Este domingo traemos un relato que escribió nuestro compañero Francisco Montes hace más de cien años. La historia narra el episodio del ataque de los vikingos en el año 844 a las costas de Cádiz y a la ciudad de Sevilla. Posiblemente nuestro compañero se inspiró en una historia del mismo título incluida en el primer volumen de la obra Tradiciones Sevillanas escrito por Manuel Cano y Cueto. La ilustración es obra de Antonio Terroba, asesinado en Madrid en 1936. Espero que la disfrutéis.
ERIK EL ESCALDA [1]
RA furiosa la tempestad que había arrostrado el Normando. Pero, con paso firme y seguro, ha surcado los mares que separan sus tierras de las fértiles campiñas andaluzas y está para arribar a Cádiz, puerto donde piensa terminar su expedición aquella flota de doscientas naves tripuladas todas por curtidos y diestros marinos. Ya dirigen la proa a la boca del puerto con hábiles virajes de sus timoneles. ¡Qué panorama se ofrece a su vista! Aquellos rudos marinos creen contemplar su paraíso, tal es la admiración que causa la floreciente Cádiz en los torpes espíritus de los piratas escandinavos. Erik el Escalda de la expedición quiere cantar y no puede. Su musa no es capaz de interpretar tal belleza y, a pesar de su arte victorioso en tantas pruebas, su lengua permanece muda y su espíritu vacío de ideas.
El jefe de la expedición ordena a sus hombres prepararse a la batalla, pues piensa apoderarse de la ciudad.
Cádiz, puerto inerme y con escasos guerreros, presenta poca resistencia a los majiodjes, los cuales, no tienen otro trabajo que cercenar cabezas y entregarse al saqueo y al pillaje. El jefe y sus gentes se hallan ebrios de sangre y por todas las casas y calles han dejado el recuerdo de la ferocidad y del salvajismo del pueblo normando.

Los árabes son cobardes, pero astutos; no quieren quedar sin venganza y acuden a Muza que se halla en Córdoba. Acude éste, con más de diez mil soldados, y su primera precaución es reducir a cenizas la flota de que disponían los Normandos. Luego les presenta batalla y los piratas se ven perdidos; su valor no es suficiente a arrostrar el empuje de carne humana, pues se sienten fatigados y no tienen alientos ya para manejar sus tremendas espadas.
El Escalda, separado de la lucha, contempla impávido la derrota y muerte de sus compañeros. Cansado va a parar al pórtico de un convento mozárabe donde se sienta en un banco de piedra a descansar de sus fatigas morales.
De pronto, le hace salir de sus tristes pensamientos, un cántico que se oye resonar cercano y que le hace dirigir una mirada al interior de la santa mansión de donde proceden tan melodiosas voces. Es que varias monjas cristianas se hallan orando al pie de un crucifijo que les infunde valor y piedad santa. Erik las contempla largo rato, inmóvil cual una estatua, y como si comprendiera las ceremonias sagradas que aquellas mujeres realizan.
Por su mente surcan recuerdos de una cruz semejante, mas no puede dar precisión a sus ideas. Ha oído en su tierra a unos extranjeros predicar una religión de amor y mansedumbre y los ha visto llevar en el pecho la imagen de un hombre clavado en un leño como el que tiene delante.
Pronto dan término sus cavilaciones; una turba de soldados árabes penetra en la santa morada y se llevan prisioneros al Escalda y a las vírgenes cristianas.
∗∗∗
La derrota del pirata normando es enorme. La misma matanza hecha por ellos en el pueblo gaditano la verifican los árabes en sus gentes. El escandinavo que no ha muerto en el combate es condenado a sucumbir en los suplicios más horrorosos, junto con los mozárabes de la ciudad a quienes no perdona Muza ocasión de matar.
Erik está junto a una de las vírgenes cristianas que ha contemplado en aquel éxtasis de amor divino. La ve valiente aguardar con mansedumbre el último tormento y al oírle hablar de sus inmortales esperanzas, siente nacer en su corazón el germen de las creencias cristianas. Y cuando la cruel cimitarra llega a su cuello para segar su vida, la recibe con la sonrisa en los labios y palabras santas de amor divino.
FRANCISCO MONTES. [2]
(6.º año B.)
Dibujo de TERROBA. [3]
(4.º año B.)
Notas del Editor:
- Escalda: Bardo o juglar propio de los pueblos escandinavos.
- Francisco Montes Lueje (Valparaíso 1901- Sevilla 1967): Promoción de 1918. Notario. Decano del colegio notarial de Sevilla entre 1959 y 1964.
- Antonio Terroba Ibars (†Madrid 9-11-1936): Promoción de 1920. Asesinado por las milicias republicanas junto a su hermano, Rafael Terroba. Sus cuerpos aparecieron el 9-11-1936 en el paseo de Méndez Álvaro.
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