangre y heridas en defensa de la Patria.

Ambos pueblos enemigos vociferaban como queriendo con sus gritos aumentar la fuerza y valor de sus respectivos paladines.

Los Horacios eran tres hermanos gemelos, hijos del pueblo romano, e iban a medir sus armas con las de los Curiacios, que eran también tres hermanos gemelos e iguales en edad, estatura y valor a los de sus adversarios; representaban al pueblo albano.

Al darse la señal de la lucha y dirigirse los combatientes los primeros golpes, se hizo en el campamento un silencio sepulcral, como si la muerte hubiera extendido sus alas sobre la inmensa muchedumbre.

Cada vez los tajos que con inusitada furia se asestaban los luchadores, iban siendo más certeros y ya los escudos no impedían que las aceradas hojas se fueran tiñendo en sangre. Los Curiacios ganaban terreno sobre sus adversarios, y al deshacerse la confusión que al fragor de la lucha se había formado los ya un poco acongojados romanos vieron con espanto que dos de los Horacios no se levantaban. ¡Habían muerto!

La lucha de los Horacios y los Curiacios, representada por el pintor Fulchran-Jean Harriet.
La lucha de los Horacios y los Curiacios, representada por el pintor Fulchran-Jean Harriet.

Aquel incidente llenó de alegría al pueblo albano tanto más cuanto por lo desigual de la lucha que iba a seguirse: creían haber ganado su causa, pero el único Horacio que quedaba estaba indemne; la fortuna le había protegido con su manto y ni una sola vez en el torbellino de la pelea llegó el acero enemigo a rozar su carne.

Por el contrario, los Curiacios, aunque estaban de pie, todos estaban heridos y por su cuerpo jadeante chorreaban mezclados la sangre y el sudor.

Viendo Horacio que sería vencido por la superioridad del número de sus enemigos recurrió a la astucia para vencerlos, y volviéndose de improviso echó a correr: los irreflexivos Curiacios le perseguían, pero, como sus fuerzas eran desiguales por la mayor o menor pérdida de sangre que habían sufrido y por la gravedad de las heridas, le seguían bastante separados unos de otros; Horacio se vuelve de repente, y sin darle tiempo para precaverse ni a que sus hermanos vengan en su auxilio, atraviesa de parte a parte al más próximo Curiacio.

Un grito de alegría se escapó de los oprimidos pechos romanos al par que el lejano eco repetía otro de rabia del pueblo albanés.

Horacio continuó corriendo y los dos Curiacios que quedaban, excitado su furor por la muerte de su hermano, le perseguían con más encono sin reparar que corrían a la muerte, pues el perseguido, volviéndose como la vez anterior, dio en tierra con el segundo al par que el otro Curiacio por el dolor que le producían sus heridas y por la carrera que había dado y ver muertos a sus hermanos apenas podía arrastrarse.

La escena fue indescriptible: los albaneses que veían irse por momentos su libertad con la vida de aquel desgraciado, se retorcían las manos y los niños lloraban abrazándose a sus madres que no podían contener tampoco sus lágrimas.

Batalla entre Horacios y Curiacios.
Batalla entre Horacios y Curiacios.

Entonces el romano desde la arena exclama: «Estos dos Curiacios han muerto en aras a mis lares, para vengar la muerte de mis dos hermanos. Este va a morir por la libertad de mi pueblo; y entre la algazara y contento de los romanos y entre los denuestos y la desesperación del pueblo que iba a perder la libertad, se dirige a Curiacio que había conseguido ponerse en pie y le da el golpe de gracia atravesándole la garganta.

FRANCISCO SÁNCHEZ.