El 30 de Junio de 1959, a los 53 años moría en su casa de la calle Ibiza, frente al Parque del Retiro que tanto añoró, Don Agustín de Foxá y Torroba, III Conde de Foxá y IV Marqués de Armendáriz, de la Real Academia Española. Apartado y rechazado por muchos; unos, porque no le perdonaban su pertenencia a la aristocracia; otros, su militancia falangista; y todos, su genialidad, su vivo ingenio y su arrolladora personalidad.

Hoy, tan solo una calle en Madrid y una placa en la fachada de la que fuera su casa le recuerdan. A lo largo de las últimas semanas hemos recordado sólo algunas de sus colaboraciones con su Colegio del Pilar, en las que hace gala de un pilarismo militante y convencido. En todas ellas se refleja su amor al colegio, a la Compañía de María y la añoranza de los años de su infancia.
Sin embargo, no busquéis en el Soy Pilarista algún artículo que le recuerde, no lo hallaréis; no os molestéis en buscar si se le ha recordado por la Asociación de Antiguos Alumnos, no lo encontraréis (qué gran oportunidad se ha perdido para representar su obra de teatro “Baile en Capitanía”); tampoco busquéis su estatua en el Parque del Retiro, no existe ninguna. Si buscáis en las noticias de los últimos años sólo hallaréis las que hacen referencia al último intento por retirar su nombre de la calle que le recuerda. Así de mezquinos somos los hombres.

Agustín murió en brazos de su madre, mirando quizás por la ventana los árboles del parque y puede que recordando sus más sentidos versos:
Y pensar que después de que yo me muera,
aún surgirán mañanas luminosas,
que bajo un cielo azul, la primavera,
indiferente a mi mansión postrera,
encarnará en la seda de las rosas.
Y pensar que, desnuda, azul, lasciva,
sobre mis huesos danzará la vida,
y que habrá nuevos cielos de escarlata,
bañados por la luz del sol poniente
y noches llenas de esa luz de plata,
que inundaban mi vieja serenata,
cuando aún cantaba Dios, bajo mi frente.
Y pensar que no puedo en mi egoísmo
llevarme al sol ni al cielo en mi mortaja,
que he de marchar yo solo hacia el abismo
y que la luna brillará lo mismo
y ya no la veré desde mi caja.
Finalizamos hoy este póstumo homenaje recordando uno de los artículos que se le dedicaron en el Boletín de la Asociación de Antiguos Alumnos con motivo de su muerte hace ahora sesenta años.

Un compañero inolvidable: Agustín de Foxá
Agustín de Foxá, Conde de Foxá, ha dejado una estela imborrable en nuestro espíritu. Los que convivimos con él, dentro y fuera del Colegio, siempre recordaremos con delectación su amenísima charla, sus pensamientos de poeta, cuyos lirismos al tomar realidad y forma en las cuartillas engendraron esos bellos poemas que nunca se olvidarán, que siempre serán recordados con fruición infinita. Su alma rebosante esplendorosa con luz propia, que irradiaba a través de sus versos, nos muestran sus recónditos pensamientos siempre saturados de amor hacia las más bellas formas del decir, hacia todo lo que fuera armonioso y sugestivo. Gran señor, gran amigo y enorme corazón; cuando se hablaba de su Colegio, de sus compañeros, tenía siempre una frase de simpatía y de amable recuerdo.
Su permanencia en el Ejército cuando fue llamado a filas como soldado de Cuota en la inolvidable Brigada Obrera y Topográfica del Estado Mayor Central que mandaba el pundonoroso Coronel D. Enrique González Jurado, demostró su temperamento de buen español y atento camarada. Alternaba con todos sin excepción, y al grupo de sus compañeros de Compañía nos deleitaba con sus composiciones poéticas y su maravillosa charla de auténtico conversador, palabra fluida fácil, que hacía gratísima la noche de guardia. Su conocimiento profundo de la literatura universal, sus estudios de los diversos autores, eran auténticas lecciones de Cátedra. En distintas ocasiones en las que tuve ocasión de verle, siempre hacía mención de su permanencia en el Cuartel, recordando con agrado a sus Jefes y compañeros.
Plumas autorizadas y de prestigio han escrito sobre todos sus aspectos y actividades, tanto como diplomático y literato. Yo sólo apunto las facetas que con él pude convivir, y en todas ellas siempre era el auténtico caballero español el antiguo alumno del Pilar, que recordaba con alegría y emoción los años transcurridos en Goya y en Castelló, su prodigiosa memoria rememoraba hechos y anécdotas de su vida escolar.

Con motivo del Cincuentenario del Colegio publicó «ABC»: «El Pilar cumple cincuenta años«, reproducido en el número extraordinario de las Bodas de Oro. En él se reflejaba, su exquisita sensibilidad, su ternura y cariño hacia «su Colegio», relatando sencilla y bellamente sus recuerdos de la niñez, sus primeros balbuceos literarios que andando el tiempo le convertirían en escritor brillante, en poeta consagrado.
Y en sus versos de filigrana, sonoros, de honda inspiración, nos ha legado su espíritu señorial, su alma noble de perenne recuerdo para todos: amigos y compañeros que siempre recordarán sus escritos con deleite y emoción.
Antonio Serrano Barreno (Promoción de 1924)
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