En 1911 la situación en España era cuando menos convulsa para las organizaciones religiosas. El presidente el gobierno, José Canalejas [1], aunque devoto católico, intentaba limitar el poder de la Iglesia y frenar el creciente anticlericalismo. Para ello se propuso elaborar una nueva ley que tratara a las órdenes religiosas como asociaciones. Mientras se aprobaba esta Ley de Asociaciones, que nunca llegó a ver la luz, se aplicó a partir de de Diciembre de 1910 la llamada Ley del Candado que impedía  establecerse en España a nuevas órdenes religiosas durante dos años.

José Canalejas con sus hijos, Pepito y María.
José Canalejas con sus hijos, Pepito y María.

En este contexto político el Colegio del Pilar daba sus primeros pasos y la pedagogía marianista empezaba a tener una reconocida fama. Era necesario transmitir al pueblo una imagen de la Iglesia como agente transformador de la sociedad, y como un instrumento de progreso y avance. El diario tradicionalista «El Correo Español» se prestó a jugar su papel en este conflicto y ofreció sus páginas a las instituciones religiosas para que mostraran su obra social.

El 2 de Septiembre de 1911 se publicaba en el diario carlista un extenso artículo sobre la Compañía de María escrito por el director del Colegio del Pilar, Luis Heintz [2]. Por desgracia, los esfuerzos fueron estériles, puesto que ya sabemos cómo  evolucionaron los acontecimientos en los años siguientes: Canalejas fue asesinado en la Puerta del Sol en 1912; el anticlericalismo siguió en auge, alimentado por las organizaciones izquierdistas; y finalmente, en 1936 se desató en España la mayor persecución religiosa contra la Iglesia Católica desde los tiempos de Diocleciano.

Os dejo con las transcripción de la crónica, tal y como fue publicada en «El Correo Español«:

La Compañía de María (marianistas)


La Compañía de María (Marianistas), no es de esas órdenes ilustres que basta nombrar para que surja toda una historia y que nadie puede ignorar; nació sin ruido hace un siglo y así vivió esforzándose modestamente en cumplir su misión delante de Dios y de los hombres.

Esta misión, su fundador el P. Chaminade la vio al pie del Pilar de Zaragoza, durante la tormenta de 1789. La revolución francesa arrasó cuantas obras cristianas existieron durante el siglo XVIII, y sobre sus ruinas se sentaron triunfante el naturalismo, la incredulidad y sobre todo el odio a toda institución religiosa*.

Comprendió las nuevas Sociedades civiles y políticas. A esta Sociedad, que rechazaba el traje severo de los frailes, dijo: Yo fundaré una Congregación religiosa sin nombre, sin traje religioso especial, sin existencia civil si fuese posible. Mis religiosos vestirán como los seglares, penetrarán en todos los medios sociales, emprenderán todas las obras, pasando siempre desapercibidos, pero edificando siempre al mundo y a la Iglesia.

Comprendiendo las ventajas positivas de la acción combinada de los sacerdotes y legos, concibió la atrevida novedad de asociar ambos grupos en su obra, gozando todos de idénticos derechos y distribuyéndose indiferentemente las funciones de superioridad entre unos y otros. Aparecerá sólo el sacerdote cuando la función sea puramente espiritual; si es exclusivamente de orden temporal aparecerá el lego, pero actuarán simultáneamente cuando la acción del uno pueda ser ventajosamente secundada y completada por la del otro; y esto en el gobierno de los hombres es precisamente el caso más frecuente.

Beato Guillermo José Chaminade
Beato Guillermo José Chaminade

Y así surgió del caos de la Revolución francesa una congregación religiosa eminentemente democrática, compuesta de sacerdotes, legos profesores y legos obreros con idénticos derechos, salvo en casos excepcionalísimos.

¿Y qué se propondría esta Congregación? Un programa inmenso: multiplicar los verdaderos cristianos.

¿En qué medios sociales? En todos, pero de preferencia en los pobres y los necesitados.

¿Qué clase de obras emprendería? Todas, empezando por la más urgente en la época de su aparición: la educación cristiana de la juventud.

La admirable flexibilidad del instrumento creado por el P. Chaminade, dio inmediatamente su fruto. En medio de una sociedad paganizada por la revolución, la Compañía de María, sin traje religioso y con miembros tan diversificados, pudo trabajar eficazmente en reparar las ruinas acumuladas. Todo lo emprendió: escuelas de agricultura, asilos de huérfanos, patronatos, congregaciones, misiones, obras sociales. Para todo es hábil, y en las cinco partes del mundo ha probado su pericia.

