Ayer, igual que hoy, en las revistas del colegio se incluían composiciones literarias y relatos elaborados e ilustrados por los alumnos. Hoy comparto con vosotros uno de esos relatos correspondiente al curso 1917-1918 aparecido en la revista Recuerdos de ese mismo curso escolar:
no de los hombres más conocidos en la capital, era un rico y opulento conde que poseía grandes palacios y tenía en los pueblos cercanos grandes extensiones de terreno en las que se criaban innumerables rebaños.
Entre sus criados se contaba un pobre pastor, joven fuerte y coloradote, que habiendo pasado toda su vida entre su rebaño tenía una educación muy deficiente.
Era Navidad y el pobre pastor que había oído hablar de opíparos banquetes, con que su amo obsequiaba a sus amigos para celebrar las pascuas, juzgó que ya que a él no le era dado participar de las comidas de su amo, podría, sin embargo, matar una oveja de su rebaño y regalarse con ella, pues pensaba que, por tan insignificante falta, su amo no se incomodaría. El conde, a la sazón, se hallaba visitando sus dominios, pero el pobre pastor que nada sabía se dispuso a ejecutar su plan. Ya lo tenía todo dispuesto; la oveja degollada, la fogata encendida, mas cual no sería su sorpresa, al descubrir en el camino una nube de polvo y luego unos caballos que se acercaban. En el jinete que iba a la cabeza reconoció a su amo. Un escalofrío de terror sacudió al pobre pastor, cuando el amo, bajándose del caballo, le preguntó:
-¿Dónde has cogido esa oveja?
El pobre pastor sin saber qué contestar, se quedó con los ojos clavados en su amo.
-¡Ah! No contestas; de manera que la has robado y te disponías a asarla. Ahora mismo vas a ser detenido y puesto a disposición del juez.
El pastor acudió para su defensa a un abogado muy listo el cual discurrió un medio ingenioso para librarle de aquel apuro. Aconsejó al pastor que a todas las preguntas que la dirigieran contestase con un balido. Así lo prometió el mozo.
Pocos días después se celebró la vista de la causa. El juez se dirigió al reo:
-¿Confiesa usted haber matado una oveja que pertenece a su amor?
– ¡Beee!, contestó el pastor.
El público que estaba en la sala comenzó a reirse, pero el juez impuso silencio y visiblemente malhumora, repitió:
-Le pregunto a usted que si ha matado una oveja de su amo.
-¡Beee! volvió a contestar el pastor.
El público prorrumpió en una sonora carcajada y el presidente, después de nuevas preguntas sin otro resultado que un balido cada vez más estrepitoso, le tomó por un loco y le absolvió.
Algún tiempo después el abogado presentó su minuta al pastor. Este al enterarse de ello no le dió más respuesta que un ¡beee! formidable. El abogado muy contrariado le dijo:
-Ya ve usted que le he arrancado de las garras de la justicia; págueme usted la cuenta.
Pero el buen gañán se había olvidado del castellano y no hablaba otro leguaje que el de su rebaño.
El abogado comprendió, por fin, que su cliente había aprendido bien la lección y se resignó a quedarse sin un cuarto.
F. Gargollo [1] (5º año A.)
Dibujo de M. San Eustaquio [2] (6º año B.)
Notas del editor:
- Fernando Gargollo Echevarría: Promoción de 1919.
- Mariano San Eustaquio de Miguel: Promoción de 1918.
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