Esta semana volvemos al tema de la elección de carrera. En esta ocasión, gracias a la introducción que el director del colegio, Don Florentino Fernández S.M., escribió para el libro «Los jóvenes ante la elección de carrera», del que ya hablamos hace unas semanas.

Como se verá en el artículo, el autor insiste en la importancia que tiene para la sociedad el que los puestos de responsabilidad y liderazgo estén ocupados por profesionales bien formados y especialmente indicados para desempeñar tan altas funciones. Por desgracia, cada día nos damos más cuenta de lo acertado de esta reflexión. Espero que lo disfrutéis.

INTRODUCCIÓN


Portada del libro "Los jóvenes ante la elección de carrera". Editorial Aldecoa 1944.
Portada del libro «Los jóvenes ante la elección de carrera». Editorial Aldecoa 1944.

La elección de carrera es para el joven estudiante un problema capital y decisivo. De él depende su porvenir temporal y eterno.

¡Cuántas vidas malogradas y cuántos estímulos fracasados por no haber sabido elegir debidamente la profesión!

Es, pues, un problema grave y, por consiguiente, digno de meditación y reflexión. No habría tantos hogares en desolación, si el marido hubiera procedido con prudencia y criterio en la elección de su carrera. El que ha logrado dar con la profesión que le corresponde, habida en cuenta su manera de ser, ha dado con un tesoro de inapreciable valor: vivirá feliz y hará felices a cuantos le rodean.

Cuando el individuo se halla en el puesto que le corresponde, está satisfecho, y casi sin esfuerzo despliega sus energías e iniciativas, rindiendo cuanto es capaz de rendir. La nación que logre colocar a sus jóvenes en los puestos para los que tienen mayores aptitudes, ha dado con el secreto de su engrandecimiento y resuelto al mismo tiempo un sinfín de problemas, tanto en el orden moral como en el económico y social.

El dicho anglosajón: «The right man in the right place» debiera ser tenido en cuenta por todos aquellos que por su cargo están llamados a guiar al joven en la elección de carrera.

Dice muy cuerdamente nuestro Balmes [1], que «un hombre dedicado a una profesión para la que no ha nacido, es una pieza dislocada; sirve de poco, y muchas veces no hace más que sufrir y dificultar. Quizá trabaja con celo y con ardor, pero sus esfuerzos, o son impotentes, o no corresponden, ni con mucho, a sus deseos».

Jaime Balmes

Si la nueva España ansía recuperar el rango que en el mundo le corresponde, es preciso que la juventud de hoy ocupe el día de mañana el puesto a que tiene derecho por sus conocimientos, sus gustos, sus aptitudes y sus tendencias personales.

El problema de orientación profesional no es, por consiguiente, un problema que afecte únicamente al muchacho que se halla terminando sus estudios medios y en vísperas de elegir una carrera. Este asunto rebasa el ámbito de la familia y del colegio; es, o debe ser, un problema nacional, puesto que interesa a todos.

Entendiéndolo así, la joven Italia se ha propuesto aprovechar y encauzar las aptitudes naturales de sus jóvenes a fin de impedir se malogren las vocaciones y esfuerzos mal orientados. Para dar cima a esta noble empresa, y en vista de que hoy se carece de elementos capacitados para dirigirla, ha creado recientemente en la Universidad del Sagrado Corazón, de Milán, bajo la alta dirección del P. Gemelli, [2] una cátedra de orientación para formar orientadores. Y no es que este problema de la orientación sea de ayer. Ya Platón, en su República, toca esta cuestión, y dice que «en una sociedad bien organizada los puestos más importantes deben ser desempeñados por las personas especialmente capacitadas».

Agostino Gemelli

Posteriormente, otros filósofos aludieron, siquiera indirectamente, a estos asuntos, pero hay que llegar al siglo XVI para que el problema de la orientación profesional se plantee de modo claro y concreto. Cupo la gloria a un médico español, Juan de Huarte [3], quien, en su libro Examen de ingenios para las ciencias, se hace esta pregunta:

¿Qué clase de genios pueden distinguirse y qué ramas de las ciencias les corresponden mejor? Y dice que cada hombre es capaz de ejercer una actividad mejor que otra; de ahí la importancia de prevenir los errores en la elección. «E1 Gobierno -añade en otra parte- debería encargar a hombres de prudencia y saber, que en la tierna edad descubriesen a cada uno su ingenio, haciéndole estudiar por fuerza la ciencia que le convenía, y no dejarlo a su elección.»

Y en el cap. III de la misma obra escribe: «Yo, a lo menos, si fuera maestro, antes que recibiera en mi escuela algún discípulo, habría de hacer con él muchas pruebas y experiencias para descubrirle el ingenio, y si le hallare de buen natural para la ciencia que yo profesaba, recibiérale de buena gana, porque es gran contento para el que enseña instruir a un hombre de buena habilidad, y si no, aconsejárale que estudiase la ciencia que a su ingenio más convenía; pero, entendiendo que para ningún género de letras tenía disposición ni capacidad, dijérale con amor y blandas palabras: Hermano mío, vos no tenéis remedio de ser hombre por el camino que habéis escogido, y que busquéis otra manera de vivir que no requiera tanta habilidad como las letras.»

