Después del paréntesis navideño vuelvo a compartir con vosotros los artículos aparecidos en la revista Recuerdos del curso 1914-1915. En esta ocasión os traigo una historia escrita al alimón entre dos alumnos. Más concretamente, parece que el ejercicio consistía en que un alumno iniciaba una redacción y otro debía concluirla.

El primer autor es Eduardo Autrán y Flórez de Losada, de la promoción de 1916, futuro marqués de Esteva de las Delicias. El segundo, es Jaime de Cárdenas y Pastor, también de la promoción de 1916, y que fue médico pediatra. Espero que os guste la composición y que paséis un buen fin de semana.

LA SORGUIÑA DE HERLAIVIDEA


I

Sentado en la playa y con los codos apoyados en las rodillas, el pobre Andrés meditaba:

Su madre había muerto hacía poco a causa de la pena que le produjo la desaparición del padre, a quien una galerna había arrebatado. ¡Solo! ¡Andrés se hallaba solo a los doce años!

Las gentes le despreciaban y los animales, mejores que los hombres, le compadecían. Acostumbrado desde pequeño a las contrariedades había llorado mucho, pero ya no lloraba aunque le insultasen y le vejasen; pensaba en su situación con más frialdad que un estoico. Las adversidades le habían hecho hombre antes de tiempo. Un día en que el sol, harto de ver las iniquidades e injusticias de este mundo, no había querido iluminarle con su luz, ocurriósele a Andrés el ir siguiendo la corriente del río Deva, que por allí pasaba. Anduvo siete horas y llegó a la falda de un monte. Allí había una miserable choza, y de ella salió una vieja, no menos miserable, que preguntó a Andrés:

-¿Qué haces aquí, rapaz?

Andrés, que en otras circunstancias hubiera respondido cariñosamente -mas las desgracias y contrariedades hacen áspero el carácter más dulce- le respondió secamente:

-¿Qué te importa? ¡Sorgiñ sarra! [1]

Al oir la vieja estas duras palabras, cogió a Andrés por la cintura y lo arrojó al suelo. El niño, ya sea por resignación, o por no querer maltratar a otra persona que creía más desgraciada, se dejó golpear; mas cuando vio que la vieja trataba de pisotearle, púsose de pie de un salto y echó a correr monte arriba, gritando:

-¡Sorgiñ sarra! ¡Sorgiñ sarra! Ya me la pagarás.

Y el eco repetía: ¡Sorgiñ sarra! ¡Sorgiñ sarra!

Eduardo Autrán.
(5.° año.)


II

Han pasado varios años. Por el tortuoso camino que corre del lado del Deva en el valle de Herlaividea avanzan cuatro personas.

Es de noche; su plateada reina, con blanquecinos destellos, da un aspecto dantesco al citado valle que semeja nevado panorama.

¿A dónde se dirigen esas sombras, que son las de la quiromántica Antoni, el inocente Martincho y sus dos hijos?

Van allí, a la cascada de Piñare, donde la Antoni tiene sus sortilegios.

Llegaron a una pradera rodeada de viejos robles, por cuyo límite pasaba la cascada que continuamente iba a romperse en ácueo polvo en unas rocas bajas.

En la verde alfombra de césped, blanda como cualquier tapiz de Gobelín [2], sentaronse los dos hijos y al lado, donde pasaba el torrente, dirigiéronse la sorguiña y Martincho.

Sentóse aquélla en un añoso roble, dirigió unas miradas al labriego, hizo el signo de la cábala y… cayó la vieja impulsada por hercúlea mano de cabeza al abismo, donde recibieron las aguas con sarcástica sonrisa el cuerpo de la embaucadora.

Aquella mano era la de Andrés que, emboscado tras una peña, acordóse de su primer encuentro en el valle.

Era ya robusto, y corriendo como un corzo, dirigióse a las ruinas del castillo que le servían de morada.

Jaime de Cárdenas.
(5 ° año.)

Notas del Editor:

  1. Sorgiñ: En vascuence, bruja o hechicera.
  2. Manufacture Royale des Gobelins: Famosa fábrica de tapices ubicada en París desde el siglo XVII.