Hoy os vuelvo a proponer un viaje a las frías estepas rusas de donde rescataremos del olvido la historia de un compañero pilarista: Enrique Moret Arbex.
Enrique era hijo del prestigioso abogado D. Enrique Moret y del Arroyo y de Dña. Matilde Arbex Gusi. Entre su ascendientes aparecen algunos nombres ilustres. Su abuelo paterno, Lorenzo Moret y Remisa, era fiscal del Tribunal Supremo y el materno, Ángel Arbex de Inés, general del arma de Ingenieros. El matrimonio de Enrique y Matilde engendró dos niños y tres niñas: Luis, Enrique, María Luisa, Paloma y María Teresa. Sabemos que su primo Lorenzo Moret y Enrique estudiaron en el colegio perteneciendo a las promociones de 1935 y 1937, respectivamente.

De un artículo publicado en el ABC en 1959 podemos extraer algunos datos de su infancia:
«Desde muy niño, Enrique Moret tuvo marcada personalidad. Cuando aun no tenía la edad reglamentaria para ingresar en el Colegio Alemán, lleváronle al Jardín de Infancia del mismo, donde tenía que alternar con profesores y compañeros que hablaban una lengua totalmente desconocida para él. Ante el temor de sus familiares de que se sintiera cohibido por aquella carencia de medios de expresión, él les tranquilizó diciendo: “Yo, al que no me entiende, le doy un par de bofetones”, denotando con ello, desde sus primeros años, un temperamento firme y decidido.
Todavía muy pequeño, pasó un año en el Escorial con su abuela paterna, la cual condicionó el llevárselo a que no la tuviese intranquila retrasándose de sus paseos y juegos al regresar a casa, lo que Enrique cuidó de cumplir con toda exactitud desde el primer momento, llegando siempre con puntualidad, aun cuando volviera por vía anormal, saltando unas veces cercas o tapiados o descendiendo otras de los árboles, de rama en rama. “¡Ya está ahí el pájaro!” decía D. Armando Palacio Valdés, que veraneaba en el hotel cercano, admirando su alegre intrepidez y su vitalidad infatigable.» [1]

Cuando estalla la guerra su padre y él debían encontrarse en Madrid. Aunque desconozco los detalles, supongo que Enrique consiguió salir de Madrid, posiblemente con la ayuda de alguna embajada, y entrar en la zona nacional por San Sebastián como parecen confirmar algunas notas de su biografía:
«Muy pronto dio muestras de su estricto sentido del deber, pues antes de cumplir los dieciséis años se incorporó a las fuerzas nacionales como soldado voluntario del Regimiento de Artillería de Loyola, en San Sebastián, comunicando telegráficamente a su madre su paso por Vitoria, camino del frente de guerra. Su obsesión fue siempre el de Madrid, movido de rescatar a su padre de la zona roja. Conocía con exactitud la situación de las fuerzas enemigas cerca de su hotel, en Chamartín de la Rosa [actualmente conocido como Pinar de Chamartín y anexionado a Madrid], por haberla estudiado antes de abandonar Madrid, lo que le sirvió para señalársela a sus jefes cuando estaba de soldado de Artillería en Leganés. Sus indicaciones sirvieron para que aquellas defensas enemigas fueran desmontadas, y ello le valió su primera citación como “distinguido” en la orden de plaza, hecho que después habría de repetirse tantas veces en Rusia. Al comunicar a su madre dicha intervención, lo hizo de un modo humorístico, escribiéndole: “Ayer nos pasamos el día dando sustos a papá, a quien no dejamos de mandar obuses.”

Es digno de resaltar la precocidad y el ardor guerrero de nuestro protagonista. Con 15 años ya se encuentra combatiendo con las fuerzas nacionales. Durante los meses en el frente coincide con uno de sus antiguos profesores del colegio del Pilar [1] quien le ayuda a sacarse el bachillerato, condición imprescindible para poder ingresar en la Academia Militar de Granada donde se preparaban los futuros alféreces provisionales. Finalmente es admitido en 1938 sin tener la edad mínima requerida y es promovido a Alférez Provisional de Infantería en Enero de 1939 [2] con 18 años. Posteriormente es destinado al Regimiento Pavía nº7 en Febrero de ese mismo año [3].