Juan Huarte de San Juan

Vemos por lo transcrito, que Huarte fue el primero que estudió con cariño y acierto este problema de la elección de carrera y quien determinó la importancia de las aptitudes psíquicas como elementos determinantes de la elección. Nadie hasta entonces había indicado qué clase de aptitudes exigen las diversas carreras, con lo cual trazó el camino seguro para no errar en asunto de tanta monta.

Por desgracia, no tuvo continuadores; sólo un médico francés, un siglo más tarde, después de haber leído la obra de Huarte, dió un paso más, y en su libro Examen del examen de los espíritus dice J. Guibelet [4] que el factor decisivo para elegir con garantía de éxito una carrera es la «afección» o inclinación hacia la misma,

Portada de la obra «Examen del examen de los espíritus» de Jourdain Guibelet

Toca a nuestro siglo resolver si la afección, despojada de otras aptitudes, basta por sí sola para hacer una acertada elección. Nada nos han dicho sobre este punto los que se han ocupado de estas cuestiones en nuestros días; se puede decir que estamos donde nos dejó Juan de Huarte. Verdad es que, tanto en América del Norte como en Europa, existen no pocos centros de orientación profesional, montados con toda clase de aparatos y provistos de variedad de reactivos; pero eso no quita que esta ciencia se halle en sus comienzos. Estos laboratorios se han dedicado casi exclusivamente a descubrir las aptitudes que se requieren en los candidatos para las profesiones manuales, dando de lado al estudio de las profesiones administrativas y liberales.

Importa mucho que un obrero de taller se halle en su puesto, habida cuenta de sus conocimientos, aptitudes y tendencias personales. Pero ¿no tendrá mayor importancia el que los puestos dirigentes de una nación sean ocupados por manos expertas, por hombres capacitados y cargados de aptitudes para gobernar a los demás? A la industria le interesa un buen mecánico, un ingeniero bien capacitado, pero a la nación importa más un estadista, un hombre de gobierno; y la orientación profesional debe abarcar no sólo las profesiones manuales, sino también, y con mayor interés si cabe, todas las carreras liberales. Descubrir las cualidades específicas que se requieren para desempeñar las diversas carreras y oficios, y averiguar si los candidatos a ellas poseen esas cualidades, he ahí el campo sobre el cual debe actuar la orientación profesional.

Portada de la obra «Examen de ingenios para las ciencias» de Juan Huarte.

Lo difícil del problema no está en montar laboratorios y reunir una serie de «tests» para examinar luego cuáles son las aptitudes de los que se someten a estas pruebas; lo difícil de la cuestión está en la interpretación de los hechos obtenidos por la observación y la experimentación. Es tan compleja la personalidad humana, que no hay ciencia que nos permita penetrar en ella desde el momento en que interviene la interpretación psicológica. El estudio de las diversas profesiones resulta más sencillo, pues no se trata de descubrir las aptitudes del individuo indispensables para ejercer una carrera o un oficio, sino de ver cuáles son los rasgos más salientes que en el orden psíquico caracterizan al ingeniero, al médico, al arquitecto, etcétera etc. Es decir, que lo único que interesa aquí al orientador es investigar el grado en que intervienen las aptitudes psicológicas en las diferentes profesiones, ya que es evidente que no se requiere la misma inteligencia para ser un simple mecánico que para ser un buen ingeniero; pero el orientador ha de ocuparse del uno y del otro, si quiere hacer labor completa. La orientación profesional ha de tender al conocimiento más completo del oficio o profesión y al conocimiento psicológico del individuo que aspira a ejercer determinada carrera, pues Dios ha dotado a todos los hombres de las aptitudes necesarias para desempeñar en este mundo determinado papel; lo difícil es averiguar cuál sea ese puesto. La orientación profesional ha de ayudar al individuo a descubrirlo.

Don Florentino, director del colegio, durante la inauguración del Monumento a los Caídos.
Don Florentino, director del colegio, durante la inauguración del Monumento a los Caídos.

La España grande que todos anhelamos, surgiría pronto si la juventud española ocupase el puesto más en consonancia con las aptitudes de Dios recibidas o adquiridas por el ejercicio. Como católicos y como españoles, los colegios tenemos el deber de ayudar a nuestros jóvenes a resolver este importante problema de su porvenir; en ello hemos de poner todo nuestro empeño, seguros de que de este modo contribuiremos a labrar su felicidad temporal y eterna, al mismo tiempo que servimos a la Patria.

Florentino Fernández Santamaría,
Director del Colegio de Ntra. Sra. del Pilar

Madrid, en el día de Santiago Apóstol, Patrón de España.

Notas del Editor:

  1. Jaime Balmes y Urpiá (1810 – 1848) fue un sacerdote, filósofo, teólogo, apologista, sociólogo y tratadista político español.
  2. Agostino Gemelli (1878 – 1959) fue un médico y religioso italiano.
  3. Juan Huarte de San Juan (1529 – 1588), médico y filósofo español.
  4. Jourdain Guibelet fue un médico normando. Se supone que nació en Évreux, donde ejerció desde finales del siglo XVI, y que murió a mediados del siglo siguiente. Se le recuerda por un trabajo sobre la melancolía.