Cuando aún nos estamos recuperando del pesar por la marcha de nuestro querido Paco Luna, quiero en esta ocasión recordar también que hoy hace 64 años nos dejaba quien fuera el puntal fundamental del pilarismo y de la Asociación de Antiguos Alumnos, Don Pedro Ruiz de Azúa.
Os dejo con el artículo que con motivo de su fallecimiento se publicó en el BOLETÍN de la Asociación de Antiguos Alumnos de Abril de 1956:
Don Pedro
Don Pedro Ruiz, al que todos cariñosamente conocíamos con el sobrenombre de D. Pedro «el Gordo», entregó su alma a Dios el 18 de enero, por la tarde.

Tan inesperada noticia nos sorprendió a todos, lo mismo a los que ignoraban por completo que estuviera enfermo, como a los que seguimos día a día el curso de su enfermedad. Precisamente la víspera de su muerte, y al preguntarle cómo se encontraba, nos decía: “Bien, bien…» Y es que veía acercarse su fin con la serenidad del justo y la satisfacción del deber cumplido.
Religioso ejemplar, patriota exaltado, magnífico maestro, trabajador infatigable, puede decirse que los últimos años de su vida los entregó íntegramente a la Asociación en su cargo de Secretario permanente de la misma, una vez relevado de sus actividades pedagógicas, a las que dedicó cincuenta años de su vida.

Metódico y ordenado, consiguió con una paciencia verdaderamente extraordinaria, ir recopilando un sinfín de datos en sus famosos «cuadernitos», para ir reconstruyendo y mejorando los ficheros, sin cuya valiosa ayuda hubiera sido totalmente imposible continuar la labor informativa que él con su prodigiosa memoria llevaba tan admirablemente. No escatimaba ningún esfuerzo para localizar a sus “mocitos», pues sabía la alegría que les proporcionaba ver que su antiguo profesor se preocupaba de que no les faltara su ejemplar del BOLETİN, que les haría recordar los años pasados en el Colegio, sobre todo aquellos que se contraban lejos de España. ¡Con qué interés seguía las actividades y la vida de todos, acompañándoles siempre en sus desgracias familiares con su gran corazón y ayudándoles siempre que estaba en su mano! Se complacía con sus visitas, lo mismo las de los que ya hacía mucho tiempo que habían dejado atrás los años escolares, que cuando los hijos de éstos pasaban por Secretaría a saludarle con frecuencia.

Su carácter abierto, simpático y acogedor le convirtieron en una verdadera institución en el Colegio. Pilarista cien por cien, gozaba extraordinariamente con los éxitos de los que fueron sus alumnos, lo mismo en el plano internacional que en el profesional, o en el deportivo. ¡Con qué regocijo comentaba: «Esta tarde hemos ganado en baloncesto»!, cuando los éxitos del Pilar el año pasado en los Juegos Escolares.
Su única preocupación cuando cayó enfermo fue que no iba a poder asistir a la Asamblea del 8 de enero. Sin embargo, estuvo pendiente de todo hasta el último momento. Baste un detalle: Una hora antes de morir pidió que le leyeran las últimas cartas recibidas y algunos de los originales insertos en este BOLETÍN.

Las extraordinarias simpatías con que contaba se reflejaron en el constante desfile de Antiguos ante su cadáver en la capilla ardiente instalada en la de la Congregación, los que asistieron a las siete Misas de «corpore insepulto» que se celebraron, la extraordinaria concurrencia al funeral en la Concepción y, sobre todo, hay que destacar como más impresionante el sin número de Antiguos que le acompañaron hasta su última morada en el cementerio de la Compañía en Carabanchel.
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