En esta ocasión publico para vuestro disfrute una composición literaria y un excelente dibujo del que luego sería el doctor Bernáldez. Espero que los disfrutéis.

LA JUSTICIA DE DIOS


UNO de los lados del navío se divisaba un precioso bergantín que surcaba rápidamente el mar. Pronto el capitán Sandoval se lanzó al abordaje y añadió una nueva víctima a las muchas de su piratería.

El capitán del bergantín apresado, en vez de sufrir el castigo que temía, encontró buena acogida por parte de la tripulación del buque vencedor y en particular del capitán de éste.

La amistad entre Sandoval y Ludwin -así se llama el capitán del bergantín- fué creciendo de día en día, pues bien pronto las conversaciones del capitán vencido les hicieron simpatizar hasta el punto de que la amistad se convirtió en verdadera intimidad. Mas, precisamente, ésta fué su perdición, pues habiendo confiado demasiado en su vencedor de antaño, confióle el secreto de un tesoro que llevaba consigo.

Sandoval concibió una idea horrorosa… la curiosidad del tesoro bien pronto fué ambición; no reparó en los medios; sólo una idea se apoderó de su mente y desgraciadamente la puso en práctica.

Empuñó un acerado puñal y a la noche siguiente a la confidencia, a favor de la obscuridad, bajó al camarote del holandés, y poco después un grito desgarrador rompió el silencio de la noche.

Al día siguiente extrañó a toda la tripulación la ausencia del capitán holandés, pero bien pronto logró hacerles creer que había muerto de una apoplejía fulminante durante la noche.

El día diguiente se presentó obscuro como la mente de Sandoval. Desde el horrible crimen su conciencia no reposó un instante; veía a todas horas la faz ensangrentada del desgraciado holandés. Con la noche creció su remordimiento y queriendo desechar de él aquellas horribles visiones que le enloquecían por completo, subió a cubierta. Sus inciertos pasos le llevaron instintivamente hacia el timón, pero… ¡oh sorpresa…! había reconocido en la faz pálida y desencajada del timonel a su víctima Ludwín. No pudo substraerse a su alucinación y creyendo que su enemigo se lanzaría hacia él para pedirle cuentas, dió varios pasos atrás, llegó a la barandilla y sintiéndose acorralado por aquel hombre que había asesinado tan vilmente, dió un salto y se lanzó al mar.

Dibujo y composición de F. Bernáldez [1]

(5.º año B.)

Notas del Editor:

  1. Fernando Bernáldez Ávila: Promoción de 1919. Doctor en medicina.