Continuamos esta semana repasando las mejores composiciones literarias del curso 1914-1915. En esta ocasión, la narración versa sobre el conquistador español Alonso de Ojeda, quien poco después del descubrimiento de América exploró las costas de Colombia, Venezuela y las Antillas. A finales de 1509, Ojeda estuvo a punto de perecer junto a Juan de la Cosa y al resto de compañeros de expedición en la aldea de Turbaco (Colombia) donde sufrió el ataque de los indígenas. El autor, Isidro Autrán, nos lo cuenta de una forma muy resumida.
Respecto a nuestro compañero Isidro (promoción de 1917), he podido averiguar algunos datos biográficos. Era hijo de Isidro Autrán y González de Estéfani y de Josefa Flórez de Losada y Suárez de Deza. Sus hermanos, Eduardo y José Antonio Autrán y Flórez de Losada, respectivamente VII y VIII marqueses de Esteva de las Delicias y Grandes de España, también fueron pilaristas perteneciendo a las promociones de 1916 y de 1919. Isidro, intentó acceder a la Academia de Artillería, aprobando el primer ejercicio en 1918 [1], aunque desconozco si finalmente lo logró. Lo que si sabemos a ciencia cierta es que dos años después falleció en El Escorial a los 18 años de edad el 4 de abril de 1920 [2]. Una vida que se truncó en plena juventud.
OJEDA EL INVULNERABLE
Corría el año 1500, cuando en uno de los bergantines que España enviaba cargado con sus hijos a la conquista de América, se hallaba Alonso de Ojeda, capitán español, que con sus soldados se dirigía en busca de gloria.

Hallábase también otro capitán, de nombre Juan de la Cosa.
Una mañana salieron a cubierta ambos capitanes y vieron el ensueño de sus deseos: la tierra americana.
Juan de la Cosa se oponía a desembarcar; mas Alonso de Ojeda, dijo:
–Si vos teméis, iré yo solo con mis soldados.– Y dirigiéndose a la popa del buque, empuñó la caña del timón y puso la proa a tierra.
Entonces, Juan de la Cosa accedió a desembarcar, y tres días después se encontraban en la población de Turbaco.
Los indígenas, al verse perseguidos, intentaron envolver a los españoles que como leones se defendían.
En uno de los percances de la lucha hallóse Ojeda rodeado de quince indígenas y a todos ellos acometió. Siete se precipitaron sobre él, que arrojando al suelo la rodela, empuñó con las dos manos la espada y dio muerte a cinco, poniendo en fuga a los demás, despavoridos.
Arrastróse el héroe hacia un árbol, donde cayó desvanecido.
Los soldados le encontraron al día siguiente y le reanimaron. Tenía clavadas en la rodela muchas flechas y trozos de ellas en la lóriga.
Como fue el único español combatiente en Turbaco que logró salir con vida, alcanzó desde entonces fama de invulnerable.
ISIDRO AUTRÁN. (4.º año.)
Notas del Editor:
- El Debate, 14-VI-1918.
- ABC, 6-IV-1920.
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