La semana pasada recordábamos el acto de inauguración del Monumento a los Caídos del colegio. Uno de los alféreces provisionales que leyó los nombres de los héroes y mártires del monumento fue D. Rafael Gambra Ciudad, de la promoción de 1937 y al que es fácil identificar por la cruz de borgoña que luce en su guerrera.

Rafael Gambra fue un importante filósofo, escritor y pensador tradicionalista. Participó en la Guerra Civil en los tercios de requetés recibiendo varias condecoraciones. Como se puede observar en los últimos párrafos del artículo que hoy comparto con vosotros, se mostró muy crítico con la deriva espiritual de la sociedad y de la Iglesia española.

En el número 62 del Boletín de Antiguos Alumnos, correspondiente al mes de Junio de 1971, se publicaba el artículo «La epopeya de los adolescentes». Hoy os lo traigo a este blog. Espero que os guste.

Rafael Gambra Ciudad.
Rafael Gambra Ciudad.

LA EPOPEYA DE LOS ADOLESCENTES


Marcelino García de la Concha [1], el gran coordinador de nuestra promoción, nos ha enviado, junto con la convocatoria para el tradicional almuerzo del día de «Inocentes», una escueta lista de nuestros compañeros ya fallecidos. Son ya treinta, casi el número de una de las secciones.

Esta relación, junto con el recuerdo que don Clemente Cerrillo, S.M. [2], ha dedicado en estas páginas a nuestra promoción, me han inspirado esta evocación de un tiempo ya lejano y casi legendario para las actuales promociones; tiempo que marcó nuestras almas y que posee para nosotros un poder evocador tan hondo como la indiferencia que sienten hacia él generaciones posteriores que no lo vivieron y han sabido de sus hechos a través de versiones estereotipadas o de ideas o slogans al uso.

Nuestra promoción -llamada de 1937- fue aquella que terminó en junio de 1936 su quinto curso de bachillerato y hubo de pasar el que habría sido su último año de colegio en los frentes, en la persecución o en la angustia por sus seres más queridos. Mi evocación es para aquellos que abandonaron esta vida entre los quince y los dieciocho años, en la guerra o a consecuencia de la misma.

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Calendario del colegio para el año 1936.

Don Clemente, que había sido nuestro profesor, recuerda en su cariñoso artículo la revistilla que publicó nuestra promoción durante sus dos últimos años: «Fides», unas hojas a multicopista, cuya venta se destinaba a las Misiones. Tengo ante mí el último número de aquella modesta publicación, un número reducido -simple hoja de despedida- fechado el 23 de marzo de 1936. No puede negarse que, a pesar de contar en aquellas fechas quince años (y algunos catorce), poseíamos un sentido muy claro de lo que se avecinaba a nuestra patria y al destino de cada uno. Allí escribimos estas palabras. «…Con harto sentimiento nos despedimos de nuestros lectores, pues causas ajenas a nuestra voluntad nos obligan a ello. Nos despedimos por este curso. Quién sabe si para siempre. A nadie se oculta que no están muy claros los horizontes. Esta es una de las causas que a ello nos han determinado. En este numero concluimos rápidamente todo lo que se venía publicando (…) Compañeros, adiós. Pidamos a Dios que esta despedida no sea para siempre, pues denotaría algo más que la suspensión de este semanario.» Cuatro meses después estallaba la guerra, aquel inmenso punto de referencia para un antes y un después en nuestras vidas y también en la historia de España. Ella nos transformaría súbitamente de niños en hombres.

Fundador de la pequeña revista fue Narciso Cestero [3], amigo entrañable cuya figura me aparece aún al cabo de tantos años como un gigante de generosidad, de entusiasmo y de simpatía. Yo colaboré estrechamente con él en aquella infantil empresa. Cuando el 18 de julio me sorprendió en Navarra aún habría de esperar yo unos días para cumplir los dieciséis años. Cestero, varios meses más joven que yo, tendría poco más de quince años. Se escapó de su casa en los primeros días de la guerra y se enroló en una bandera de Falange «Para luchar por Dios y para librarnos de la anarquía y de las hordas marxistas de los sin fe y sin patria.»

