Aunque el objeto de este blog es dar a conocer la historia del colegio en sus primeros años de existencia; en esta ocasión de forma excepcional reproduzco por su belleza el texto íntegro de la homilía pronunciada por el padre Isasa el pasado 12 de octubre, festividad de la Virgen del Pilar, en la capilla gótica. Aprovecho la ocasión para agradecer al autor su amabilidad al hacerme llegar este documento:

EL PILAR


Era la mejor vecina de la aldea. A todos les gustaba estar con ella. Siempre alegre, siempre dispuesta a ayudar. Su risa inundaba las reuniones de las noches a la luz de la lumbre, cuando reunidas las mujeres de Nazaret, contaban historias y recitaban los salmos.

Era casi una niña, y siguiendo la costumbre de Israel, estaba prometida a un buen hombre, llamado José y apodado el justo.

Ella se llamaba Miryam, que significa, “la elegida por el Señor”. Nosotros la llamamos María. Era el nombre de la hermana de Moisés y por respeto a ella, durante mucho tiempo nadie usaba su nombre. Pero desde hacía años, muchas mujeres se llamaban así. En el pequeño Nazaret, había varias con ese nombre.

Un día de primavera, su vida cambió de repente. Dios le pidió ser la madre de su hijo, del Mesías esperado en Israel, del Salvador. Y ella dijo que sí. Sin entender demasiado lo que estaba diciendo.

Y una noche de frío invierno, viajando a Belén, el lugar de sus antepasados, nació Jesús, en medio del frío y la pobreza.

Miryam le cuidó. Le enseñó a rezar, le enseñó a ser amable, a sonreír, a ser servicial con todos, a no rechazar a nadie.

Un día Jesús se fue de casa para anunciar por los caminos y los pueblos, que Dios es bueno, que es nuestro Padre, que nos quiere y nos perdona. Y ella le siguió, le escuchaba y temía por él porqué, aunque muchos le seguían había quienes le querían callar. Y al final vencieron estos y le clavaron en una cruz a la entrada de la ciudad.

Miryam le tuvo en sus brazos una vez más.

Luego supo que Dios le había vuelto a la vida, a una vida nueva y diferente, a la verdadera vida. Y ella se unió a los que habían creído en su hijo. Y se convirtió en la madre de todos los que anunciaban que Jesús era el salvador.

Pasaron los años, muchos años, pero los cristianos, los seguidores de Jesús nunca la olvidaron. Al contrario. Hicieron cuadros y estatuas de ella. La llamaron de mil maneras: Covadonga, Carmen, Almudena, Rocío, Macarena, Begoña, Pilar…

Los peregrinos que iban a Compostela, los romeros que llegaban a Roma y los palmeros que entraban en Jerusalén, llevaban su medalla al cuello.

Los enfermos besaban su imagen pidiendo salud. Los niños aprendían a llamarla madre.

El beato Chaminade soñó ante el Pilar de Zaragoza con la Compañía de María.

Y ante el Pilar que preside esta iglesia muchos han rezado, han recibido a Jesús por primera vez y han contraído matrimonio.

Muchas veces nos hemos apoyado en este pilar para seguir adelante en nuestras vidas. Muchas veces hemos recordado esas palabras del himno: este voto ofrendamos fervientes a María el Santo Pilar.

Y hoy día de la fiesta de España y de nuestro colegio, venimos una vez más a decir a nuestra madre con el cariño y la confianza de siempre: Nuestra Señora del Pilar, ruega por nosotros.

Juan de Isasa González-Ubieta, SM