Esta pericia le viene especialmente del acierto con que supo trasladar al terreno de la educación las grandes tradiciones de familia: religión, trabajo, orden y disciplina, y particularmente la emulación fundada en el deber y el honor. Principios son estos que todo educador ha puesto siempre a la base del edificio que intenta construir. La Compañía de María, desde su origen, cultivó de un modo especial el sentimiento de la emulación cristiana que comprende la estimación, el amor, el deseo, la entusiasta conquista de lo que es grande, noble y bueno. La fuerza interna que excita al niño a obrar tan bien y mejor que sus condiscípulos no es la emulación verdadera, pues admite inconscientemente a veces, la envidia. La emulación cristiana despierta y mantiene en el alma el deseo de lo mejor, el amor de lo ideal. No es insensible a los buenos ejemplos, la estimulan y dice: ¿por qué no haría yo otro tanto? A lo que es insensible es a los bajos sentimientos de la envidia.

Así entendida la emulación hace inútil al vigilante y provoca constantes actos de virtud porque da al joven dos mentores incomparables: su conciencia y Dios.

Estos principios constituyen el armazón interno del sistema emulativo adoptado por la Compañía de María. El revestimiento externo fue el sistema de notas que más o menos siempre había existido en los colegios, pero que la Compañía perfeccionó notablemente. Este sistema de notas tiene por objeto, no sólo garantizar la disciplina externa, sino sobre todo provocar esfuerzos constantes para el bien, estimular la buena voluntad y recompensar el trabajo.

Boletín semanal de notas de Torcuato Luca de Tena. Fuente: Archivo personal del autor.
Boletín semanal de notas de Torcuato Luca de Tena. Fuente: Archivo personal del autor.

Las notas, expresadas en cifras según un convenio adoptado, traducen aritméticamente, por decirlo así, la suma de esfuerzos hechos semanalmente por el alumno. Su comportamiento general, su trabajo en clase, las lecciones, las tareas escritas, sus aciertos y errores, el trato con maestros y compañeros, todo queda anotado con esmero, y el resumen, reducido a números, queda proclamado en la lectura de notas semanal. Momento solemne ese, en que de pie, en medio de todos sus condiscípulos, oye sus triunfos y derrotas en las tareas diarias, y el juicio de sus profesores sobre su trabajo y conducta de la semana. Ese también es el momento en que el educador forma la conciencia pública de la clase entera, da los consejos apropiados a la edad y las circunstancias; en una palabra, hace la educación de sus niños.

La recapitulación, consignada en volantes especiales, se manda mensualmente a los padres, para que puedan seguir así, paso a paso, a sus hijos y cooperar efectivamente a la obra de la educación.

Una serie de recompensas: Inscripción en el cuadro de honor, ídem en el “libro de oro” del colegio, Premios de honor, etc., rematan ese sistema apoyado en la emulación cristiana que tiene ella misma por base el deber, la conciencia y la religión.

Con estos principios dirigen 1.500 Religiosos a 27.000 alumnos en cerca de 200 establecimientos, desparramados en las cinco partes del mundo. En España, en donde se establecieron en 1887, ha fundado cinco colegios florecientes de primera y segunda enseñanza, y diversas escuelas de carácter popular, con  1.300 alumnos de todas las capas sociales. Recientísimamente ha fundado dos colegios en Méjico, en donde un personal español contribuye a mantener viva la influencia española.

¡Cosa singular! Al par que en ciertos Estados de Europa la Compañía no puede seguir su obra de reconquista cristiana, sino merced a la elasticidad de sus formas y obras, la organización tan completa y armoniosa de su personal y el exterior casi seglar de sus miembros en naciones paganas, como el Japón, éstos forman parte del profesorado de sus Universidades, y el año 1909 ha visto el extraño espectáculo de un Marianista comisionado por la Universidad imperial de Tokio para recorrer las Universidades del mundo, a fin de observar y hacer todos los adelantos que notara.

Ferdinand Brunetiere.
Ferdinand Brunetiere.