Narciso Cestero (izda.) y Rafael Gambra. Fuente: Colección Gambra.
Narciso Cestero (izda.) y Rafael Gambra (dcha.). Fuente: Colección Gambra.

Su último permiso -o escapatoria a la retaguardia- lo pasó con nosotros, en nuestra casa de Roncal. En el momento de su llegada nos saludamos ya como hombres, aunque sólo habían pasado tres meses. En aquellos cuatro días, sin embargo, jugamos por los desvanes de la casa, como niños que éramos, a buscar escondites y a la «gallina ciega». Sin dejar de aparecer en seguida en la calle como aguerridos falangista y requeté. A los pocos días de su partida murió en Boadilla del Monte, en el frente de Brunete, de un balazo en la cabeza. Finalizaría el mes de octubre. Cuando su madre fue a tratar de rescatar su cuerpo tuvo en su camino el macabro encuentro de otro combatiente que llevaba el jersey que ella misma había hecho para su hijo. Herencia importante en aquellos fríos.

Colaboraban también en  «Fides» Tomás Bidagor [4] y Enrique Bethancourt [5], éste como dibujante. Así como Cestero y yo estábamos en lo físico plenamente desarrollados en aquellas fechas, éstos se encontraban todavía en la adolescencia y eran débiles físicamente. Uno y otro sufrieron las privaciones del Madrid rojo en una época difícil de su crecimiento. Bidagor contrajo una grave tuberculosis de la que murió al año siguiente de terminada la guerra. Poco antes fui a visitarle a un hotel de El Escorial donde trataba de recuperarse. Bethancourt sufrió una suerte parecida poco tiempo después. Tenían en común el raro candor de las almas que Dios llama para sí en la niñez.

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Recordatorio de Luis Felipe García Sanchiz y Ferragut.

Completaban el «equipo de redacción» los hermanos Ángel [6] y Fernando Enríquez de Salamanca [7]. Con el primero de ellos coincidí en el frente del Alto del León,  en un Tercio de Requetés, mediada ya la guerra. Uno y otro supervivimos, circunstancia que aprovecho para escribir estas líneas. También colaboró en alguno de los números  Luis Felipe García Sanchiz [8], que, después de combatir como requeté en varios frentes, fue a perecer en el hundimiento del crucero «Baleares», con el heroísmo impresionante de aquella tripulación.

Recuerdo que en uno de mis viajes desde el frente a San Sebastián (donde residían entonces mis padres) coincidí en el tren con Carlos García Romero de Tejada [9]. Creo que era ya alférez, y me contó su prisa en regresar a las líneas para alcanzar un supuesto avance sobre Madrid, cuya conquista (lejana aún en más de un año) era para él cuestión de horas. Recuerdo su expresión todavía infantil, su mirada limpia y candorosa, contando el entusiasmo y la fe de aquellos días. En esa misma ofensiva murió algún tiempo después. Ignoro, en cambio, las circunstancias bélicas en que murió el más joven quizá de nuestros combatientes, Enrique Goded [10], alférez e hijo del ilustre general de ese nombre.

Enrique Goded Alonso.
Enrique Goded Alonso.

En las primeras semanas de la campaña de Rusia, Fernando Carlos Becerro de Bengoa [11] y Enrique Moret [12], alféreces provisionales, dieron sus vidas, a los dieciocho años, en un postrer tributo a la causa de Dios y de la patria.

Podría escribirse, dentro de aquella guerra, «la epopeya de los adolescentes», como uno de sus más hermosos capítulos.

