Continuamos esta semana con los artículos de la revista Recuerdos del curso 1913-1914. En esta ocasión, comenzamos con la sección religiosa de la publicación. El artículo que hoy os presento tiene varias ideas interesantes.
En primer lugar, se destaca la necesidad de una formación religiosa que verdaderamente dé sentido a nuestra existencia. A continuación, se presenta una idea muy característica del estilo del colegio del Pilar: nunca imponer las prácticas religiosas, pero ofreciendo al alumno los medios para el desarrollo de su religiosidad. Por último, se nos presentan algunas novedades importantes: un nuevo manual para la enseñanza de la doctrina cristina; el comienzo de las misas matinales, que serán una constante en el colegio hasta hace bien poco; la lectura espiritual y el examen de conciencia al terminar las clases.
Para concluir, y antes de dejaros con la crónica de la revista, permitidme que os dé algunas pinceladas extraídas de los cuadernos de Don Pedro sobre la capilla de Claudio Coello 41, que utilizaban los alumnos de segunda enseñanza:
La capilla medía 23 m. de largo por 6 m. de ancho y 3,3 m. de alto. Era de estilo árabe, con vidrieras moriscas de la casa Meaumejean, cortinas moriscas y lámparas y jarrones de igual estilo. Se bendijo el 25 de Septiembre de 1912 y al día siguiente se celebró la primera misa. Los bancos eran de roble y procedían de Vitoria. El 3 de Mayo de 1913 se colocó la imagen del Sagrado Corazón de María, regalo de 1ª comunión. Y unos meses más tarde se colgaron las imágenes del Vía Crucis gótico que costó 400 pesetas de la época.

VIDA RELIGIOSA
Innovaciones.
«La Religión es el hilo conductor de la vida y resorte interior del alma», según la expresión de un miembro eminente del Clero francés. Los mismos racionalistas, mientras su triste lógica no les imponga una actitud más consecuente con su credo religioso, apadrinarán sin dificultad esa misma afirmación que la experiencia cotidiana mantiene y confirma contra toda teoría por flamante y entonada que sea.
Sin embargo, representantes casi oficiales y hieráticos [1] de la ciencia proclamaron un día, sin sombra de vacilación, que los males que aquejaban a la mísera humanidad no tenían otro origen que la ignorancia: el estar los hombres ayunos de conocimientos científicos.
Hecho el diagnóstico con tanto tino, procedieron, con la misma gravedad y aplomo, a redactar la receta que resolvieron tuviera forma gráfica, imponente y apodíctica [2]. Resultado de sus deliberaciones fue el célebre apotegma [3]: POR CADA ESCUELA QUE SE ABRE, SE CIERRA UNA PRISIÓN [4].
Cada escuela debía ser a manera de dispensario donde se inoculara el suero elaborado con la más pura substancia de la ciencia, destinado a sutilizar con su benéfico influjo las naturalezas demasiado agrestes y rudimentarias. Berthelot [5] mismo aplaudía con entusiasmo a la aparición de la aurora de un nuevo día en que la ciencia sustituiría con sus leyes y principios los viejos dogmas de las religiones, buenas para amamantar sociedades primitivas, pero destinadas a desaparecer al primer soplo de la crítica moderna.
Mientras aguardamos la realización, este pronóstico tan halagüeño para la ciencia, vamos perdiendo un tanto la confianza absoluta que nos inspiraba esa señora, en cuanto se mete en mies ajena.
Y es que, en efecto, ha salido defraudada la esperanza de ver convertido en hecho el apotegma, y cada escuela abierta -sin Religión, se entiende- ha sido un semillero de parroquianos para las cárceles.
Además, los legítimos y más caracterizados representantes de la ciencia, han sido los primeros en fijar cuidadosamente los límites que circunscriben su dominio propio, y lejos de disminuir su valor real y su indisputable influencia, los han acrecentado al precisarlos. Por eso la ciencia verdad nunca está de monos [6] con la Religión; la puede ignorar, pasar indiferente a su lado, pero no condenarla sin renegar de sí propia.
Quedamos, pues, con lo más profundo y encumbrado de la inteligencia humana y con el instinto vital de toda la humanidad (que no es grano de anís) en proclamar la necesidad absoluta de la Religión, sin admitir sucedáneos de ninguna clase.
Y al llegar aquí nos quedamos casi tan orondos de nuestras elucubraciones como los consabidos sabios, cuando dieron a luz su panacea para curar de raíz los males de la humanidad, pero caemos en la cuenta de que esgrimimos nuestras armas contra molinos de viento.
