Uno de los aspectos que más se cuidaba en el colegio era el de la redacción. No en vano, el colegio cuenta entre sus antiguos alumnos con destacados académicos de la lengua: Agustín de Foxá, Juan Ignacio Luca de Tena, Luis María Ansón y Juan Luis Cebrián son los primeros que me vienen a la mente, pero seguro que hay alguno más.
Los mejores trabajos de redacción pasaban a engrosar el Cuaderno de Honor y, entre ellos, los más escogidos eran publicados en la revista Recuerdos. Hoy voy a comenzar compartiendo las reseñas que se incluían en Recuerdos acerca de estos trabajos. Empezamos por los alumnos de cuarto año.
Práctica literaria.
«Las ventajas de la práctica literaria fueron disfrutadas en el curso pasado tan sólo por los alumnos del sexto año; mas en el presente se han hecho también extensivas a los alumnos de quinto.»
Así se expresaban los Recuerdos publicados a fines del pasado curso.
Hoy podemos añadir que el Colegio, animado por los resultados obtenidos en los dos últimos cursos del Bachillerato, ha logrado introducir la práctica literaria entre los alumnos de cuarto año.
No podemos decir, por consiguiente, que la medida sea una innovación en toda la extensión de la palabra sino únicamente la consecuencia natural de un plan que ya tenía a su favor las lecciones de dos años de experiencia.
De esta suerte, todos los bachilleres que salgan del Colegio llevarán como complemento de su instrucción, tres cursos de práctica literaria, ejercicio que les dará condiciones para entrar apercibidos en cualquier carrera. Si, como podrá observarse en los Apéndices, los alumnos del sexto año han adquirido envidiable naturalidad en su estilo tras dos cursos de composición literaria, ¿qué no cabrá esperar de sus condiscípulos una vez más ejercitados?
Pero dejemos lugar a los propios alumnos de los citados cursos para que nos digan, cada uno en su estilo, el trabajo realizado.
Cuarto año.

¿Cuándo llegará el viernes para tener clase práctica?, nos decíamos todos los días cuando estudiábamos los enojosos teoremas de Álgebra o las no menos molestas figuras del Lenguaje de Preceptiva.
Y es que en la clase de práctica todos son atractivos y muy pocas dificultades.
Y ¡qué atractivos! Nada menos que la alegría de oír al profesor leyendo la composición que el más aplicado hizo en la última tarea escrita (¡dichoso el favorecido!), y sobre todo la de que tal vez…, tal vez uno mismo vea sus frases en el Cuaderno de Honor; y, ¿quién sabe?, acaso más tarde en letras de molde publicadas en los Recuerdos.
Una vez repartidos los cuadernos, todos los alumnos repiten las preguntas de:
-«¿Qué nota te han puesto?»
-«Mira ¡qué lástima!, por esta falta no puedo pasar al Cuaderno de Honor.»
-«¿Quién tiene hoy diez puntos?»
Qué rivalidades se entablan. ¡Ni Demóstenes y Esquines en la tribuna de Atenas!
Veamos ya quiénes han sido tan privilegiados que hayan conseguido la alta distinción, en cuarto año.
Fernando Varela y Álvaro Guitián han logrado figurar en primera línea por su aplicación en este particular, puesto que tienen dos composiciones en el Cuaderno de Honor. En los Apéndices podrá el lector apreciar las condiciones de su estilo, puesto que tienen allí reproducidas, junto con Isidro Autrán, sendas composiciones.
José Luis de Campos, a vuelta de alguna dureza en el estilo, nos pinta del siguiente ingenuo modo, el carácter de un chiquillo travieso:
«Periquillo era de la piel del diablo, malo como la quina y ligero como una ardilla. En su casa le mimaban hasta tal punto, que un buen día cogió por su cuenta a su padre, llamado don Homobono, y después de ponerle un viejo saco a la espalda, le hizo andar a gatas, y, montado en él, recorrió toda la casa.»

Y José Sebastián de Erice [1] nos cuenta a la sazón en que Periquillo realizaba sus travesuras:
«Era verano. Hasta el pueblo llegaban la fragancia de las flores y el «ric-rac» ensordecedor del ruido del trillo sobre la mies.»
«Allá por los tiempos en que los árabes dominaban en la Bética, y reinaba en Aragón Don Alfonso el Batallador, y en Castilla Doña Urraca, llegó al valle de Aramayona un anciano israelita de baja estatura, enjuto de carnes y nada expresivo.»
Tal composición de lugar y concisa descripción es de Augusto Segovia [2].
Lo mejor del trabajo de Manuel Azpiroz [3] sobre «Marmelón el de la pata de palo», se halla en su principio:
«Marmelón había pasado toda su vida en el mar; pero un día, por descuido, bajando una de las arriesgadas escaleras del buque, tropezó y cayó con tan mala fortuna, que hubo que amputarle una pierna y substituírsela por otra de palo.»
Este mismo Marmelón es el que, según Marcos Armenteras [4], tuvo la siguiente aventura con el diablo:
«Aproximose donde estaba Satanás, y una vez en la sala le dijo frescamente:
-Seguramente ese dinero que vos poseéis no lo habréis ganado honradamente, y vengo a ver si jugando con vos unas partidas a los naipes me lo gano.
El tonto del diablo aceptó, y Marmelón, sacando de su bolsillo unos naipes encantados, ganó en menos de tres cuartos de hora todos los tesoros del diablo.»
Jaime Jorro [5] exageró tal vez la frase al decirnos de un blasfemo que era «bebedor de oficio» y que apenas cobraba el jornal lo consumía en la taberna. Es difícil que le remunerase algo la profesión asignada.
Pero, en cambio, sabe penetrarse de las situaciones al referir:
«Una tarde, estando sentado como de costumbre a la puerta de la taberna, acertó a pasar por aquella calle el Santo Viático, y como todos sus compañeros se arrodillasen respetuosamente, Juan Antonio rugió una blasfemia horrible y sin descubrirse hizo burla del sacerdote. Las mujeres se santiguaron, los hombres se estremecieron y el ministro del Señor estrechó contra su cuerpo el Sagrado Copón.»