Un buen número, también de nuestros profesores fueron sacrificados en la zona roja por su condición de católicos y de religiosos: don Mauricio, don Cayo, don Jesús Hita, don Eleuterio Tamayo, don Carlos Eraña, el padre Miguel, como así también don Florián Ruiz de Egea, que no era marianista. No son todos ellos, sin embargo, más que un pequeño número dentro de la inmensa lápida de héroes y mártires del Colegio del Pilar, parte de cuyos nombres tuve yo el honor de leer públicamente en el acto emocionado de su inauguración.

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Rafael Gambra Ciudad leyendo la lista de sus compañeros caídos.

Es hoy frecuente una actitud de incomprensión y desdén hacia los motivos de aquellos héroes y hacia el sentido de aquella lucha. Es la de quienes dicen hoy «hacer el amor y no la guerra»; pacifistas de alma vacía, carne de drogas y perversiones. La de aquellos otros para quienes el fin del hombre es servirse a sí mismo, y el de la sociedad procurarle un progresivo «nivel de vida». Tecnócratas y socialistas que no conocen otro ideal que la producción ni otro sentimiento que el igualitarismo. La de aquellos inverosímiles clérigos y religiosos que han abandonado el servicio de Dios por un supuesto servicio al hombre, y que, infieles al juramento de su ordenación, hacen de la Iglesia un auxiliar de la Revolución, aliándose con los verdugos de sus hermanos o de sus mismos fundadores. En ninguna congregación podría resultar más monstruosa esta actitud que en los hijos de aquel sacerdote santo -el padre Chaminade-, que, perseguido por la Revolución, vino refugiado a España y concibió su fundación a la sombra del Pilar, ante aquellos muros que presenciarían pocos años después la rebelión santa, la epopeya increíble, de aquel pueblo contra los ejércitos revolucionarios de Napoleón.

Pienso, sin embargo, que a los pueblos no los unen sus derechos, sino sus deberes. Que no hay comunidad patria ni aun sociedad estable sin fe, sin fervor y sin espíritu de servicio y de sacrificio. Y que es la sangre de aquellos héroes casi niños lo que nos ha deparado estos treinta años de paz en los que se han desarrollado nuestras vidas, y lo que aún contiene la cólera divina frente a tanta apostasía y frivolidad intelectual…

Rafael Gambra (37)

Notas del Editor:

  1. Marcelino García de la Concha: Promoción de 1937.
  2. Clemente Cerrillo: Religioso marianista fallecido el 12-IX-1991.
  3. Narciso Cestero Ramírez: Promoción de 1937. Soldado. Caído el 17 del Diciembre de 1937 en Boadilla del Monte. Enterrado en la basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos.
  4. Tomás Bidagor Altuna: Promoción de 1937.
  5. Enrique Bethancourt:  Quizás sea J. Emilio Bethancourt y Sanz de la promoción de 1937.
  6. Ángel Enríquez de Salamanca Lorente: Prmoción de 1937.
  7. Fernando Enríquez de Salamanca Lorente: Promoción de 1937.
  8. Luis Felipe García Sanchiz y Ferragut: Promoción de 1937. Caído en el crucero Baleares el 6 de Marzo de 1938.
  9. Carlos García-Romero de Tejada Groizard: Promoción de 1937. Alférez de Regulares. Caído el 11 de Enero de 1939 en Prades (Cataluña) a los 19 años de edad.
  10. Enrique Goded Alonso: Promoción de 1937. Capitán de la VI Bandera de la Legión. Caído el 30 de Julio de 1938 en Gandesa (Tarragona) a los 17 años. Fue el capitán más joven de los que participaron en la Guerra Civil.
  11. Fernando Carlos Becerro de Bengoa García-Becerra: Promoción de 1937. Alférez. Caído el 6 de Abril de 1943 en Mestelewo, Rusia.
  12. Enrique Moret Arbex: Promoción de 1937. Alférez. Caído el 19 de Marzo de 1943 en Kattelov, cerca del rio Yan-Hisora, Rusia. Cruz de Hierro de 2ª clase.