Al terminar la guerra continúa en el servicio activo y es destinado al Batallón de Infantería del Ministerio del Ejército. Compagina esta actividad con sus estudios de Derecho y una vez terminada la carrera se alista en la segunda expedición de la División Azul y marcha a Rusia. El Alférez Moret Arbex cruza la frontera encuadrado en el 11º Batallón de Marcha el día 18 de Junio de 1942. Al principio estuvo destinado en la 9ª Compañía del Regimiento 262 pasando un breve espacio de tiempo destinado en la 10ª Compañía del mismo regimiento.
En palabras de su capitán, D. Serafín Pardo Martínez:
«Desde el principio se vio que era magnífico. Convivimos en el puesto de mando de la compañía y pude apreciar lo que valía. Se preocupaba mucho por todo y por todos. El 3 de Agosto me fui con la sección a Coig y lo dejé solo. No atacaron su sección, pero les esperó en todo momento con sus hombres a punto. Le pedí gente para reforzarme y me envió más de lo que le pedía. Le hirieron y no se evacuó, y su herida no era leve. Por este día se le citó como «distinguido» y se le concedió la Cruz de Hierro.» [4]

Efectivamente, es herido de metralla y hospitalizado en Luga, siendo posteriormente trasladado el 12 Agosto de 1942 al hospital de Vilna. Así describe esta acción otra fuente:
«Fue citado como “distinguido” y se le concedió la Cruz de Hierro de segunda clase por su actuación entre Krutik y Ljvbzy el día 3 de Agosto de 1942, en que el enemigo atacó intensamente sus posiciones, que conservó intactas durante todo el día, sacando todavía, a última hora, algún refuerzo para enviárselo a su Capitán, que en lugar próximo se hallaba en angustiosa situación, de la que pudo salir airoso gracias al refuerzo que Moret le mandó; no consintió ser evacuado al hospital cuando resultó herido de tal importancia en aquel combate, que ocho meses después, al morir, tenía sin cicatrizar aquellas heridas. Se había negado a abandonar su puesto porque era el único oficial que quedó en aquella ocasión, por lo cual se hizo cargo de dos batallones. Su Capitán le obligó a hospitalizarse al saber por uno de los soldados que el alférez estaba herido.» [1]
El 14 Septiembre 1942 es dado de alta y regresa a su unidad. El día 18 de Noviembre de 1942 le fue concedida la Cruz de Hierro de 2ª Clase.

Como ya leíamos antes en palabras de su superior, Enrique, destacaba en el trato con sus compañeros y subordinados:
«Sobresalía de forma extraordinaria en su desvelo por las tropas confiadas a su mando; distribuía fatiga y sacrificios de una manera justa y simpática; curaba personalmente a los heridos, cuidando de que no muriese ninguno sin confesión, y prefería sacrificar su propia comodidad a la de los demás.
En Rusia se paseaba a cuerpo, sin capote, por dárselo a sus soldados, que creía que lo necesitaban más que él en sus puestos de vigilancia, lo mismo que les cedía sus calcetines de abrigo para que no se les helasen los pies en las trincheras.» [1]
Y, de nuevo, el Capitán Pardo nos refiere:
«Era infatigable y, además de mandar muy bien y de hacerse querer y respetar, tenía mucha vista en el campo y se preocupaba extraordinariamente por todo lo que concernía a sus soldados.» [4]

