Hace unos meses la Editorial Esparta publicó un libro muy recomendable: «Diario de Guerra de un Falangista Caído». En cuando leí el nombre del autor, me sonó su nombre, Jacinto Valentín y Fernández de la Hoz. ¿Dónde había leído yo ese nombre? Efectivamente, Jacinto era uno de los más de trescientos alumnos del colegio que murieron en la Guerra Civil. Por supuesto, no tardé en comprar y leer el libro, pensando que las notas escritas por Jacinto podrían dar interesantes datos sobre la época y la sociedad del momento.

Jacinto, era un joven estudiante de derecho cuando estalló la guerra. Él y sus hermanos, José María y Agustín Valentín-Gamazo y Fernández de la Hoz, habían estudiado en el colegio. José María, que era el mayor, tenía 21 años en 1936; le seguía Jacinto con 20, y el más pequeño era Agustín, que debía tener 18 años escasos cuando los tres se alistaron.
Los Valentín-Gamazo, provenían de una antigua y aristocrática familia de Boecillo (Valladolid) y estaban emparentados con los Condes de Gamazo y con los propietarios de la ganadería de reses bravas de El Raso del Portillo. La familia al completo se encontraba en Boecillo a donde habían llegado el 18 de Julio y al día siguiente, después de oír misa y al tener noticia de que la sublevación había triunfado en Valladolid, los tres hermanos no dudaron en alistarse en la filas de Falange para acudir al frente junto a otros muchachos del pueblo.
Jacinto y sus hermanos eran profundamente religiosos; y tanto José María como Jacinto formaban parte de la DYA (Derecho Y Arquitectura), primera academia y residencia universitaria fundada por San José María Escrivá de Balaguer en Madrid.
Nuestro compañero, escribe algunas reflexiones en su diario que nos dan una idea de los altísimos ideales de algunos de los jóvenes de la sociedad de aquellos años:
«Sin embargo, pienso que el hecho de dar la vida por la patria es de por sí tal honor, es tal la gloria de alcanzar la palma del martirio por Dios y por España, que pienso que no soy digno de él.»
y en otro pasaje:
«La sangre que arde en mis venas, pide derramarse por la causa de España y de Dios y la ofrezco para lavar el honor de España, ultrajado.»

Después de unos días de instrucción en Valladolid su unidad se trasladó al frente de la Sierra de Guadarrama con los tres hermanos Valentín-Gamazo:
«Siento una suave emoción que me inunda el pecho y alzo la voz rogando a Dios por esta España a la que vitoreamos una, grande y libre y sobre todo católica, porque sin ser católica, nunca podrá ser grande. Por toda esta legión de soldados, cuerpos armados y jóvenes falangistas que ofrendan sin miedo su vida generosa en aras de la Patria y de su ideal. Por mis padres para que no se entristezcan ni atemoricen, antes alcen las cabezas con patrio orgullo al saber que sus tres hijos mayores parten decididamente, emocionados y sonrientes, para luchar contra los enemigos de su Dios y de su Patria.»
Después de algunas peripecias que no voy a desvelar y que os animo a descubrir en el libro, finalmente, el 30 de Agosto Jacinto caía herido. Así lo narraban su padres en la necrológica:
«A las 3 de la mañana del Domingo 30 de Agosto, salía de su acuartelamiento de San Rafael la Falange de Valladolid, con orden de tomar a los republicanos, la posición que éstos tenían en Cueva Valiente, desde donde hostigaban y batían este pueblo de San Rafael, centro de comunicaciones y avituallamiento de las tropas que operaban en la Sierra de Guadarrama. Formaban parte de aquella centuria, además de otros muchachos de Boecillo, José María y Jacinto Valentín y Fernández de la Hoz que acababan de oír misa y comulgar.
Llegados al alto de la sierra y dada la orden de desplegar, Jacinto entró en fuego al lado del portador de la bandera roja y gualda y en pleno combate, fue visto por sus compañeros, delante de todos, llevando él la bandera por haber caído herido el abanderado.
Serían aproximadamente las 9 de la mañana, cuando el soldado que luchaba al lado de José María, vio que otro compañero transportaba a un herido con el que no podía y le dijo a José María: «Voy a ayudar a aquel que va con un herido». Al acercarse al grupo vio que éste era Jacinto, a quién preguntó si quería que avisase a su hermano. «No, no le digáis que estoy herido, que no abandone el campo de batalla, que siga luchando»».

El herido fue trasladado a Segovia donde falleció en torno a las 12:00 del 30 de Agosto, después de que el capellán le administrara los Santos Sacramentos como él había solicitado.
Así entregó su vida el pilarista Jacinto Valentín-Gamazo y Fernández de la Hoz, orgulloso de verter su vida por Dios y por España, como reza el epitafio del monumento a los caídos del colegio:
«Ya puedo decir muy alto que mi sangre ha corrido a mezclarse con la de tantos valientes que han vertido la suya generosa, para salvar a nuestra Patria. Si para redimir la Humanidad fue necesaria la sangre de un Dios, para redimir a España ha sido necesaria la de muchos héroes que la han derramado sin vacilar.»
Si alguno aún no ha escrito la carta a los Reyes Magos, os recomiendo vivamente este pequeño libro que puede ser una excelente opción para descubrir como pensaban y sentían los pilaristas de hace 80 años.
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