También Benigno Quiroga [6] echó su cuarto a espadas en materia literaria. Refiriéndose a la primera salida de Don Quijote, nos dice:
«Apaciguado algo, pidió Don Quijote al ventero comida, pues bien la necesitaba no habiéndose desayunado desde el día anterior, lo cual hizo muy a gusto y al aire libre.»
Francisco Terán [7], siempre conciso, nos relata el encuentro de San Isidoro, niño, con una mujer en cierta ocasión para él decisiva:
«Estaba reflexionando, cuando se le acercó una mujer que venia a la fuente a llenar su alcuza, y al ver al niño allí y siéndole desconocido le preguntó cuál era su nombre.
-Yo no diré mi nombre como no me hayáis dicho antes quién ha perforado esta piedra, le respondió el niño.»
Pero, ¿qué?, si hasta tiene sus atisbos de sentencioso Luis M. Sánchez-Blanco [8], cuando nos dice:
«Como suele acontecer, la gente es amiga de cuentos, haciendo de una cosa pequeña una montaña.»
Manuel Richi [9] suele ponerse en las narraciones como uno de sus actores, y así nos cuenta:
«No recuerdo a punto fijo si navegábamos frente a las islas Canarias o junto a las costas de Irlanda, cuando sobrevino una horrible tempestad que hizo naufragar a nuestro barco.»
Y Fernando Pineda nos relata en cortas líneas un castigo merecido:
«A media noche, cuando su huésped dormía a pierna suelta, entró el mesonero en el cuarto del capitán y con mucho sigilo le arrebató el saco.
No fue mucho el tiempo que estuvo en poder de aquel ladrón, pues a la mañana siguiente, cuando el casero comentaba su hurto, vino a propinarle una terrible paliza el haz de juncos que, obedeciendo a su amo, le torturó hasta la devolución de lo robado.»
Dicen también que con cierto matiz lírico pasé al Cuaderno de Honor este trozo, entre otros:
«Una hoja que se movía, un pájaro que volaba de una rama a otra, un labrador perezoso tendido sobre el mullido y agradable césped, cascando avellanas y entonando un viejo romance, y en lontananza un montón de enormes piedras que más parecían un castillo con su torre del homenaje encima de la puerta; tal era el cuadro que intentaba copiar un ilustre pintor que conocí ya hace tiempo.»
Félix Cifuentes y González.
Notas del Editor:
- José Sebastián de Erice y O’Shea (1906-1996): Promoción de 1918. Diplomático español. Presidente de la Asociación de Antiguos Alumnos entre 1948 y 1966.
- Augusto Segovia Muñoz S.J. (Madrid 1902-Granada 1993): Promoción de 1917. Profesor de Trinidad en la Facultad de Teología de Granada. Rector de la misma entre 1950 y 1953. Dedicó gran parte de su vida a ser bibliotecario de la facultad, la cual organizó y fue su gran renovador. Director de “Archivo Teológico Granadino”. Escribió diversas obras y artículos entre las que destacan: Espiritualidad Patrística (1944).
- Manuel de Azpiroz y Azpiroz: Promoción de 1917. Pintor de figuras, retratos y bodegones. Cursó los estudios de derecho, pero los abandonó para dedicarse a la pintura. Sin embargó no concurrió a las Academias de Bellas Artes, recibió únicamente su formación artística asistiendo al taller de Fernando Álvarez de Sotomayor. Se dio a conocer en el Salón de Humoristas de 1919 con Los Héroes.
- Marcos Armerteras Estalella: Promoción de 1917. Médico. Medalla Militar Individual al valor muy distinguido.
- Jaime Jorro Beneyto († Madrid 1986): Promoción de 1917. Diplomático. 2º Conde de Altea.
- Benigno Quiroga López-Vázquez: Promoción de 1917. Ingeniero de Caminos y Director General de Fenosa.
- Francisco Terán Galindo († Madrid 1993): Promoción de 1917. Doctor Ingeniero de Caminos.
- Luis Manuel Sánchez-Blanco y Sánchez-Blanco: Promoción de 1917.
- Manuel Richi Álvarez († Madrid 1958): Promoción de 1917. Agente de bolsa. Hermano de Lorenzo Richi.
- Fernando Pineda Martín-Lunas: Promoción de 1917.
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