Siguiendo la tradición que iniciamos hace algunos años, publicamos en este mes dedicado a los difuntos las notas necrológicas que aparecían en los números de la revista Recuerdos. En esta ocasión se trata del niño Alejandro Potestad y Jenny, que de haber terminado sus estudios habría pertenecido a la promoción de 1921. Su hermano, Federico se graduó en el colegio en 1932.
Alejandro Potestad

Murió el 14 de Septiembre de 1914, en San Juan de Luz, lugar escogido por su familia para el veraneo.
Era un niño que hacía brotar el cariño de cuantos le trataban por sus prendas intelectuales y morales. Algo atrasado se encontraba en sus estudios, debido a una enfermedad, pero pronto dio alcance a sus compañeros mediante una seria aplicación, sostenida por su gran deseo de saber. En una ocasión recibió de un pariente suyo, como regalo, un billete de 25 pesetas; al verse en posesión de tamaña fortuna, lejos de pensar en las mil fruslerías que cautivan a los niños: «Con qué gusto daría yo, dijo, este billete por saber leer y escribir.»
Su bondadoso corazón le llevaba a aliviar a los pobres; no podía ver a uno sin conmoverse y tratar de socorrerlo. En sus diarios paseos por la calle de Lagasca, con frecuencia depositaba en el delantal de una pobre anciana su merienda íntegra, o por lo menos la compartía con ella.
Su bella alma se reveló sobre todo en su última enfermedad. Al darse cuenta de su grave situación, él mismo, con toda espontaneidad, pidió los auxilios de nuestra santa Religión y los recibió con tanta devoción que arrancaba las lágrimas de ternura a los asistentes.
Era tan sufrido y paciente, que en varias semanas de penosa enfermedad, no se le oyó una sola queja, conformándose con entera sumisión a todas las prescripciones facultativas aún las más molestas.
El día 14 de Septiembre, por la mañana, anunció a sus atribulados padres que en ese mismo día había de morir, porque ya tenía ganas de ir al cielo. efectivamente, en aquel mismo día, a las tres de la tarde, voló ese ángel de la tierra a unirse con sus hermanos del cielo.
Desde allí intercede por sus angustiados padres, y esperamos que no olvide a su querido Colegio.
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