De esta forma fueron sucediéndose los meses hasta llegar al 10 de Febrero de 1943, fecha en la que dan comienzo las heroicas jornadas de la Batalla de Krasny Bor. Una vez más se ponen a prueba las cualidades del joven pilarista. El Capitán Pardo lo relata de esta manera:
«Él y yo mandábamos la Compañía. Nos repartíamos la posición, y yo sabía que donde él estuviese, el honor de España y de la Compañía se encontraban en buenas manos. Me hirieron, y Moret me hizo la primera cura. Él y yo fuimos de un lado para otro animando a nuestros hombres y haciendo nuestras previsiones para defender la posición con la Compañía, que cada hora se nos iba quedando más mermada. Por fin, mis heridas me hicieron perder varias veces el conocimiento y Enrique, en uno de esos momentos, mandó evacuarme y se hizo cargo de la Compañía. Nuestros soldados sabían que quedaban en muy buenas manos, y así fue. A la tarde, el enemigo atacó la posición y Enrique, al frente de ellos, lo rechazó valiente y briosamente. En el hospital tuve noticias de su heroico comportamiento, que correspondía a la opinión que todos teníamos de él.” [1]
Y en la hoja de servicios de Enrique aparece:
“Interviene en este combate al frente de 19 soldados, de los que no le quedan más que cuatro, y en la segunda ofensiva, quedándose con un solo soldado y solo, sin fuerza alguna, salta el parapeto de Tronchesa y con bombas de mano hizo prisioneros entre la oficialidad y las fuerzas rojas, desarmando y apoderándose de todo su armamento.” [1]
Esta acción le valió también la Cruz de Hierro de 1ª Clase, siendo uno de los 135 divisionarios que se hicieron dignos de esta distinción.

Como consecuencia de las heridas recibidas en esas jornadas, el Capitán Pardo Martínez es relevado en el mando por el Capitán Portolés. Enrique, sin dudarlo, volverá a arriesgar su vida para auxiliar a su nuevo capitán:
«Al ir Portolés a revisar un puesto de avanzadilla, obligó a Enrique a que se quedase en su posición, y al ver éste desde ella que caía herido el Capitán Portolés, antes de que nadie pudiera acudir a socorrerle, ya estaba Moret junto a él haciéndole la primera cura, en medio de una lluvia de metralla. Cuando hubo de entregar el cuerpo herido de muerte de su Capitán, se volvió, despacio, sin alterarse, por la tierra de nadie hasta su posición, desafiando la metralla enemiga.» [1]

Pero esta no sería la última acción protagonizada por el Alférez Moret. El 19 de Marzo de 1943 el destino aún le deparaba un último sacrificio que le costaría la vida a los 22 años de edad. Enrique se encontraba en la posición «avanzadilla» en Kattelov, cerca de Jam-Ishora donde tuvo que desalojar cuerpo a cuerpo al enemigo de las trincheras españolas, en las que había logrado introducirse por sorpresa. Después consiguió plantar nuestra bandera en la avanzadilla enemiga.
La muerte de Enrique Moret Arbex era narrada de esta manera a sus padres por parte de uno de los mandos:
“Referente a la muerte de su hijo Enrique y por los datos que he podido recoger entre sus compañeros, he de decirle que ésta fue gloriosa, ya que la encontró defendiendo la posición que le había sido encomendada y en la que ante el fuerte ataque enemigo tuvo que luchar con él, cuerpo a cuerpo, dando ejemplo a sus tropas y enardeciéndolas con el valor que demostró. Puso en fuga al enemigo, hizo tres prisioneros, y cuando luchaba con un grupo que se había hecho fuerte en un “búnker”, encontró la muerte. Ha sido propuesto para la Medalla Militar Individual. El recuerdo que ha dejado, tanto entre sus superiores como entre sus compañeros y subordinados ha sido inmejorable, y puede usted vanagloriarse de haber tenido un hijo que tan alto supo poner el pabellón de España en la defensa de sus ideales.”

Su cuerpo fue enterrado en Slusk (actual Pavlovsk al sur de San Petersburgo). Años más tarde, el 14 de Abril de 1948 le fue injustamente denegada la Medalla Militar.
A modo de epílogo qué mejor que recordar las palabras que el ya Comandante de Estado Mayor Serafín Pardo Martínez dedicaba a su subordinado:
“Poca cosa me podría complacer más que hablar de tan gran oficial y buen amigo, que con su valor, capacidad, entusiasmo, abnegación y desvelos por los soldados que mandó, supo hacerse querer y respetar en un grado tan alto que muy pocos consiguieron.”
Fuentes consultadas:
- «Homenaje al alférez provisional Don Enrique Moret Arbex», ABC del 3-VII-1959. Fuente: Hemeroteca ABC.
- BOE del 7-I-1939.
- BOE del 8-II-1939.
- «Un año en la División Azul», Serafín Pardo Martínez, af Editores, 2005.
septiembre 19, 2021 at 08:23
Gracias de nuevo por sacar a la luz a estos héroes contra el comunismo.
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