Esta semana comparto con vosotros una composición literaria de la revista Recuerdos del curso 1912-1913, escrita por nuestro compañero pilarista y entonces, alumno, Ricardo de la Cierva y Codorniu, del que ya hemos hablado en otras ocasiones. La narración cuenta el conocido episodio del hundimiento de las naves de Hernán Cortés al iniciar la conquista de Méjico.

Es especialmente emotivo leer estas líneas conociendo que años después, durante su cautiverio en la Cárcel Modelo y aún sabiendo que se enfrentaba a una muerte casi segura, nuestro compañero pilarista rechazó los últimos intentos por salvar su vida para seguir atendiendo a sus compañeros de prisión, como narra el diplomático Félix Schlayer en su libro «Matanzas del Madrid republicano.» Otra decisión heroica, como la de Cortés, de quien fue asesinado en Paracuellos y tiene en curso su causa de beatificación.

UNA RESOLUCIÓN HEROICA


Llegado que era Cortés a la costa americana, y cuando su gente ya desembarcado había, mandó formar un campamento en las lindes de un bosque, cuyos últimos árboles extendían sus ramas por encima del proceloso Océano, y una vez allí, se dispuso a emprender la conquista de aquel país, que era conocido con el nombre de «EI Dorado.»

Pero como su gente estuviese temerosa de penetrar en aquellos desconocidos bosques, tuvo que apelar a toda su energía para impedir que se reembarcaran e hicieran rumbo a la isla de Cuba, punto de partida de la expedición.

Hallándose Cortés en este angustioso trance, tanto más angustioso cuanto que pensaba que si algunos soldados se embarcaban, la deserción cundiría entre ellos, apeló a un recurso supremo, pero de tal naturaleza, que los más templados corazones hubieran vacilado en emplear; sin embargo, en aquellos momentos era la única solución.

Hernán Cortés hunde sus naves.
Hernán Cortés hunde sus naves.

Gran trabajo le costó el decidirse, más al fin, no hallando otro modo de contener a sus hombres, ordenó quemar las naves que los habían llevado a aquellos parajes, quedando así imposibilitados de huir.

Imposible sería expresar el efecto que produjo en el campamento la ejecución de semejante orden.

Aquellos rostros en los cuales se dibujaba el terror, se volvieron hacia su caudillo, que contemplaba las llamas ‘que consumían sus naves.

Poco después entraba Cortés en su tienda, y allí mediaba las consecuencias de su heroico acto, viéndose aislado en tierra desconocida, frente a un enemigo muy superior en número, y sin medio alguno de asegurar la retirada; sumido en estas meditaciones, permaneció toda la noche, y cuando el sol teñía de púrpura las copas de los árboles, sonó un clarín, y el guerrero, arrancándose a sus meditaciones, ciñó su tizona y se dispuso a la conquista de Méjico.

Ricardo de la Cierva. [1]

Notas del Editor:

  1. Ricardo de la Cierva y Codorniu (†Paracuellos del Jarama 7-11-1936): Promoción de 1913. Abogado y político, hijo del ministro de Alfonso XIII Juan de la Cierva y Peñafiel, hermano del ingeniero e inventor Juan de la Cierva y padre del ingeniero e inventor Juan José de la Cierva y Hoces (promoción de 1943) y del historiador y político Ricardo de la Cierva y Hoces (promoción de 1945). Al estallar la Guerra Civil Española fue capturado en Barajas por la delación de un colaborador, cuando trataba de huir a Francia para reunirse con su mujer y sus seis hijos pequeños. Encarcelado en la cárcel Modelo de Madrid, pasó sus días como recluso en pésimas condiciones hasta la fecha en que fue excarcelado para ser fusilado junto a otros cientos de víctimas en las matanzas de Paracuellos. Todo ello a pesar de las promesas declaradas por distintos mandatarios republicanos al cónsul de Noruega en las que se alegaba hacer todo lo que era posible para liberar al abogado, tal como cuenta Félix Schlayer en su célebre libro biográfico “Un Diplomático en el Madrid rojo”. En el 2016 el Obispado de Alcalá de Henares inició su causa de beatificación.