Y para terminar esta crónica, ya tan larga, citaré el interesante aunque atrevido ensayo que ha intentado la Compañía de María, implantando en uno de sus Colegios de Suiza [3] el sistema educativo con que tanto llamó la atención del mundo profesional el célebre Demolins [4]: el sistema llamado de “l’École des Roches”. En Friburgo el nuevo sistema funciona, pero con la nota francamente católica. Y no creo poder dar idea más exacta de él. Ni mejor terminar estos renglones que citando textualmente la carta escrita con este objeto por el gran talento de Brunetiere [5]:

Señor Director:

Le agradezco la amabilidad con que me comunica el plan de organización del Colegio de Friburgo, y ya que me hace el inmerecido honor de solicitar mi parecer, no puedo menos de manifestarle que apruebo la feliz novedad del proyecto. Es una experiencia que realiza usted, pero en las condiciones de prudencia y de discreción que necesariamente exige toda experiencia de este género; difícilmente se imaginará nada menos “revolucionario” ni al mismo tiempo más “moderno” que el programa que tengo a la vista.

Usted no renuncia al sistema del internado del que tanto mal se ha dicho; pero, mediante la instalación de la “casa de familia”, tan difícil de organizar en las grandes ciudades, por muchas razones, usted la adapta, la humaniza y la quita sus peores inconvenientes.

Usted no quiere hacer, no hará de su Colegio una Academia de atletismo o de sport, pues demasiado sabe usted que la formación de “hombres” nada tiene de común con el aprendizaje de un ciclista o de un boxeador; pero, con muy buen acuerdo, deja usted amplio espacio a los ejercicios físicos, al desarrollo muscular y al vigor corporal.

Usted no proyecta dar a los niños una independencia incompatible con su edad, ni mucho menos armoniza las horas de estudio y de descanso de modo que el trabajo aparezca como una diversión. ¡No se instruye divirtiéndonos! Pero usted suaviza la antigua disciplina y no quiere que el colegio sea un cuartel.

Todo cuidado será poco para dar la instrucción más sólida, más exacta y más extensa; pero no atenderá usted menos a la educación que a la instrucción; pero se preocupará de la formación del carácter tanto como de la de la inteligencia, y no será usted menos escrupuloso de la rectitud y de la integridad de sus creencias que de la precisión y diversidad de sus conocimientos.

Por fin se conformará usted con los programas de instrucción vigente, sin descuidar su lado práctico, encaminando así a la juventud hacia el bachillerato y las carreras por caminos menos estrechos. No son los programas los que importan, sino el espíritu que vivifica la letra y preside su aplicación.

Y cuando el éxito haya coronado sus esfuerzos -lo que no tardará- nadie se asociará más cordialmente a su satisfacción que este su seguro servidor y amigo.

Fernando Brunetiere.

Don Luis Heintz. Primer director del colegio.
Don Luis Heintz. Primer director del colegio.

Pues el éxito ha venido, y en los ocho años que lleva de existencia el colegio de Friburgo no puede admitir todos los alumnos que a sus puertas se presentan.**

Luis Heintz
Marianista

* El P. Chaminade, fundador de la Compañía de María y del Instituto de Hijas de María, era un sacerdote francés, nacido en Perigueux, el 8 de Abril de 1761. Cuando estalló la revolución se hallaba en Burdeos, en donde tan sólo quedaron unos cuarenta sacerdotes para atender a las necesidades espirituales de la gran ciudad. Pronto la cuchilla revolucionaria redujo a veinte este número. Entre estos veinte se hallaba el P. Chaminade, ejerciendo el Sagrado Ministerio en los sangrientos días del terror bajo diversos disfraces. Ordinariamente era un sucio calderero que recorría las calles gritando: ¡El calderero! ¡calderos, calderos! Introduciéndose así en las casas en que había que sacramentar a un moribundo, bautizar a un niño, o casar a una pareja cristiana. A las afueras iba bajo los harapos de un mercader ambulante. Le facilitaba la peligrosa tarea la circunstancia de que se le creía emigrado, y sobre la lista de emigrados figuraba en efecto.

Cuando cayó la siniestra cabeza de Robespierre [6], hubo un periodo de calma, y los sacerdotes pudieron circular más libremente. El P. Chaminade solicitó entonces se borrase su nombre de la lista de emigrados. Pero antes de que lo consiguiera estalló un recrudecimiento de violencias contra el culto católico (18 de fructidor, año V), y todos los sacerdotes que habían vuelto del extranjero tuvieron que salir del país, bajo pena de presidio. El P. Chaminade, englobado en este decreto, tomó el camino del destierro y vino a fijar su residencia en Zaragoza. Tres años pasó allí en la oración, el recogimiento y la meditación de las terribles lecciones que daba la revolución al mundo entero.