Todos: los padres, los profesores y los mismos alumnos estamos convencidos de que la Religión no es solamente un medio de disciplinar a la muchedumbre, ni siquiera un lenitivo fantástico, pero eficaz de nuestras penas, sino un elemento indispensable de nuestra vida, la parte más noble y elevada de nosotros mismos, y que sin ella caemos en el caos más negro, sin llegar a comprender lo que somos, ni a justificar la existencia de lo que más profundamente amamos.
Pero para que la Religión llegue a ser este elemento de vida y esta alma de nuestra alma, es preciso que sea sólida, asentada en hondas convicciones, activa, práctica, interesando al hombre entero. La Religión no es un negocio al que se consagra un momento del día, para dejarlo incomunicado con la vida fuera de la hora que se le señala; es un conjunto de convicciones y prácticas inspiradas en la fe que compenetran los actos todos de nuestra existencia y les dan su verdadero valor.
La familia es el principal factor en la elaboración de estos sentimientos y de estas ideas, merced a la intimidad del hogar doméstico y a la confianza que abre las almas y las dispone a aceptar sin resistencia las inspiraciones religiosas.
El Colegio colabora con eficacia, pero no sustituye. Y el Colegio del Pilar entiende que si la Religión es lo más necesario, es también lo más delicado por ser lo más íntimo y personal en el hombre, y por tanto se esfuerza en facilitar, en cuanto está en su mano y con marcada preferencia, el conocimiento y la práctica de la Religión, pero huyendo con extremo cuidado de cuanto pudiera parecer imposición o rutina. Los alumnos gozan de libertad omnímoda para el cumplimiento de sus deberes religiosos, pero disponen de todos los medios apetecibles para salir buenos y perfectos cristianos.

Este año tenemos que señalar en el Capítulo correspondiente a la vida religiosa del Colegio alguna innovación.
Para el estudio de la Doctrina se ha puesto en manos de los alumnos un manual redactado «ex profeso» para ellos, suficientemente extenso para abarcar cuanto les es necesario conocer, sin incurrir en la nota de prolijo, escrito con la mayor claridad posible, dando a las cuestiones la importancia relativa que revisten para los que han de estudiarlas, haciendo derivar del dogma sus naturales consecuencias prácticas y haciendo ver en los preceptos morales su alcance y el espíritu que debe vivificarlos. Tal ha sido el objetivo que se han propuesto sus autores: sus deficiencias inevitables se irán subsanando con ayuda de cuantos se interesan por la enseñanza religiosa.
Otro detalle que hay que recoger ha sido el acuerdo de celebrar todos los días una Misa a las ocho y diez minutos para facilitar la asistencia a cuantos alumnos deseen aprovechar las ventajas de una práctica tan cristiana. El alumno apremiado por sus lecciones, oye parte de la Misa y se entrega luego con mayor ahínco a la tarea diaria; el que siente mayor devoción a menos apuros por haber sido más previsor, la oye entera: algunos se contentan con una visita breve y todos empiezan por consagrar a Dios el nuevo día.
El día se termina por una breve lectura hecha en cada clase por el profesor correspondiente acerca de algún tema religioso o edificante seguido de un examen de conciencia, corto también, pero suficiente para dar un recorrido a todos los actos del día y para inspirar a los alumnos el deseo de conservar toda su vida la costumbre de un ejercicio religioso que todo cristiano serio debe practicar.
Dicho se está que ni esta lectura ni este examen de conciencia pretenden convertirse en la oración a que se entrega el cristiano al concluir el día. Tratándose de alumnos externos, la oración de la noche ha de hacerse en familia así como la del levantarse.
Y nada más como innovación, puesto que se ha conservado cuanto estaba en vigor en años anteriores. Así es como el Colegio, sin perjuicio de los estudios, ni de la educación física ni de la formación simplemente humana, atiende al fin religioso, resumen y coronamiento de todos los demás.
Notas del Editor:
- Hieráticos: De una solemnidad extrema.
- Apodíctico: Incondicionalmente cierto, necesariamente válido.
- Apotegma: Dicho breve, sentencioso y feliz, especialmente el que tiene celebridad por haberlo proferido o escrito alguna personalidad o por cualquier otro concepto.
- Frase atribuida a Víctor Hugo.
- Marcellin Berthelot (París 1827 – 1907): Químico e historiador francés, librepensador republicano cuyo pensamiento creativo y trabajo influyeron significativamente en la química de finales del siglo XIX. (Fuente: Wikipedia)
- Estar de monos alguien: Tener un enojo pasajero.
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