** El ilustre Marianista que en esta información presenta la Compañía de María, no hace ningún comentario sobre el proyecto de ley de Asociaciones; pero el lector puede hacerlo muy expresivo. Esta Congregación representa una innovación en los métodos educativos de la infancia; no sólo contribuye a disminuir el número espantable de nuestros analfabetos, sino que es un estímulo y un ejemplo para nuestros centros docentes; savia nueva, acaso, de que se convendrá nutrir al maestro. Y eso no es lo que sobre en España; eso es lo que falta. Para ellos, por consiguiente, el proyecto es insensato.

Notas del Editor:

  1. José Canalejas Méndez (Ferrol 1854 – Madrid 1912): Abogado y político regeneracionista y liberal español. Fue ministro de Fomento, de Gracia y Justicia, de Hacienda y ministro de Agricultura, Industria, Comercio y Obras Públicas durante la regencia de María Cristina de Habsburgo-Lorena y presidente del Consejo de Ministros y nuevamente ministro de Fomento y ministro de Gracia y Justicia durante el reinado de Alfonso XIII. Ejerció de presidente del Congreso de los Diputados entre 1906 y 1907 y de presidente del Consejo de Ministros entre 1910 y 1912, cargo que ostentaba cuando fue asesinado por un pistolero simpatizante anarquista.
  2. Luis Heintz y Loll (Colmar 1886 – San Sebastián 1934): Gran aficionado a la espeleología, obtuvo el doctorado en ciencias el 11 de abril de 1908 en la Universidad Central, con la lectura de la tesis “Espeleología: estado actual de la espeleología, la espeleología en España, la espeleología en Álava. Fundador y director del colegio de Nuestra Señora del Pilar de Madrid desde 1907 hasta 1924. Director del colegio de los marianistas de Vitoria desde 1925 hasta 1930.
  3. El texto se refiere al colegio marianista de Friburgo del que el P. José María Salaverri en su biografía del venerable Domingo Lázaro nos cuenta: “Pero no quieren que sea un colegio más, sino un colegio con formas nuevas. Los autores del proyecto fueron el padre José Simler, superior general, siempre joven a pesar de su edad; el padre Carlos Klobb y don Luis Cousin. Este último redactó el proyecto final. Un colegio por pabellones pequeños, como un chalé suizo; un colegio con una participación de los alumnos más activa según van creciendo en edad; un colegio sin vallas; un colegio con internado lo más parecido a una familia; un colegio internacional con intenso estudio no sólo del francés (con su academia literaria), sino también del alemán y del inglés; un colegio en que el deporte sea importante sin ser absorbente; un colegio de sólida enseñanza humanística, pero fuerte en ciencias; un colegio en el que la educación tenga la primacía sobre la mera instrucción; un colegio impregnado de espíritu cristiano con círculos de estudios sociales para los mayores. ¿Una utopía?El consejero de educación del cantón de Friburgo se entusiasmó con el proyecto y se concedió a la Villa Saint-Jean el título de «sección francesa» del Colegio oficial Saint-Michel. Hacía falta encontrar el genio que pusiera en marcha la empresa. Lo encontraron en la persona del padre Francisco Kieffer. Empezó en 1903 en locales provisionales hasta que, junto con los seminaristas, se trasladaron a las nuevas instalaciones. La idea central del padre Kieffer era: «Educación a base de confianza; confianza a base de conciencia». Dio un lema al colegio: De toute son âme («Con toda el alma»). Un académico francés juzgaba así el ideario del colegio: «No es nada «revolucionario», pero no he conocido nada más moderno». Muy pronto afluyeron alumnos de todas partes. Llegó a tener alumnos de unas veinte nacionalidades. Al frente de la «Villa» estará el padre Kieffer durante diecisiete años: consiguió darle un estilo y un prestigio. Dos de sus antiguos alumnos son internacionalmente conocidos: el escritor aviador Antoine de Saint-Exupéry y el rey de España Juan Carlos I.”
  4. Edmon Demolins (1852 – 1907): Intelectual y pedagogo francés creador de l’École des Roches en 1899 inspirada en sus experiencias en los nuevos internados de Inglaterra y fundamentadas en un ambiente familiar, en la pedagogía activa y en las actividades físicas y deportivas.
  5. Ferdinand Brunetière (Tolón 1849 – París 1906): Historiador de la literatura y crítico literario francés.
  6. Maximilien Robespierre (Arras 1758 – París 1794): Abogado, escritor, orador y político francés apodado «el Incorruptible». Fue uno de los más prominentes líderes de la Revolución francesa, diputado, presidente de la Convención Nacional en dos oportunidades, jefe indiscutible de la facción más radical de los jacobinos y miembro del Comité de Salvación Pública, entidad que gobernó Francia durante el periodo revolucionario conocido como el Terror.